lunes, 31 de marzo de 2014

Hebreos 12

Capítulo 12: Hebreos 12

1 Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone,
2 fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios.
3 Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.
4 No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado.
5 Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él.
6 Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
7 Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?
8 Más si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos.
9 Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?
10 ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad.
11 Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
12 Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas
13 y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.
14 Procurad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
15 Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad.
16 Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura.
17 Ya sabéis cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.
18 No os habéis acercado a una realidad sensible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán,
19 sonido de trompeta y a un ruido de palabras tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más.
20 Es que no podían soportar esta orden: El que toque el monte, aunque sea un animal, será lapidado.
21 Tan terrible era el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: Espantado estoy y temblando.
22 Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne
23 y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación,
24 y a Jesús, mediador de una nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
25 Guardaos de rechazar al que os habla; pues si los que rechazaron al que promulgaba los oráculos desde la tierra no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde el cielo.
26 Su voz conmovió entonces la tierra. Mas ahora hace esta promesa: Una vez más haré yo que se estremezca no sólo la tierra, sino también el cielo.
27 Estas palabras, una vez más, quieren decir que las cosas conmovidas se cambiarán, ya que son realidades creadas, a fin de que permanezcan las inconmovibles.
28 Por eso, nosotros que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y reverencia,
29 pues nuestro Dios es fuego devorador.

Déjalo ir

Déjalo ir (01-04-14)

Hay gente que nos puede abandonar. ¡Y escúchenme cuando les digo esto! Cuando la gente nos quiera dejar: dejémosla ir.
No quiero que intentemos convencer a los demás de quedarse con nosotros, amándonos, llamándonos, cuidándonos, viniendo a vernos, permaneciendo atados a nosotros. Quiero decir: colguemos el teléfono.
Cuando la gente nos quiere dejar, dejémosla ir. Nuestro destino nunca está atado a alguien que se fue. La Biblia dice que salieron de nosotros para que pudiese manifestarse que no eran parte de nosotros. Si lo hubiesen sido, sin duda hubiesen continuado con nosotros [1 Juan 2:19].
La gente nos deja porque no están unidas a nosotros. Y si no están unidas a nosotros, no podemos retenerlas. Dejémoslas ir.
Y no significa que son malas personas, simplemente significa que su parte en la historia se acabó.
Si estamos sujetos a algo que no nos pertenece y que nunca fue para nosotros, necesitamos ¡dejarlo ir!
Si nos estamos aferrando a heridas ó dolores del pasado... ¡dejémoslos ir!
Si alguien no nos trata bien, no responde a nuestro amor y no aprecia nuestro valor... ¡dejémoslo ir!
Si alguien nos disgusta... ¡dejémoslo ir!
Si estamos aferrándonos a algunos pensamientos de mal o de venganza... ¡dejémoslo ir!
Si estamos enredados en una relación equivocada o en una adicción... ¡dejémosla ir!
Si nos aferramos a un empleo que no llena nuestras necesidades o expectativas... ¡dejémoslo ir!
Si tenemos una mala actitud... ¡dejémosla ir!
Si seguimos juzgando a los demás para sentirnos mejor... ¡dejémoslo ir! 
Si estamos atrapados en el pasado y Dios intenta llevarnos a un nuevo nivel en Él... ¡dejémoslo ir!
Si estamos luchando con la sanidad de una relación rota... ¡dejémosla ir!
Si seguimos intentando ayudar a alguien que no quiere siquiera ayudarse a sí mismo... ¡dejémoslo ir!
Si nos sentimos deprimidos y estresados... ¡dejémoslo ir!
Si hay una situación particular que estamos acostumbrados a manejar por nosotros mismos y Dios nos está diciendo: "quita las manos de encima", entonces necesitamos... ¡dejarla ir!
Permitamos que el pasado sea pasado. Olvidemos las cosas primeras. ¡Dios está haciendo algo nuevo en este año! ¡Dejémoslas ir!
Pongámonos en la onda o seremos dejados de lado... pensemos sobre ello y, entonces... ¡dejémoslo ir! "La batalla es del Señor" (TDJ)
Sin embargo, respira profundo y medita en esto. El Señor nunca te dejará, los demás podrán dejarte, pero Él promete estar a tu lado y eso es bastante en la vida. A Dios no lo dejes ir.
He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Gen 28:15
Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo de ellos, porque tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará. Deuteronomio 31:6

