jueves, 28 de febrero de 2013

Salmo 52


Salmo 52 – Necedad de los pecadores

Con algunas leves modificaciones (v. 6), este Salmo es una repetición del Salmo 14, y en él se describen los pecados que corrompen a la sociedad (vs. I- 4) y se lanza una invectiva contra los opresores de los pobres (vs. 5-6).

Dice el necio para sí: "No hay Dios". Se han corrompido  cometiendo execraciones, no hay quien obre bien. Dios observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay alguno sensato que busque a Dios. Todos se extravían igualmente obstinados, no hay uno que obre bien, ni uno solo. Pero ¿no aprenderán los malhechores que devoran a mi pueblo como pan y no invocan al Señor? Pues temblarán de espanto, porque Dios esparce los huesos del agresor, y serán derrotados, porque Dios los rechaza. ¡Ojala venga desde Sión la salvación de Israel! Cuando el Señor cambie la suerte de su pueblo, se alegrará Jacob y gozará Israel.
«Dice el necio para sí: ¡No hay Dios!».
Yo creía que el ateísmo era una moda más o menos moderna. La proclamación de la muerte de Dios llegó a ser noticia en los periódicos de la mañana. Y, sin embargo, ahora me encuentro en tu Salmo, Señor, que ya había ateos en aquellos días.

«Dice el necio para sí: ¡No hay Dios!».
Anoto la palabra escueta con que se describe al ateo y se despide su caso: Necio. El necio bíblico. La persona que no tiene entendimiento, que queda lejos de la sabiduría, que no percibe, que no ve. La incapacidad de ver lo que se tiene delante de los ojos, de abrazar la realidad que surge alrededor.
¿Y no soy yo también a veces necio, Señor? ¿No me porto en la práctica como si tú no existieras, ciego a tu presencia y sordo a tus llamadas? No te hago caso, me olvido de ti, paso de largo. Pienso y actúo en total independencia de ti. ¿No es eso ser ateo en la práctica?
Quiero luchar contra el ateísmo en el mundo de hoy, y para hacer eso caigo en la cuenta de que debo empezar por luchar contra el ateísmo en mi propia vida y en mi conducta diaria. Quiero escuchar tu voz y adivinar tu presencia, y quiero actuar siempre de tal manera que se vea que tú estás a mi lado y que yo lo sé y lo reconozco.
Mi respuesta a la «muerte de Dios» es que tú, Señor, te manifiestes en mi vida.

Dios nuestro, dicen los necios que no existes, que no hay amor en la tierra: envía, pues, a todos los hombres tu salvación y confunde la insipiencia de los que te ignoran; cambia la suerte de tus hijos, y llenarás el mundo de alegría.

El violín de 1.000 dólares


El violín de 1.000 dólares (01-03-13)

Se anunció en cierta ciudad de América que un gran violinista tocaría un violín que costaba 1,000 dólares. Se llenó el teatro, pues muchos tenían curiosidad de oír un violín de tan alto precio. (El dólar tenía en aquellos tiempos mucho más valor que hoy).
El violinista dio en efecto, un magnífico concierto: pero apenas apagado el último acorde, el público vio con asombro que el músico arrojaba el violín al suelo y lo pisoteaba hasta convertirlo en astillas.
Inmediatamente el empresario apareció en medio de grandes murmullos y explicó que el violín destrozado era un violín barato que costaba sesenta y cinco centavos y que a continuación el gran músico tocaría con el violín de mil dólares. Cuando lo hizo, muchos de los presentes dijeron que apenas habían notado diferencia.
El objeto de la estratagema era demostrar que no es tanto el instrumento como la mano que lo pulsa lo que tiene el mayor valor, constituyendo una propaganda en favor de los violines baratos.
Tú puedes ser un violín de 65 centavos, pero si te pones en la sabia mano de tu Creador y Señor, enteramente sometido a su voluntad y atento a ella, tu vida puede producir acordes de gracia que hagan decir a las gentes lo que dijeron de los apóstoles “se conoce que han estado con Jesús”.
“De cierto, de cierto os digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas harán, porque yo voy al Padre. Juan 14:12
“Vosotros no me elegisteis a mí, mas bien, yo os elegí a vosotros para que llevéis fruto, y para que vuestro fruto permanezca. Juan 15:16

Evangelio del Viernes 01 de Marzo


Día litúrgico: Viernes II (C) de Cuaresma
Texto del Evangelio (Mt 21,33-43.45-46): En aquel tiempo, Jesús dijo a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: ‘Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia’. Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?».
Dícenle: «A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos».
Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

Comentario: Rev. D. Melcior QUEROL i Solà (Ribes de Freser, Girona, España)

«La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido»

