lunes, 30 de septiembre de 2013

Eclesiástico 17

Capítulo 17: Eclesiástico 17

La creación del hombre
17 1 El Señor creó al hombre de la tierra y lo hace volver de nuevo a ella. 
2 Le señaló un número de días y un tiempo determinado, y puso bajo su dominio las cosas de la tierra. 
3 Lo revistió de una fuerza semejante a la suya y lo hizo según su propia imagen. 
4 Hizo que todos los vivientes lo temieran, para que él dominara las fieras y los pájaros. 
5 Le dio una lengua, ojos y oídos, el poder de discernir y un corazón para pensar.
6 Él colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal. 
7 Les infundió su propia luz, para manifestarles la grandeza de sus obras,
8 y les permitió gloriarse eternamente de sus maravillas: 
9 así alabarán su Nombre santo, proclamando la grandeza de sus obras.

La Alianza del Señor con Israel
10 Les concedió además la ciencia y les dio como herencia una Ley de vida;
11 estableció con ellos una alianza eterna y les hizo conocer sus decretos.
12 Ellos vieron con sus ojos la grandeza de su gloria y oyeron con sus oídos la gloria de su voz.
13 Él les dijo: "Cuídense de toda injusticia", y dio a cada uno preceptos acerca del prójimo. 

La misericordia y la justicia del Señor
14 Los caminos de los hombres están siempre ante él y no pueden ocultarse a sus ojos.
15 Él asignó un jefe a cada nación, pero Israel es la parte del Señor.
16 Él es su primogénito, al que nutrió con su instrucción, y cuando dispensa la luz del amor, no lo abandona. 
17 Todas sus obras son para él claras como el sol y él tiene los ojos fijos en sus caminos.
18 Sus injusticias no están ocultas para el Señor y todos sus pecados están delante de él.
19 La limosna de un hombre es para él como un sello, y tiene en cuenta un favor como la pupila de sus ojos.
20 Después, él se levantará para retribuirles y pondrá sobre sus cabezas la recompensa merecida.
21 A los que se arrepienten, les permite volver y reconforta a los que perdieron la constancia.

Exhortación al arrepentimiento
22 Vuelve al Señor y deja de pecar, súplica ante su rostro y deja de ofenderlo. 
23 Vuelve al Altísimo, apártate de la injusticia y odia profundamente toda abominación.
24 ¿Quién alabará al Altísimo en el Abismo, si los vivientes no le rinden homenaje?
25 el muerto, el que ya no existe, deja de alabarlo: el que está vivo y sano debe alabar al Señor.
26 ¡Qué grande es la generosidad del Señor y su perdón para los que vuelven a él!
27 Un hombre no puede tenerlo todo, porque el ser humano no es inmortal.
28 ¿Hay algo más luminoso que el sol? ¡Y sin embargo, también él se eclipsa! ¡Cuánto más la carne y la sangre, que sólo conciben el mal!
29 El Señor pasa revista al ejército de los cielos, ¡cuánto más a los hombres, que son tierra y ceniza!

Montana

Montana (01-10-13)

La mayoría de los estadounidenses oyen “Montana” y piensan en dos cosas: un estado y una estrella. Joe Montana es un grande del fútbol americano en todos los aspectos. Antes de retirarse, condujo a los “49 de San Francisco” a cuatro victorias del campeonato nacional. Sus cifras: 16 temporadas, 40.551 yardas, 3.409 pases completados, 273 tantos y el puntaje más alto en quarterback (92.3) de un pasador no activo de la historia. Una ciudad adoptó su nombre. Tanto sus compañeros como sus contrarios han elogiado su elegancia y habilidades cuando estaba bajo presión, y su capacidad de correr un “entrenamiento de dos minutos” y convertirlo en un puntaje ganador.
Sin embargo, antes eran pocos los que creían que Montana tuviese posibilidades de hacer algo grande. Se crió en Monongahela, Pennsylvania, a la gran sombra de anteriores grandes del fútbol americano tales como Unitas, Blanda y Namath. Cuando entró en el equipo del “Notre Dame”, estaba en la línea diecisiete. En la época en que estaba en secundaria, condujo a su equipo en 1979 a una victoria en un retorno a la Copa Cotton, pero ningún equipo de la NFL parecía interesarse por él. Dos días antes del reclutamiento atrajo atención de los seleccionadores y fue finalmente elegido por San Francisco en la tercera ronda, en la selección 82. ¡Una vez allí, estuvo sentado en el banco, detrás del quarterback de inicio, por una temporada y media!
No se dé por vencido. ¡Aún hay tiempo!
No se desanime; todo aquel que ha llegado donde está, comenzó desde donde estuvo.Aunque tu principio haya sido insignificante, con todo, tu final aumentará sobremanera. Job 8:7