Evangelio del Martes 01 de Abril

Día Litúrgico: Martes IV (A) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Comentario: Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)

Jesús, viéndole tendido (...), le dice: ‘¿Quieres curarte?’

Hoy, san Juan nos habla de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía, más bien, una sala de espera de un hospital de trauma: «Yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos» (Jn 5,3). Jesús se dejó caer por allí.
¡Es curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya algo para “liberar”, para hacer feliz a la gente, allí está Él. Los fariseos, en cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su mala fe mataba el espíritu. La mala baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay peor sordo que el que no quiere entender.
El protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez. «¿Quieres curarte?» (Jn 5,6), le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el vacío porque no había encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre. Los cinco pórticos de la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del Maestro: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un instante.
La voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo paralítico, gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en la piscina de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo enfermo. En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta el poder de Dios por medio del agua.
El paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la experiencia de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos resolver, solos, aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a tu alrededor, una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que son incapaces de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza, envejece, mata. Hay que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia— nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e instrumentos de luz.

31 de Marzo - Cristóbal Robinson

Cristóbal Robinson, Beato
Presbítero y Mártir, 31 de Marzo

Martirologio Romano: En Carlisle, en Inglaterra, conmemoración del beato Cristóbal Robinson, presbítero y mártir, que fue testigo del martirio de san Juan Boste y, finalmente, bajo el reinado de Isabel I, en día no precisado, sólo por el hecho de ser sacerdote, también fue ajusticiado, recibiendo de esta forma la palma de la gloria. (1597) 
Fecha de beatificación: 22 Noviembre de 1987 por el Papa Juan Pablo II, junto a otros 84 mártires de Inglaterra, Gales y Escocia.
Cristóbal Robinson está en todas las antiguas listas de mártires durante la Reforma Protestante, pero su vida es todavía poco conocida. Sin embargo, su memoria nunca ha sido olvidada en Cumberland (hoy es parte de Cumbria), en donde él es el único mártir católico. Su muerte, evidentemente, causó una profunda impresión, especialmente en su natal: Carlisle.
Cristóbal Robinson nació probablemente en Woodside, cerca de Carlisle, entre 1565 y 1570. Fue admitido, con otras seis jóvenes, el 17 de agosto 1589 en el colegio de Douai como estudiante. Esta escuela había sido fundada el 29 de septiembre de 1568 por William Allen, un ex profesor de Oxford y que más tarde llegaría a ser cardenal. Los primeros cuatro sacerdotes fueron enviados a Inglaterra en 1574, y en los próximos diez años algo más de un centenar serían ordenados y partirían hacia Inglaterra.
De 1568 a 1594 el Colegio fue reasentado junto a la Universidad de Reims y fue en este período en el que Cristóbal Robinson era estudiante del Colegio.
Inmediatamente comenzó sus estudios teológicos y recibió la tonsura y las primeras Órdenes Menores el 18 de agosto de 1590. Era tal la necesidad urgente de sacerdotes que habían concedido al Colegio una dispensa general para acortar el tiempo de formación para el sacerdocio que habitualmente es de seis años. Cristóbal Robinson recibió el resto de órdenes menores y también las ordenes del subdiaconato y el diaconato en ceremonias realizadas durante los tres últimos días del mes de marzo de 1591. El 24 de febrero de 1992 fue ordenado sacerdote por el Cardenal Philip Sega en su capilla privada en Reims. Partió para Inglaterra el 1 de septiembre de 1592.
Cumberland y probablemente parte de Westmorland iban a ser su campo de trabajo. Existe una lista de 1596 en la que junto a su nombre se indica “vive principalmente en Woodside, cerca de Carlisle en Cumberland”. La única vivienda conocida con certeza por haber sido visitada y usada por él fue Johnby Hall, hogar de la familia Musgrave, a unas seis millas de Penrith, cerca de Castillo de Greystoke.
Él seguramente conocía a John Boste, natural de Dufton, cerca de Appleby, quien era el sacerdote más perseguido en los condados del norte. Él sería eventualmente capturado cerca de Brancepeth, en el Condado de Durham, el 13 de septiembre de 1593. Cristóbal Robinson se enteró de su captura y, teniendo la seguridad de que nadie lo reconocería, cabalgó para asistir a su juicio. Después escribió un detallado relato del proceso y muerte de John Boste. Este es el único documento de tu testigo presencial de un martirio, escrito inmediatamente luego de ocurrido los hechos.
Él mismo fue detenido tres años y medio después, el 4 de marzo de 1597. Una carta del P. Henry Garnett S.J., fechada el 7 de abril de 1597 establece lo siguiente:
"Robinson, un sacerdote del seminario, fue recientemente encarcelado y ahorcado en Carlisle. Durante la ejecución la cuerda se rompió dos veces y a la tercera el P. Robinson reprochó al comisario por su crueldad, diciéndole que, aunque él nunca cedería y se alegraba de su lucha, sin embargo la carne y la sangre eran débiles, por lo pedía un poco más de humanidad para no atormentar a un hombre durante tanto tiempo. Cuando ellos optaron por usar dos cuerdas, él dijo: con eso tardaré más en morir, pero no importa, estoy dispuesto a sufrir todo”.
El tiempo se ha encargado de hacer desaparecer los motivos por los que Cristóbal Robinson fuera juzgado, pero hay pruebas abundantes de que la única causa de su ejecución fue el ser un sacerdote católico.
También hay muchas evidencias de que en Carlisle el nombre de Cristóbal Robinson no es sólo recordado sino también invocado como un verdadero mártir.