Hoy, Jesús, por medio de la parábola de los viñadores homicidas, nos habla de la infidelidad; compara la viña con Israel y los viñadores con los jefes del pueblo escogido. A ellos y a toda la descendencia de Abraham se les había confiado el Reino de Dios, pero han malversado la heredad: «Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos» (Mt 21,43).
Al principio del Evangelio de Mateo, la Buena Nueva parece dirigida únicamente a Israel. El pueble escogido, ya en la Antigua Alianza, tiene la misión de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero Israel no ha sido fiel a su misión. Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, congregará a su alrededor a los doce Apóstoles, símbolo del “nuevo” Israel, llamado a dar frutos de vida eterna y a anunciar a todos los pueblos la salvación.
Este nuevo Israel es la Iglesia, todos los bautizados. Nosotros hemos recibido, en la persona de Jesús y en su mensaje, un regalo único que hemos de hacer fructificar. No nos podemos conformar con una vivencia individualista y cerrada a nuestra fe; hay que comunicarla y regalarla a cada persona que se nos acerca. De ahí se deriva que el primer fruto es que vivamos nuestra fe en el calor de familia, el de la comunidad cristiana. Esto será sencillo, porque «donde hay dos o más reunidos en mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos» (Mt 18,20).
Pero se trata de una comunidad cristiana abierta, es decir, eminentemente misionera (segundo fruto). Por la fuerza y la belleza del Resucitado “en medio nuestro”, la comunidad es atractiva en todos sus gestos y actos, y cada uno de sus miembros goza de la capacidad de engendrar hombres y mujeres a la nueva vida del Resucitado. Y un tercer fruto es que vivamos con la convicción y certeza de que en el Evangelio encontramos la solución a todos los problemas.
Vivamos en el santo temor de Dios, no fuera que nos sea tomado el Reino y dado a otros.

28 (29) de Febrero - Dositeo de Palestina


Dositeo de Palestina, Santo
Monje, 28 (29) de Febrero

No está incluido en el actual Martirologio Romano. En los años bisiestos se celebra el día 29 en lugar del 28.
Los años bisiestos tienen el inconveniente de celebrar un tanto aislada en clara desventaja con respecto a los demás santos la fiesta de los que el santoral coloca en este día. Menos mal que desde la altura de la santidad esa situación peculiar, debida a las imperfecciones humanas que no encuentran otra forma para medir el tiempo, a mí se me antoja que puede ser una más de las oportunidades que en el Cielo deben tener los bienaventurados para bromear entre ellos aquello de la gloria accidental y para ejercer su función de intercesores al compadecerse mejor de las flaquezas tan comprobables de los hombres.
Es el caso de Dositeo. Cuenta una antiquísima biografía suya que pasó los años de su juventud alineado en las filas del ejército, peleón como el primero y entusiasta de las victorias como el que más. Era cristiano. Entre guerra y guerra tuvo la oportunidad de visitar los Santos Lugares; peregrino piadoso, fue rememorando los acontecimientos de la Salvación que allí se realizaron; su amor a Jesucristo fue creciendo entre las piedras que ahora podía tocar y besar; en Getsemaní se quedó profundamente impresionado ante la visión de un cuadro que representaba los tormentos del Infierno. Aquello fue la ocasión para que diera un vuelco su vida. Decidió abandonar sus bien estudiados planes de futuro y los cambió por hacerse monje en Gaza (Palestina); desde entonces, intentó poner en juego todas sus energías con el fin de lograr la más perfecta imitación de Jesucristo, bajo la dirección del abad San Doroteo.
Desprendimiento es la palabra-clave desde entonces.
Comprendió con claridad que cualquier persona, cosa y situación de la tierra podría servirle de enredo y estorbo para el anhelo del Cielo. Y con el paso del tiempo cuentan sus biógrafos, logró un desapego completo y perfecto de todas las cosas, manifestado incluso en el desprendimiento de los libros para los rezos y de las herramientas con las que trabajaba su huerto.
Debían tener razón, porque ¡tantas veces se oculta el apego detrás de la razonable excusa de poseer las cosas consideradas imprescindibles para el ejercicio de la profesión, o de las que son un medio para vivir! De esta manera, se presenta al asceta San Dositeo como un inmenso mazo de amor a Dios, un hombre cuya voluntad está plena deseos, de ansias, de anhelos de vivir en exclusiva para el Señor, con la decisión de entrar en su eterna posesión sin la rémora o lastre que pueda suponer el más ínfimo cariño a las cosas terrenas.
Pensándolo bien, no es extraño que con esa desnudez heroica de afectos a lo que la mayoría de los mortales aprecian, Dositeo haya dado una prueba más al acertar a morirse en el día del año que sólo cada cuatro llega. Así, ni siquiera está apegado a su recuerdo.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Salmo 51


Salmo 51 – Contra la violencia de los calumniadores

▬ El salmista, ministro de la casa de Dios, asiste a las maquinaciones de un rival, que, sin escrúpulos, quiere suplantarle en sus funciones dentro del templo.
El salmista sabe que seguirá establemente en el servicio divino, porque Dios es justo.
▬  Como contra Cristo, también contra la Iglesia se yerguen los jactanciosos, amantes del mal, de las calumnias y de la destrucción, pretendiendo también dar gloria a Dios dando muerte a los fieles.
▬  Cristo juzgará a los perseguidores y concederá la corona de la vida a sus siervos fieles.