Evangelio del Martes 01 de Octubre

Día litúrgico: Martes XXVI (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,51-56): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

Comentario: Rev. D. Llucià POU i Sabater (Vic, Barcelona, España)

«Volviéndose, les reprendió»

Hoy, en el Evangelio, contemplamos cómo «Santiago y Juan, dijeron: ‘Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?’. Pero volviéndose, les reprendió» (Lc 9,54-55). Son defectos de los Apóstoles, que el Señor corrige.
Cuenta la historia de un aguador de la India que, en los extremos de un palo que colgaba en sus espaldas, llevaba dos vasijas: una era perfecta y la otra estaba agrietada, y perdía agua. Ésta —triste— miraba a la otra tan perfecta, y avergonzada un día dijo al amo que se sentía miserable porque a causa de sus grietas le daba sólo la mitad del agua que podía ganar con su venta. El trajinante le contestó: —Cuando volvamos a casa mira las flores que crecen a lo largo del camino. Y se fijó: eran flores bellísimas, pero viendo que volvía a perder la mitad del agua, repitió: —No sirvo, lo hago todo mal. El cargador le respondió: —¿Te has fijado en que las flores sólo crecen a tu lado del camino? Yo ya conocía tus fisuras y quise sacar a relucir el lado positivo de ellas, sembrando semilla de flores por donde pasas y regándolas puedo recoger estas flores para el altar de la Virgen María. Si no fueses como eres, no habría sido posible crear esta belleza.
Todos, de alguna manera, somos vasijas agrietadas, pero Dios conoce bien a sus hijos y nos da la posibilidad de aprovechar las fisuras-defectos para alguna cosa buena. Y así el apóstol Juan —que hoy quiere destruir—, con la corrección del Señor se convierte en el apóstol del amor en sus cartas. No se desanimó con las correcciones, sino que aprovechó el lado positivo de su carácter fogoso —el apasionamiento— para ponerlo al servicio del amor. Que nosotros también sepamos aprovechar las correcciones, las contrariedades —sufrimiento, fracaso, limitaciones— para “comenzar y recomenzar”, tal como san Josemaría definía la santidad: dóciles al Espíritu Santo para convertirnos a Dios y ser instrumentos suyos.

30 de Septiembre - Jerónimo

Jerónimo, Santo
Doctor de la Iglesia, 30 de Septiembre

Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).
Etimología: Jerónimo = Aquel que lleva nombre santo, viene del griego.
El IV siglo después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figuras de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.
Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 347; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.
Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén. 
La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradera, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.
Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y bíblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la larga lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Eclesiástico 16

Capítulo 16: Eclesiástico 16

Los hijos impíos
16 1 No desees un gran número de hijos inútiles ni te alegres de los hijos impíos. 
2 Por muchos que sean, no te alegres de ellos, si les falta el temor del Señor. 
3 No esperes que vivan mucho tiempo ni te sientas seguro porque son numerosos: vale más uno solo que mil y es mejor morir sin hijos que tenerlos impíos. 
4 Con uno solo inteligente se puebla una ciudad, pero la estirpe de los hombres sin ley es arrasada. 

El castigo de los pecadores
5 Mis ojos han visto muchas cosas semejantes y cosas peores aún escucharon mis oídos. 
6 En la reunión de los pecadores arde el fuego y contra la nación rebelde se enciende la ira. 
7 El Señor no perdonó a los antiguos gigantes que se rebelaron con toda su fuerza.
8 No dejó sin castigo a la ciudad donde vivía Lot, a los que abominaba a causa de su orgullo.
9 No se apiadó de la nación condenada al exterminio, de los que fueron expulsados a causa de sus pecados.
10 Así trata también a los seiscientos mil soldados que se amotinaron por la dureza de su corazón.
11 Aunque fuera uno solo el hombre obstinado, sería un milagro que quedara impune, porque en él está la misericordia, pero también la ira, es tan fuerte para el perdón como pródigo para la ira.
12 Tan grande como su misericordia es su reprobación: él juzga a cada uno según sus obras.
13 El pecador no escapará con su presa ni será defraudada la constancia de los buenos.
14 Él tiene en cuenta cada limosna y cada uno recibirá conforme a sus obras.