domingo, 30 de marzo de 2014

Hebreos 11

Capítulo 11: Hebreos 11

1 La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.
2 Por ella fueron alabados nuestros mayores.
3 Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece.
4 Por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por ella fue declarado justo, con la aprobación que dio Dios a sus ofrendas; y por ella, aun muerto, habla todavía.
5 Por la fe, Henoc fue trasladado, de modo que no vio la muerte y no se le halló, porque le trasladó Dios. Porque antes de contar su traslado, la Escritura da en su favor testimonio de haber agradado a Dios.
6 Ahora bien, sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan.
7 Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe, condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe.
8 Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas.
10 Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía.
12 Por lo cual también de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar.
13 En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose extraños y forasteros sobre la tierra.
14 Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria;
15 pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella.
16 Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad.
17 Por la fe, Abraham, sometido a la prueba, presentó a Isaac como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito,
18 respecto del cual se le había dicho: Por Isaac tendrás descendencia.
19 Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuera también figura.
20 Por la fe, bendijo Isaac a Jacob y Esaú en orden al futuro.
21 Por la fe, Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hijos de José, y se inclinó apoyado en la cabeza de su bastón.
22 Por la fe, José, moribundo, evocó el éxodo de los hijos de Israel, y dio órdenes respecto de sus huesos.
23 Por la fe, Moisés, recién nacido, fue durante tres meses ocultado por sus padres, pues vieron que el niño era hermoso y no temieron el edicto del rey.
24 Por la fe, Moisés, ya adulto, rehusó ser llamado hijo de una hija de Faraón,
25 prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado,
26 estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa.
27 Por la fe, salió de Egipto sin temer la ira del rey; se mantuvo firme como si viera al invisible.
28 Por la fe, celebró la Pascua e hizo la aspersión de sangre para que el Exterminador no tocase a los primogénitos de Israel.
29 Por la fe, atravesaron el mar Rojo como por una tierra seca; mientras que los egipcios intentando lo mismo, fueron tragados.
30 Por la fe, se derrumbaron los muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días.
31 Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores.
32 Y ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas.
33 Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones;
34 apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazando ejércitos extranjeros;
35 las mujeres recobraban resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor;
36 otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones;
37 apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de oveja y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados,
38 ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra.
39 Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas.
40 Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección.