¿Por qué te glorías de la maldad y te envalentonas contra el piadoso? Estás todo el día maquinando injusticias, tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera. Pues Dios te destruirá para siempre, te abatirá y te barrerá de tu tienda; arrancará tus raíces del suelo vital. Lo verán los justos, y temerán, y se reirán de él: "mirad al valiente que no puso en Dios su apoyo, confió en sus muchas riquezas, se insolentó en sus crímenes". Pero yo, como verde olivo, en la casa de Dios, confío en la misericordia de Dios por siempre jamás. Te daré siempre gracias porque has actuado; proclamaré delante de tus fieles: "Tu nombre es bueno".

«Palabras corrosivas»
● Eso me hace despertar alarmado ante la conciencia de mi falta de responsabilidad. La crítica o el chisme que tan fácilmente dejan mis labios, que yo dejo escapar en broma y sin darle importancia, que defiendo como práctica universal y ligereza perdonable, son, en realidad, golpe duro, inhumano y cruel.
● Soy cruel cuando hablo mal de otros. Soy brutal cuando murmuro, y sin corazón cuando critico. Echo por tierra reputaciones, pongo en peligro relaciones de otros entre sí, mancho el buen nombre de los demás.
● Y la mancha queda, porque los hombres tienden a creer el mal e ignorar el bien. Mi lengua es instrumento de destrucción, y yo no lo sabía.
«Tu lengua es navaja afilada, autor de fraudes; prefieres el mal al bien, la mentira a la honradez; prefieres las palabras corrosivas, lengua embustera».

Oh Padre, cuyo nombre es bueno, haz que pongamos nuestro apoyo en ti, que no confiemos en las riquezas y que, abandonados a tu misericordia, moremos por siempre en tu santa casa, que es la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Reportándose


Reportándose (28-02-13)

Una vez un sacerdote estaba dando un recorrido por el Templo al mediodía… al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a orar. En ese momento se abrió la puerta; el sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo; el hombre estaba sin afeitarse desde hace varios días, vestía una camisa rasgada, tenía el abrigo gastado cuyos bordes se habían comenzado a deshilachar. El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fue.
Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, estaba en la Templo cargando una maleta… se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir.
El sacerdote un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta del Templo y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó: “¿Qué haces aquí?”.
El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo y aprovechaba ese momento para orar, “sólo me quedo unos instantes, sabe, porque la fábrica queda un poco lejos, así que sólo me arrodillo y digo: “Señor, solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados… no sé muy bien orar, pero pienso en Ti todos los días… así que Jesús, este es José Luis reportándose”.
El sacerdote sintiéndose un poco avergonzado, le dijo a José Luis que estaba bien y que era bienvenido a la Templo cuando quisiera.
El sacerdote se arrodilló ante el altar, sintió derretirse su corazón con el gran calor del amor y encontró a JESÚS, mientras lágrimas corrían por sus mejillas; en su corazón repetía la plegaría de José Luis:
“SÓLO VINE PARA DECIRTE, SEÑOR, CUÁN FELIZ FUI DESDE QUE TE ENCONTRÉ A TRAVÉS DE MIS SEMEJANTES Y ME LIBERASTE DE MIS PECADOS… NO SÉ MUY BIEN COMO ORAR, PERO PIENSO EN TI TODOS LOS DÍAS… ASÍ QUE, JESÚS, SOY YO REPORTÁNDOME”.
Cierto día el sacerdote notó que el viejo José Luis no había venido. Los días siguieron pasando sin que José Luis volviese para orar. Continuaba ausente, por lo que el sacerdote comenzó a preocuparse, hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él; allí le dijeron que él estaba enfermo, que pese a que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía oportunidad de sobrevivir.
La semana que José Luis estuvo en el hospital trajo muchos cambios, él sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa.
La enfermera jefe no podía entender porqué José Luis estaba tan feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas.
El sacerdote se acercó al lecho de José Luis con la enfermera y ésta le dijo, mientras José Luis escuchaba:
“Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a dónde recurrir”. Sorprendido el viejo José Luis dijo con una sonrisa:
“La enfermera está equivocada… pero ella no puede saber que TODOS LOS DÍAS, desde que llegué aquí, a mediodía, y aunque no lo veo puedo ver, estoy seguro que un querido amigo mío, se sienta aquí en la cama, me agarra las manos, se inclina sobre mí y casi puedo escucharle decir: “SÓLO VINE PARA DECIRTE, JOSE LUIS, CUÁN FELIZ FUI DESDE QUE ENCONTRÉ TU AMISTAD Y TE LIBERÉ DE TUS PECADOS. SIEMPRE ME GUSTÓ OIR TUS ORACIONES, PIENSO EN TI CADA DÍA… ASÍ QUE JOSE LUIS, ESTE SOY YO, JESÚS, REPORTÁNDOSE”.
“No te desampararé ni te dejaré” Hebreos 13:5
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo donde quiera que vayas».” Josué 1:9

Evangelio del Jueves 28 de Febrero


Día litúrgico: Jueves II (C) de Cuaresma
Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Comentario: Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Sant Boi de Llobregat, Barcelona, España)

«Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite»

Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.
El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.
Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.
Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.
Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).
San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

27 de Febrero - Ana Line


Ana Line, Santa
Mártir, 27 de Febrero

Martirologio Romano: En Londres, en Inglaterra, santa Ana Line (o Lyne), viuda y mártir, la cual, habiendo fallecido su marido, desterrado por ser católico, ofreció su casa para acoger sacerdotes y, por esta razón, bajo el reinado de Isabel I fue ahorcada en Tyburn (1601).
Fecha de canonización: 25 de octubre de 1970 por el Papa Pablo VI.
Mártir inglesa, murió el 27 de febrero de 1601.
Fue hija de William Heigham de Dunmow (Essex), caballero de buena posición económica y un ardiente calvinista.
Cuando ella y su hermano manifestaron su intención de convertirse en católicos, ambos fueron repudiados y desheredados por su padre.
Ana contrajo matrimonio con Roger Line, converso como ella, pero poco después de su casamiento, fue detenido por asistir a misa. Tras un breve confinamiento, fue puesto en libertad y se le permitió ir al exilio en Flandes, donde murió en 1594.
Cuando el padre John Gerard estableció una casa de refugio para sacerdotes en Londres, se puso a cargo a la señora Line.
Después del escape del padre Gerard de la Torre en 1597, y al mismo tiempo que las autoridades comenzaban a sospechar que Line le ayudaba, fue transferida a otra casa, misma que convirtió en centro de reuniones para los católicos vecinos.
El día de la Purificación (1601), el padre Francis Page, S.J., estaba a punto de celebrar misa en dicho edificio, cuando entraron cazadores de sacerdotes.
El padre Page inmediatamente se quitó la vestimenta religiosa y se mezcló con los demás; mas bastó la presencia de un altar preparado para la ceremonia para arrestar a la señora Line.
Fue enjuiciada en Old Bailey el 26 de febrero de 1601, y acusada según el acta 27 de la reina Isabel, es decir, por dar albergue a un sacerdote, aun cuando esto no podía probarse.
El día siguiente fue llevada a la horca, y valientemente proclamando su fe alcanzó el martirio por el que había rogado.
Su destino lo compartieron dos sacerdotes, [Bto.] Mark Barkworth, O.S.B., y Roger Filcock, S.J., que fueron ejecutados al mismo tiempo.
Roger Filcock había sido por mucho tiempo amigo y frecuente confesor de la señora Line. Después de entrar en la universidad inglesa de Reims en 1588, fue enviado junto con otros en 1590 a colonizar el seminario de San Albán en Valladolid, y, una vez que terminó allí sus cursos, fue ordenado y enviado a la misión inglesa. El padre Garnett le hizo pasar un periodo de prueba de dos años para comprobar su temple antes de admitirlo a la Sociedad de Jesús. Al ver que era ferviente y valeroso, lo admitió finalmente. Ya iba a cruzar hacia el continente para cumplir su noviciado cuando fue arrestado por sospechas de ser sacerdote y fue ejecutado tras un juicio que más bien parecía una farsa.
[Nota: en 1970, Ana Line fue canonizada por el papa Paulo VI entre los cuarenta mártires de Inglaterra y Gales, cuya fiesta en conjunto se guarda el 25 de octubre.]

martes, 26 de febrero de 2013

Salmo 50


Salmo 50 – Renueva mi espíritu

Este Salmo  -designado tradicional-mente con el nombre de Miserere- es la súplica penitencial por excelencia.
El salmista es consciente de su profunda miseria (v. 7) y experimenta la necesidad de una total transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado (v. 4).
Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve íntegramente, “creando” en su interior “un corazón puro” (v. 12).
El tono de la súplica es marcadamente personal, y en el contenido del Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en especial de Jeremías (24. 7) y Ezequiel (36. 25-27).
En él se encuentra, además, el germen de la doctrina paulina acerca del “hombre nuevo” (Col. 3. 10; Ef. 4. 24).

1. CON ISRAEL
El grito de arrepentimiento que se expresa aquí es de una pureza admirable: este pecador se siente desgraciado únicamente por su pecado... Este pecado es la ofensa de Dios. No hay nada morboso aquí, porque Israel tiene una concepción muy positiva del pecado. El pecador no está abandonado a sus remordimientos, él está "ante alguien" que lo ama. Todo se origina en el amor. Veinte verbos en imperativo se dirigen a Dios... Y cada uno indica que Dios va a obrar en favor del penitente para "borrar", "lavar", "absolver" "purificar", "devolver la alegría", "renovar", etc.

2. CON JESÚS
Para hacer comprender la maravilla del perdón de Dios, Jesús inventó la parábola del "Hijo pródigo", y espontáneamente utilizó expresiones del salmo 50: "He pecado contra el cielo y contra ti"... Como el salmista, expresó el perdón mediante "cantos festivos" y "danzas"...

3. CON NUESTRO TIEMPO
La renovación del sacramento de la penitencia, tiene que ver también con el redescubrimiento de la alegría del perdón y la celebración festiva de la "misericordia" de Dios.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos.

«Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu; devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso».
Dame la alegría de tu perdón para que yo pueda hablarles a otros de ti y de tu misericordia y de tu bondad. «Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza». Que mi caída sea ocasión para que me levante con más fuerza; que mi alejamiento de ti me lleve a acercarme más a ti. Me conozco ahora mejor a mí mismo, ya que conozco mi debilidad y mi miseria; y te conozco a ti mejor en la experiencia de tu perdón y de tu amor. Quiero contarles a otros la amargura de mi pecado y la bendición de tu perdón. Quiero proclamar ante todo el mundo la grandeza de tu misericordia. «Enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti».

Por tu inmensa compasión, borra, Señor, nuestras culpas y limpia nuestros pecados; que tu inmensa misericordia nos levante, pues nuestro pecado nos aplasta; no desprecies, Señor, nuestro corazón quebrantado y humillado, haz más bien brillar sobre nosotros el poder de tu Trinidad: que nos levante Dios Padre, que nos renueve Dios Hijo, que nos guarde Dios Espíritu Santo.

Depender de Dios


Depender de Dios (27-02-13)

Un hombre agricultor de pocos recursos económicos marchaba de su isla natal en la costa occidental de Escocia, donde no había medios de comunicación por lo que, había visto pocas cosas. En el barco le contaban acerca de las maravillas que vería en la isla de Mull.
La isla de donde él venía llamada San Kilda, era muy poco fructífera y tenían que trabajar mucho para poder sacar fruto de la tierra.
Uno de los pasajeros, le preguntó al agricultor si había oído hablar de Dios alguna vez. El labriego, un tanto resentido de semejante pregunta, preguntó a su vez a ese compañero de viaje de dónde venía él.
El otro pasajero le respondió con mucho orgullo que él era de una tierra donde la naturaleza daba frutos abundantes y cuyas comodidades ofrecían a las gentes una vida maravillosa.
-Ah, entonces me explico por qué se olvidan de Dios. Nosotros como tenemos que depender de Él jamás podemos olvidarlo.
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No encuentro en ellos ningún placer. Eclesiastés 12:1

Evangelio del Miércoles 27 de Febrero


Día litúrgico: Miércoles II (C) de Cuaresma
Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos»

Comentario: Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona, España)

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»​​

Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.
Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.
El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).
Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.