La omnipresencia de Dios
15 No digas: "Me ocultaré del Señor, y allá en lo alto, ¿quién se acordará de mí? Entre tanta gente pasaré inadvertido: ¿quién soy yo en la inmensa creación?". 
16 Mira: el cielo y lo más alto del cielo, el Abismo y la tierra se conmueven cuando él los visita:
17 las montañas junto con los cimientos de la tierra tiemblan de espanto bajo su mirada.
18 Pero no se reflexiona en estas cosas ¿y quién presta atención a sus designios?
19 Como una tempestad que se desata sin que el hombre se dé cuenta, así la mayoría de sus obras permanecen ocultas.
20 "¿Quién anuncia las obras de justicia? ¿Quién las espera? Porque la alianza está lejos": 
21 así razona el que no tiene entendimiento; el insensato, el extraviado, sólo piensa necedades.

El orden de la creación
22 Escucha, hijo mío, e instrúyete, presta mucha atención a mis palabras.
23 Revelaré mi enseñanza con mesura y expondré la ciencia con exactitud.
24 Por decisión del Señor existen sus obras desde el principio: desde que fueron hechas, él fijó sus límites.
25 Él ordenó sus obras para siempre, y su gobierno por todas las generaciones. Ellas no sufren hambre ni se fatigan y nunca interrumpen su actividad.
26 No se chocan unas contra otras y jamás desobedecen a su palabra.
27 Luego el Señor fijó sus ojos en la tierra y la colmó de sus bienes.
28 La cubrió con toda clase de vivientes y todos volverán a ella.

El amigo de mi hijo

El amigo de mi hijo (30-09-13)

Era la reunión del domingo por la noche en una iglesia. Después que cantaron, el sacerdote se dirigió a la congregación y presentó al orador invitado. Se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
«Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres.»
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento y miró fijamente a dos adolescentes que, por primera vez desde que comenzó la reunión, estaban mostrando interés. Y siguió narrando:
El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era seguidor de Cristo, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de su decisión era mucho mayor que los embates de las olas.
“Miró en dirección a su hijo y le gritó: “¡Te quiero, hijo mío!”, y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó halar al amigo hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo.”
Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.
“El padre —continuó el anciano— sabía que su hijo pasaría a la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!”
Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio.
Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se acercaron al anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
—Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo.
—Tienes toda la razón —le contestó el anciano mientras miraba su Biblia, gastada por el uso.
Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:
—Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese hijo era yo. CR
Dios mío, siempre alabaré tu gran amor, que nunca cambia; siempre hablaré de tu fidelidad, ¡tan firme como el cielo! Salmo 89:1-3
Mi amor por él nunca cambiará, ni faltaré a la promesa que le hice. Salmo 89:29
Sácianos de tu amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría. Salmo 90:14

Evangelio del Lunes 30 de Septiembre

Día litúrgico: Lunes XXVI (C) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor». Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

Comentario: Prof. Dr. Mons. Lluís CLAVELL (Roma, Italia)

«El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor»

Hoy, camino de Jerusalén hacia la pasión, «se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor» (Lc 9,46). Cada día los medios de comunicación y también nuestras conversaciones están llenas de comentarios sobre la importancia de las personas: de los otros y de nosotros mismos. Esta lógica solamente humana produce frecuentemente deseo de triunfo, de ser reconocido, apreciado, agradecido, y falta de paz, cuando estos reconocimientos no llegan.
La respuesta de Jesús a estos pensamientos —y quizá también comentarios— de los discípulos recuerda el estilo de los antiguos profetas. Antes de las palabras hay los gestos. Jesús «tomó a un niño, le puso a su lado» (Lc 9,47). Después viene la enseñanza: «El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor» (Lc 9,48). —Jesús, ¿por qué nos cuesta tanto aceptar que esto no es una utopía para la gente que no está implicada en el tráfico de una tarea intensa, en la cual no faltan los golpes de unos contra los otros, y que, con tu gracia, lo podemos vivir todos? Si lo hiciésemos tendríamos más paz interior y trabajaríamos con más serenidad y alegría.
Esta actitud es también la fuente de donde brota la alegría, al ver que otros trabajan bien por Dios, con un estilo diferente al nuestro, pero siempre valiéndose del nombre de Jesús. Los discípulos querían impedirlo. En cambio, el Maestro defiende a aquellas otras personas. Nuevamente, el hecho de sentirnos hijos pequeños de Dios nos facilita tener el corazón abierto hacia todos y crecer en la paz, la alegría y el agradecimiento. Estas enseñanzas le han valido a santa Teresita de Lisieux el título de “Doctora de la Iglesia”: en su libro Historia de una alma, ella admira el bello jardín de flores que es la Iglesia, y está contenta de saberse una pequeña flor. Al lado de los grandes santos —rosas y azucenas— están las pequeñas flores —como las margaritas o las violetas— destinadas a dar placer a los ojos de Dios, cuando Él dirige su mirada a la tierra.