El juego de un niño

El juego de un niño (31-03-14)

El golfista Tiger Woods estaba considerado como uno de los mejores jugadores de la década de los 90, con posibilidades de ubicarse entre los mejores de todos los tiempos.
Al verlo alinearse y estudiar un tiro difícil, habrá quien recuerde haberlo visto en un programa de televisión cuando tenía tres años de edad.
Para ese entonces ya demostraba talento para el juego, por lo que le prepararon una pequeña superficie para que practicase. Le pusieron delante una pelota a dos metros y medio del hoyo. Estudió el tiro, tiró y erró.
Le colocaron otra pelota en la misma posición. Nuevamente se preparó con el palo en la mano, pero esta vez primero levantó la pelota y la colocó a quince centímetros del hoyo. Entonces se puso en posición, le pegó a la pelota y anotó el tanto.
El animador del programa y el resto de la audiencia se rieron y aplaudieron al ver que el niño hizo lo que muchos adultos hubieran querido hacer. Por supuesto, que si hiciera eso hoy en día, sería expulsado del torneo de golf.
En una ocasión un turista le preguntó a un residente de un pueblito:"¿Alguna persona famosa nació en este pueblo?" La respuesta fue: "No, solamente bebés".
Todos empezamos siendo "solamente bebés", pero nuestro Creador ha puesto en nosotros el mayor poder del universo: la capacidad de crecer diariamente al responder a los desafíos de la vida.
¿Cómo enfrentaremos los desafíos del día de hoy? Podemos volvernos más egoístas, reclusos, pesimistas o inclusive llenarnos de odio. O, con la ayuda de Dios, podemos crecer y ser más comprensivos, optimistas, generosos y amorosos. Dios nos ha dado este día para crecer. ¿Lo vamos hacer a nuestra manera o a la manera de Dios?
Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. Efesios 4:13

Evangelio del Lunes 31 de Marzo

Día Litúrgico: Lunes IV (A) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 4,43-54): En aquel tiempo, Jesús partió de Samaría para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaúm. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue donde Él y le rogaba que bajase a curar a su hijo, porque se iba a morir. Entonces Jesús le dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creéis». Le dice el funcionario: «Señor, baja antes que se muera mi hijo». Jesús le dice: «Vete, que tu hijo vive».
Creyó el hombre en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Cuando bajaba, le salieron al encuentro sus siervos, y le dijeron que su hijo vivía. El les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: «Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre». El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: «Tu hijo vive», y creyó él y toda su familia. Esta nueva señal, la segunda, la realizó Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

Comentario: Rev. D. Ramon Octavi SÁNCHEZ i Valero (Viladecans, Barcelona, España)

«Jesús partió de Samaría para Galilea»

Hoy volvemos a encontrar a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Aunque el primero fue espectacular, éste es —sin duda— más valioso, porque no es algo material lo que se soluciona con el milagro, sino que se trata de la vida de una persona.
Lo que llama la atención de este nuevo milagro es que Jesús actúa a distancia, no acude a Cafarnaúm para curar directamente al enfermo, sino que sin moverse de Caná hace posible el restablecimiento: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50).
Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia, es decir, sin tener que hacernos presentes en el lugar donde se nos solicita nuestra generosidad. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros o con entidades católicas que están allí trabajando. Ayudamos a los pobres de barrios marginales de las grandes ciudades con nuestras aportaciones a instituciones como Cáritas, sin que debamos pisar sus calles. O, incluso, podemos dar una alegría a mucha gente que está muy distante de nosotros con una llamada de teléfono, una carta o un correo electrónico.
Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro.
La distancia no es ningún problema a la hora de ser generoso, porque la generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».