26 de Febrero - Alejandro


Alejandro, Santo
Patriarca de Alejandría, 26 de Febrero

Martirologio Romano: Conmemoración de san Alejandro, obispo, anciano célebre por el celo de su fe, que fue elegido para la sede alejandrina como sucesor de san Pedro y rechazó la nefasta herejía de su presbítero Arrio, que se había apartado de la comunión de la Iglesia. Junto con trescientos dieciocho Padres participó en el primer Concilio de Nicea, que condenó tal error (326)
Etimológicamente: Alejandro = Aquel que protege a los hombres. Viene de la lengua griega.
San Alejandro, patriarca de Alejandría, tiene una especial significación en la historia de la Iglesia a principios del siglo IV, por haber sido el primero en descubrir y condenar la herejía de Arrio y haber iniciado la campaña contra esta herejía, que tanto preocupó a la Iglesia durante aquel siglo. A él cabe también la gloria de haber formado y asociado en el gobierno de la Iglesia alejandrina a San Atanasio, preparándose de este modo un digno sucesor, que debía ser el portavoz de la ortodoxia católica en las luchas contra el arrianismo.
Nacido Alejandro hacia el año 250, ya durante el gobierno de Pedro de Alejandría se distinguió de un modo especial en aquella Iglesia. Los pocos datos que poseemos sobre sus primeras actividades nos han sido transmitidos por los historiadores Sócrates, Sozomeno y Teodoreto de Ciro, a los que debemos añadir la interesante información de San Atanasio. Así, pues, en general, podemos afirmar que las fuentes son relativamente seguras.
El primer rasgo de su vida, en el que convienen todos los historiadores, nos lo presenta como un hombre de carácter dulce y afable, lleno siempre de un entrañable amor y caridad para con sus hermanos y en particular para con los pobres. Esta caridad, unida con un espíritu de conciliaci6n, tan conforme con los rasgos característicos de la primitiva Iglesia, proyectan una luz muy especial sobre la figura de San Alejandro de Alejandría, que conviene tener muy presente en medio de las persistentes luchas que tuvo que mantener más tarde contra la herejía; pues, viéndolo envuelto en las más duras batallas contra el arrianismo, pudiera creerse que era de carácter belicoso, intransigente y acometedor. En realidad, San Alejandro era, por inclinación natural, todo lo contrario; pero poseía juntamente una profunda estima y un claro conocimiento de la verdadera ortodoxia, unidos con un abrasado celo por la gloria de Dios y la defensa de la Iglesia, lo cual lo obligaba a sobreponerse constantemente a su carácter afable, bondadoso y caritativo, y a emprender las más duras batallas contra la herejía.
De este espíritu de caridad y conciliación, que constituyen la base fundamental de su carácter, dio bien pronto claras pruebas en su primer encuentro con Arrio. Este comenzó a manifestar su espíritu inquieto y rebelde, afiliándose al partido de los melecianos, constituido por los partidarios del obispo Melecio de Lycópolis, que mantenía un verdadero cisma frente al legítimo obispo Pedro de Alejandría. Por este motivo Arrio había sido arrojado por su obispo de la diócesis de Alejandría. Alejandro, pues, se interpuso con todo el peso de su autoridad y prestigio, y obtuvo, no sólo su readmisión en la diócesis, sino su ordenación sacerdotal por Aquillas, sucesor de Pedro en la sede de Alejandría.
Muerto, pues, prematuramente Aquillas el año 313, sucedióle el mismo Alejandro, y por cierto son curiosas algunas circunstancias que sobre esta elección nos transmiten sus biógrafos. Filostorgo asegura que Arrio, al frente entonces de la iglesia de Baucalis, apoyó decididamente esta elección, lo cual se hace muy verosímil si tenemos presente la conducta observada con él por Alejandro. Más, por otra parte, Teodoreto atestigua que Arrio había presentado su propia candidatura a Alejandría frente a Alejandro, y que, precisamente por haber sido éste preferido, concibió desde entonces contra él una verdadera aversión y una marcada enemistad.
Sea de eso lo que se quiera, Arrio mantuvo durante los primeros años las más cordiales relaciones con su obispo, el nuevo patriarca de Alejandría, San Alejandro. Este desarrolló entre tanto una intensa labor apostólica y caritativa en consonancia con sus inclinaciones naturales y con su carácter afable y bondadoso. Uno de los rasgos que hacen resaltar los historiadores en esta etapa de su vida, es su predilección por los cristianos que se retiraban del mundo y se entregaban al servicio de Dios en la soledad. Precisamente en este tiempo comenzaban a poblarse los desiertos de Egipto de aquellos anacoretas que, siguiendo los ejemplos de San Pablo, primer ermitaño, de San Antonio y otros maestros de la vida solitaria, daban el más sublime ejemplo de la perfecta entrega y consagración a Dios. Estimando, pues, en su justo valor la virtud de algunos entre ellos, púsoles al frente de algunas iglesias, y atestiguan sus biógrafos que fue feliz en la elección de estos prelados.
Por otra parte se refiere que hizo levantar la iglesia dedicada a San Teonás, que fue la más grandiosa de las construidas hasta entonces en Alejandría. Al mismo tiempo consiguió mantener la paz y tranquilidad de las iglesias del Egipto, a pesar de la oposición que ofrecieron algunos en la cuestión sobre el día de la celebración de la Pascua y, sobre todo, de las dificultades promovidas por los melecianos, que persistían en el cisma, negando la obediencia al obispo legítimo. Pero lo más digno de notarse es su intervención en la cuestión ocasionada por Atanasio en sus primeros años. En efecto, niño todavía, había procedido Atanasio a bautizar a algunos de sus camaradas, dando origen a la discusión sobre la validez de este bautismo. San Alejandro resolvió favorablemente la controversia, constituyéndose desde entonces en protector y promoviendo la esmerada formación de aquel niño, que debía ser su sucesor y el paladín de la causa católica.
Pero la verdadera significación de San Alejandro de Alejandría fue su acertada intervención en todo el asunto de Arrio y del arrianismo, y su decidida defensa de la ortodoxia católica. En efecto, ya antes del año 318, comenzó a manifestar Arrio una marcada oposición al patriarca Alejandro de Alejandría. Esta se vio de un modo especial en la doctrina, pues mientras Alejandro insistía claramente en la divinidad del Hijo y su igualdad perfecta con el Padre, Arrio comenzó a esparcir la doctrina de que no existe más que un solo Dios, que es el Padre, eterno, perfectísimo e inmutable, y, por consiguiente, el Hijo o el Verbo no es eterno, sino que tiene principio, ni es de la misma naturaleza del Padre, sino pura criatura. La tendencia general era rebajar la significación del Verbo, al que se concebía como inferior y subordinado al Padre. Es lo que se designaba como subordinacianismo, verdadero racionalismo, que trataba de evitar el misterio de la Trinidad y de la distinción de personas divinas. Más, por otra parte, como los racionalistas modernos, para evitar el escándalo de los simples fieles, ponderaban las excelencias del Verbo, si bien éstas no lo elevaban más allá del nivel de pura criatura.