29 de Septiembre - Luis Monza

Luis Monza, Beato
Presbítero y Fundador de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad, 29 de Septiembre

Martirologio Romano: Don Luis Monza, sacerdote de la Archidiócesis de Milán y fundador de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad.
Fecha de beatificación: 30 de abril de 2006 por el Papa Benedicto XVI, en ceremonia realizada en Milán, Italia.
Nació en Cislago, provincia de Varese (Italia), el 22 de junio de 1898, en una familia campesina cuyas únicas riquezas eran el trabajo y la fe. Entró en el seminario a los dieciocho años, después de haber conocido a fondo la fatiga del trabajo del campo. 
El 19 de septiembre de 1925 recibió la ordenación sacerdotal, incardinado en la Archidiócesis de Milán. 
Como primera labor pastoral, fue destinado al Oratorio masculino de la parroquia de Vedano Olona. El inicio de su ministerio sacerdotal estuvo marcado por todo tipo de pruebas, incluida la cárcel durante el régimen fascista: fue acusado injustamente de haber organizado un atentado. Tras cuatro meses de prisión fue absuelto y liberado. 
En 1929 el arzobispo metropolitano lo trasladó al santuario de la Virgen de los milagros de Saronno, donde se dedicó a la animación de la juventud. 
Allí, ensanchó su mirada al mundo entero, marcado por la soledad, la tristeza y el egoísmo, pues estaba convencido de que "urgía ayudarle a experimentar el amor de Dios". Se trataba de una gran intuición, aunque tuvo que esperar que el Señor le indicara cuál era el camino concreto que debía seguir. 
En particular, ante el mundo "paganizado" tuvo la intuición de ver en la caridad de los primeros cristianos el medio más apto para acercarse al hombre contemporáneo y anunciarle el Evangelio de Cristo. Los cristianos debían ser testigos del amor de Dios dentro de la sociedad misma, en la vida diaria y en la actividad profesional. "Cada uno de vosotros —decía— debe ser un artista de almas. Debemos reproducir la belleza de Jesús no en una tela, sino en las almas. Y el pincel del apostolado no debe caer nunca de nuestra mano". En 1936 fue nombrado párroco de San Giovanni, en Lecco, donde destacó como "sacerdote según el corazón de Dios". Siempre estaba disponible para los pobres, los enfermos y los perseguidos injustamente. Durante la segunda guerra mundial se esforzó en particular por ayudar a sus feligreses que estaban en el frente de batalla. 
En 1937 encontró el camino que el Señor le tenía preparado: fundar el instituto secular de las Pequeñas Apóstoles de la Caridad. Primero creó la asociación "Nuestra Familia" para la asistencia socio-sanitaria, la instrucción y la formación de las personas discapacitadas y menos favorecidas, sobre todo niños, a fin de que pudieran luego insertarse en el difícil contexto social. Las Pequeñas Apóstoles de la Caridad siguen realizando ese apostolado. Están presentes en Italia, Sudán, Brasil, Ecuador; y colaboran también en China, Marruecos y Palestina.
Sin embargo don Luigi Monza no pudo ver el desarrollo de su obra: murió, a causa de un infarto, el 29 de septiembre de 1954. Su celo en el ministerio parroquial, el esmero que ponía en la catequesis y la liturgia, la predicación fervorosa y concreta, y la cercanía a la gente pobre del barrio, hicieron de él un modelo de vida sacerdotal.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Eclesiástico 15

Capítulo 15: Eclesiástico 15

15 1 El que teme al Señor hace todo esto y el que se aferra a la Ley logrará la sabiduría. 
2 Ella le saldrá al encuentro como una madre y lo recibirá como una joven esposa,
3 lo alimentará con el pan de la inteligencia y le hará beber el agua de la sabiduría.
4 Él se apoyará en ella, y no vacilará, se unirá a ella, y no quedará confundido.
5 Ella lo exaltará por encima de sus compañeros y le abrirá la boca en medio de la asamblea.
6 Él encontrará el gozo y la corona de la alegría y recibirá en herencia un nombre perdurable.
7 Nunca la poseerán los que carecen de inteligencia, ni los hombres pecadores la verán jamás.
8 Ella se mantiene alejada del orgullo, y los mentirosos no piensan en ella.
9 No cabe la alabanza en labios del pecador, porque el Señor no se la envía:
10 sin sabiduría no hay alabanza, y es el Señor el que la inspira.