30 de Marzo - Juan Clímaco

Juan Clímaco, Santo
Abad, 30 de Marzo 

Martirologio Romano: En el monte Sinaí, san Juan, abad, que compuso la célebre obra Escala del Paraíso, para la instrucción de los monjes, señalando el camino del progreso espiritual a modo de una ascensión por treinta peldaños hacia Dios, de donde mereció ser nombrado con el sobrenombre de “Clímaco” (649).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.
El sobrenombre de Clímaco viene del célebre tratado de ascética escrito por Juan y que le había encomendado el abad del monasterio de Raithu, La Escalera del Paraíso (del griego clímax, que quiere decir escalera). Su biógrafo, el monje Daniel del monasterio de Raithu, al suroeste del Sinaí, escribe que Juan nació en Palestina y a la edad de seis años abandonó el pueblo natal para retirarse a un monasterio del Sinaí. Allí recibió la tonsura monacal a los cuatro años de su ingreso y vivió 19 años en comunidad bajo la guía de un santo anciano, llamado Martirio.Cuando murió el maestro, Juan se retiró a una celda solitaria sobre el monte Sinaí, a pocas leguas del monasterio, a donde bajaba los sábados y los domingos para participar en las ceremonias litúrgicas con los demás hermanos. En la celda no había sino una gran cruz de madera, una mesa y un banco que servía de silla y de cama. Su única riqueza eran los libros de la Sagrada Escritura y las obras de los Padres de la Iglesia, entre ellos la Regula Pastoralis de San Gregorio Magno, traducida al griego por un patriarca de Antioquía hacia el año 600.
La alusión a esta obra no es casual. Es evidente que la Scala Paradisi depende de la Regula Pastoralis, aunque durante mucho tiempo esto fue inexplicable porque los estudiosos creían que san Juan Clímaco había vivido en el siglo V; después se encontraron nuevos documentos que permitieron establecer la fecha de su muerte, acaecida en el 649, aclarando así la influencia de san Gregorio Magno sobre la doctrina ascética del anacoreta del Sinaí, sobre todo en el epílogo, titulado “Liber ad Pastorem”. En ese epílogo están resumidos los deberes de los abades y de cuantos gobiernan una comunidad religiosa. Juan Clímaco escribió esa síntesis de la doctrina espiritual en los años siguientes a su experiencia de anacoreta, cuando fue sacado de su amada soledad para ponerlo al frente del monasterio del Monte Sinaí.
El santo anacoreta tenía sesenta años cuando, por obediencia, escribió el resultado de sus prolongadas meditaciones sobre la práctica de las virtudes cristianas. Así nació uno de los tratados de teología ascética más leídos y que desde su primera publicación ha sido muy difundido. Su Scala tiene tres escalones, es decir, treinta capítulos que corresponden a los años de la vida de Jesús, y desarrolla en tres partes el camino o progreso del alma hacia la perfección, partiendo de la renuncia al mundo para llegar, mediante la lucha contra los vicios y la adquisición de las virtudes, a la cima de la perfección interior, que es la unión con Dios por medio de la caridad.