En un principio, Arrio esparció estas ideas con la mayor reserva y solamente entre los círculos más íntimos. Mas como encontrara buena acogida en muchos elementos procedentes del paganismo, acostumbrados a la idea del Dios supremo y los dioses subordinados, e incluso en algunos círculos cristianos, a quienes les parecía la mejor manera de impugnar el mayor enemigo de entonces, que era el sabelianismo, procedió ya con menos cuidado y fue conquistando muchos adeptos entre los clérigos y laicos de Alejandría y otras diócesis de Egipto. Bien pronto, pues, se dio cuenta el patriarca Alejandro de la nueva herejía e inmediatamente se hizo cargo de sus gravísimas consecuencias en la doctrina cristiana, pues si se negaba la divinidad del Hijo, se destruía el valor infinito de la Redención. Por esto reconoció inmediatamente como su deber sagrado el parar los pasos a tan destructora doctrina. Para ello tuvo, ante todo, conversaciones privadas con Arrio; dirigióle paternales amonestaciones, tan conformes con su propio carácter conciliador y caritativo; en una palabra, probó toda clase de medios para convencer a buenas a Arrio de la falsedad de su concepción.
Más todo fue inútil. Arrio no sólo no se convencía de su error, sino que continuaba con más descaro su propaganda, haciendo cada día más adeptos, sobre todo entre los clérigos. Entonces, pues, juzgó San Alejandro necesario proceder con rigor contra el obstinado hereje, sin guardar ya el secreto de la persona. Así, reunió un sínodo en Alejandría el año, 320, en el que tomaron parte un centenar de obispos, e invitó a Arrio a presentarse y dar cuenta de sus nuevas ideas. Presentóse él, en efecto, ante el sínodo, y propuso claramente su concepción, por lo cual fue condenado por unanimidad por toda la asamblea.
Tal fue el primer acto solemne realizado por San Alejandro contra Arrio y su doctrina. En unión con los cien obispos de Egipto y de Libia lanzó el anatema contra el arrianismo. Pero Arrio, lejos de someterse, salió de Egipto y se dirigió a Palestina y luego a Nicomedia, donde trató de denigrar a Alejandro de Alejandría y presentarse a sí mismo como inocente perseguido. Al mismo tiempo propagó con el mayor disimulo sus ideas e hizo notables conquistas, particularmente la de Eusebio de Nicomedia.
Entre tanto, continuaba San Alejandro la iniciada campaña contra el arrianismo. Aunque de natural suave, caritativo, paternal y amigo de conciliación, viendo, la pertinacia del hereje y el gran peligro de su ideología, sintió arder en su interior el fuego del celo por la defensa de la verdad y de la responsabilidad que sobre él recaía, y continuó luchando con toda decisión y sin arredrarse por ninguna clase de dificultades. Escribió, pues, entonces algunas cartas, de las que se nos han conservado dos, de las que se deduce el verdadero carácter de este gran obispo, por un lado lleno de dulzura y suavidad, mas por otro, firme y decidido en defensa de la verdadera fe cristiana.
Por su parte, Arrio y sus adeptos continuaron insistiendo cada vez más en su propaganda. Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesárea trabajaban en su favor en la corte de Constantino. Se trataba de restablecer a Arrio en Alejandría y hacer retirar el anatema lanzado contra él. Pero San Alejandro, consciente de su responsabilidad, ponía como condición indispensable la retractación pública de su doctrina, y entonces fue cuando compuso una excelente síntesis de la herejía arriana, donde aparece ésta con todas sus fatales consecuencias.
Por su parte, el emperador Constantino, influido sin duda por los dos Eusebios, inició su intervención directa en la controversia. Ante todo, envió sendas cartas a Arrio y a Alejandro, donde, en la suposición de que se trataba de cuestiones de palabras y deseando a todo trance la unión religiosa, los exhortaba a renunciar cada uno a sus puntos de vista en bien de la paz. El gran obispo Osio de Córdoba, confesor de la fe y consejero religioso de Constantino, fue el encargado de entregar la carta a San Alejandro y juntamente de procurar la paz entre los diversos partidos. Entre tanto Arrio había vuelto a Egipto, donde difundía ocultamente sus ideas y por medio de cantos populares y, sobre todo, con el célebre poema Thalia trataba de extenderlas entre el pueblo cristiano.
Llegado, pues, Osio a Egipto, tan pronto como se puso en contacto con el patriarca Alejandro y conoció la realidad de las cosas, se convenció rápidamente de la inutilidad de todos sus esfuerzos. Así se confirmó plenamente en un concilio celebrado por él en Alejandría. Sólo con un concilio universal o ecuménico se podía poner término a tan violenta situación. Vuelto, pues, a Nicomedia, donde se hallaba el emperador Constantino, aconsejóle decididamente esta solución. Lo mismo le propuso el patriarca Alejandro de Alejandría. Tal fue la verdadera génesis del primer concilio ecuménico, reunido en Nicea el año 325.
No obstante su avanzada edad y los efectos que había producido en su cuerpo tan continua y enconada lucha, San Alejandro acudió al concilio de Nicea acompañado de su secretario, el diácono San Atanasio. Desde un principio fue hecho objeto de los mayores elogios de parte de Constantino y de la mayor parte de los obispos, ya que él era quien había descubierto el virus de aquella herejía y aparecía ante todos como el héroe de la causa por Dios. Como tal tuvo la mayor satisfacción al ver condenada solemnemente la herejía arriana en aquel concilio, que representaba a toda la Iglesia y estaba presidido por los legados del Papa.
Vuelto San Alejandro a su sede de Alejandría, sacando fuerzas de flaqueza, trabajó lo indecible durante el año siguiente en remediar los daños causados por la herejía. Su misión en este mundo podía darse por cumplida. Como pastor, colocado por Dios en una de las sedes más importantes de la Iglesia, había derrochado en ella los tesoros de su caridad y de la más delicada solicitud pastoral, y habiendo descubierto la más solapada y perniciosa herejía, la había condenado en su diócesis y había conseguido fuera condenada solemnemente por toda la Iglesia en Nicea. Es cierto que la lucha entre la ortodoxia y arrianismo no terminó con la decisión de este concilio, sino que continuó cada vez más intensa durante gran parte del siglo IV. Pero San Alejandro había desempeñado bien su papel y dejaba tras sí a su sucesor en la misma sede de Alejandría, San Atanasio, quien recogía plenamente su herencia de adalid de la causa católica.
Según todos los indicios, murió San Alejandro el año 326, probablemente el 26 de febrero, si bien otros indican el 17 de abril. En Oriente su nombre fue pronto incluido en el martirologio. En el Occidente no lo fue hasta el siglo IX.