La libertad del hombre
11 No digas: "Fue el Señor el que me hizo claudicar", porque él no hace nunca lo que detesta.
12 No digas: "El me hizo extraviar", porque él no necesita de un hombre pecador.
13 El Señor detesta toda abominación, y nada abominable es amado por los que lo temen.
14 Él hizo al hombre en el principio y lo dejó librado a su propio albedrío.
15 Si quieres, puedes observar los mandamientos y cumplir fielmente lo que le agrada.
16 Él puso ante ti el fuego y el agua: hacia lo que quieras, extenderás tu mano.
17 Ante los hombres están la vida y la muerte: a cada uno se le dará lo que prefiera.
18 Porque grande es la sabiduría del Señor, él es fuerte y poderoso, y ve todas las cosas.
19 Sus ojos están fijos en aquellos que lo temen y él conoce todas las obras del hombre.
20 A nadie le ordenó ser impío ni dio a nadie autorización para pecar.

¿Quién entrena a quién?

¿Quién entrena a quién? (29-09-13)

Cansado de limpiar cada día la pileta de los delfines, el entrenador de un conocido acuario decidió entrenar a los delfines para que ellos mismos recogieran la basura que, después del show, volaba hasta la pileta. Así que comenzó a recompensarlos con comida extra cada vez que le traían un vaso de plástico o un papel que hubiera caído al agua.
En una oportunidad Daisy, una hembra adulta encontró un pedazo de papel, lo llevó al fondo del acuario y le colocó una pequeña piedra encima para evitar que flotara. Cada día cortaba varios trozos pequeños de papel y se los llevaba al entrenador recibiendo alimento cada vez.
Recientemente en un acuario de Hawái los entrenadores se sintieron intrigados al ver que cuando le formulaban a un delfín una pregunta cuya respuesta podía ser afirmativa o negativa, por ejemplo: ¿Hay una pelota flotando en algún lugar de la pileta?, los delfines contestaban sin mirar alrededor. Un día uno de los entrenadores estaba utilizando lentes de sol y descubrieron que cuando el que preguntaba era él, los delfines necesitaban buscar la pelota para poder contestar. Análisis posteriores demostraron que lo que sospecharon aquel día es real: Los delfines podían “leer” la respuesta en los ojos de los entrenadores.
Los delfines en cautiverio aprendieron a entrenar a los hombres que los encerraron para que los mantengan alimentados, les tiren balones para jugar, festejen sus piruetas y sean amables con ellos. Obtuvieron todo lo que se puede obtener estando en prisión.
Estos interesantes mamíferos ya eran animales inteligentes muchos millones de años. Cada día se descubren cosas nuevas que un delfín puede hacer, o viene haciendo sin que nos demos cuenta, desde hace mucho tiempo.
Todos los buzos coinciden en que cuando bucearon con delfines, fueron ellos los que se sintieron observados. Mientras los buzos simplemente pueden verlos, los delfines les están tomando algo parecido a una tomografía computarizada. Ellos pueden ver la densidad de cada uno de nuestros tejidos. Con su sofisticado ecolocalizador podrían detectar perfectamente una contractura muscular o un tumor y diferenciar uno de otro. Ahora sabemos que también pueden leer nuestra mirada. ¿Cuántas cosas más no sabemos?
Queremos tanto a los delfines que los encerramos en piletones y les enseñamos a parecerse a nosotros mientras los hacemos jugar al football, a imitarnos o a bailar nuestras canciones. Los queremos tanto que pagamos costosas entradas para que nuestros hijos puedan verlos de cerca sin tener que ir al mar. Nos engañamos a nosotros mismos pensando que de esta manera los estamos educando. Creemos que es indispensable que vean un delfín para saber de qué se trata. Al mismo tiempo que ignoramos lo mucho que nuestros hijos saben de dinosaurios sin que nunca hayan visto alguno cara a cara.
Tal vez sean tan inteligentes como para perdonarnos algún día.
Tito Rodríguez - Director Instituto Argentino de Buceo
Por encima de todo comprendemos con todo esto que Dios es sabio y grande. Y Dios ha hecho criaturas desde el hombre hasta el pez para demostrar su sabiduría en ellos. Por eso, siempre comprendamos que Dios está por encima de todo y que hoy lo mejor que podríamos hacer es darle gracias por su amor, sabiduría y grandeza.
Dad gracias al SEÑOR, invocad su nombre; hagan conocer sus obras entre los pueblos. 1 Crónicas 16:8