lunes, 25 de febrero de 2013

Salmo 49


Salmo 49 – Ofrece a Dios el sacrificio de Acción de Gracias

La parte central de este Salmo está constituida por la acusación que Dios dirige a su Pueblo, para reprocharle su infidelidad a la Alianza.
El reproche está precedido por la descripción de la teofanía cultual, en la que el Señor se manifiesta como acusador y como Juez (vs. 1-6).
El motivo de la acusación es la infidelidad de Israel a las exigencias morales de la Alianza (vs. 16-20), no compensada por la observancia de prácticas cultuales puramente exteriores (vs. 8-15).
La advertencia final (vs 21-23) es una amenaza para los que se obstinan en el mal camino, y una promesa de salvación para los fieles.

1. CON ISRAEL
Como toda religión, la religión de Israel, por bella que fuera en teoría, era vivida por hombres pecadores. Pueblo escogido, pueblo de la Alianza con Dios. Muy bello. ¡Pero qué de infidelidades! Por esto, se previeron ceremonias de "renovación" de la Alianza. Este salmo 49, hacía parte del RITUAL de esta especie de "liturgia penitencial" colectiva.

2. CON JESÚS
Jesús no cesa de recordar, que la única práctica religiosa agradable a Dios es la interior: "Si al momento de presentar tu ofrenda en el altar, recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, ve primero a reconciliarte con él" (Mateo 5,24). En una ocasión citó un pasaje de Oseas muy semejante a este salmo: "Misericordia quiero, y no sacrificios" (Mateo 9,13).

3. CON NUESTRO TIEMPO
La hipocresía religiosa es la peor de todas. El hombre de hoy, como los profetas de todos los tiempos, como el salmista que escribió este salmo, es sensible a la sinceridad necesaria en los actos del culto: "van a Misa, y no son mejores que los demás...". "Recitan mis leyes y hacen sus oraciones, pero son ladrones, adúlteros, difamadores...", decía ya el salmo.

El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará. Lo precede fuego voraz, lo rodea tempestad violenta. Desde lo alto convoca cielo y tierra para juzgar a su pueblo: "Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio". Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar. "Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti; -yo Dios, tu Dios-.No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños; Pues las fieras de la selva son mías, y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo, tengo a mano cuanto se agita en los campos. Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos? Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria". Dios dice al pecador: "¿por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros; sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu engaño, deshonras al hijo de tu madre; esto haces, ¿y me voy callar? ¿Crees que soy como tú? Te acusaré, te lo echaré en cara. Atención los que olvidáis a Dios, no sea que os destroce sin remedio. El que me ofrece acción de gracias, ese me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios".

… Este es mi peligro, Señor, en mi vida de oración, en mis tratos contigo: la rutina, la repetición, el formalismo. Recito oraciones, obedezco las rúbricas, cumplo con los requisitos. Pero a veces mi corazón no está en lo que rezo, y rezo por mera costumbre y porque me da reparo el dejarlo. Voy porque todos van y yo debo ir con ellos, e incluso siento escrúpulo y miedo de que, si dejo de rezar, te desagradará a ti y me castigarás; y por eso voy cuando tengo que ir y digo lo que tengo que decir y canto cuando tengo que cantar, pero lo hago un poco en el vacío, sin sentimiento, sin devoción, sin amor. Cuerpo sin alma.
… Lo reconozco, Señor; con frecuencia me he portado mal con mis hermanos; ¿y qué valor pueden tener mis sacrificios cuando he herido a mi hermano antes de llegarme a tu altar? Gracias por decírmelo, Señor; gracias por abrirme los ojos y recordarme cuál es el verdadero sacrificio que quieres de mí. Nada de toros o machos cabríos, de sangre o ritualismo, sino amor y servicio, rectitud y entrega, justicia y honradez. Servirte a ti en mi hermano antes de adorarte en tu altar.

Señor justo, que convocas la tierra de oriente a occidente y con tu palabra juzgas a los pueblos: échanos en cara nuestros pecados para que así alcancemos la salvación.