sábado, 29 de marzo de 2014

Hebreos 10

Capítulo 10: Hebreos 10

1 No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan.
2 De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados?
3 Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados,
4 pues es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados.
5 Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.
6 Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron.
7 Entonces dije: ¡He aquí que vengo pues de mí está escrito en el rollo del libro a hacer, oh Dios, tu voluntad!
8 Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron cosas todas ofrecidas conforme a la Ley
9 entonces añade: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo.
10 Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo.
11 Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados.
12 El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre,
13 esperando desde entonces hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies.
14 En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados.
15 También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Porque, después de haber dicho:
16 Esta es la Alianza que pactaré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en su mente las grabaré,
17 añade: Y de sus pecados e iniquidades no me acordaré ya.
18 Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.
19 Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús,
20 por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne,
21 y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de Dios,
22 acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa.
24 Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras,
25 sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos: tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día.
26 Porque si voluntariamente pecamos después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados,
27 sino la terrible espera del juicio y la furia del fuego pronto a devorar a los rebeldes.
28 Si alguno viola la Ley de Moisés es condenado a muerte sin compasión, por la declaración de dos o tres testigos.
29 ¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, y tuvo como profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al Espíritu de la gracia?
30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo.
31 ¡Es tremendo caer en la manos de Dios vivo!
32 Traed a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados, hubisteis de soportar un duro y doloroso combate,
33 unas veces expuestos públicamente a ultrajes y tribulaciones; otras, haciéndoos solidarios de los que así eran tratados.
34 Pues compartisteis los sufrimientos de los encarcelados; y os dejasteis despojar con alegría de vuestros bienes, conscientes de que poseíais una riqueza mejor y más duradera.
35 No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa.
36 Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido.
37 Pues todavía un poco, muy poco tiempo; y el que ha de venir vendrá sin tardanza.
38 Mi justo vivirá por la fe; mas si es cobarde, mi alma no se complacerá en él.
39 Pero nosotros no somos cobardes para perdición, sino creyentes para salvación del alma.

Encontrarla allí

Encontrarla allí (30-03-14)

Cada año, mi cumpleaños seguía el mismo ritual. Mi madre venía a verme, aquel día de otoño y cuando abría la puerta la encontraba parada en el umbral sobre un montón de hojas secas que el viento arrastraba hasta la grada.
Por lo general era un día frío, y ella siempre se presentaba con un regalo de cumpleaños debajo del brazo, algo pequeño precioso que hacía tiempo necesitaba, algo que no sabía que me hacía falta.
Entonces abría el regalo con gran cuidado, y luego lo guardaba junto con mis tesoros más preciados, pues para mí los obsequios frágiles son aquéllos que vienen de la mano de una madre.
Si mamá pudiera visitarme hoy en mi cumpleaños, la traería al calor de la cocina, tomaríamos una taza de té y contemplaríamos las hojas chocar con la fuerza del viento contra nuestra ventana.
No tendría prisa en desenvolver mi regalo, porque hoy sabría que ya lo había abierto al verla en el umbral de la puerta con su dulce y amorosa sonrisa, parada sobre un montón de hojas secas...
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. Éxodo 20:12

Evangelio del Domingo 30 de Marzo

Día Litúrgico: Domingo IV (A) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 9,1-41): En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios. Tenemos que trabajar en las obras del que me ha enviado mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo». Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego y le dijo: «Vete, lávate en la piscina de Siloé» (que quiere decir Enviado). El fue, se lavó y volvió ya viendo.
Los vecinos y los que solían verle antes, pues era mendigo, decían: «¿No es éste el que se sentaba para mendigar?». Unos decían: «Es él». «No, decían otros, sino que es uno que se le parece». Pero él decía: «Soy yo». Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: ‘Vete a Siloé y lávate’. Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». El respondió: «No lo sé».
Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de Él, ya que te ha abierto los ojos?». Él respondió: «Que es un profeta».
No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?». Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo». Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Cristo, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él».
Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?». Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ése no sabemos de dónde es». El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera.
Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». El respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ése es». Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante Él. Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos». Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: ‘Vemos’ vuestro pecado permanece».

Comentario: Rev. D. Joan Ant. MATEO i García (La Fuliola, Lleida, España)

«Vete, lávate»

Hoy, cuarto domingo de Cuaresma —llamado domingo “alegraos”— toda la liturgia nos invita a experimentar una alegría profunda, un gran gozo por la proximidad de la Pascua.
Jesús fue causa de una gran alegría para aquel ciego de nacimiento a quien otorgó la vista corporal y la luz espiritual. El ciego creyó y recibió la luz de Cristo. En cambio, aquellos fariseos, que se creían en la sabiduría y en la luz, permanecieron ciegos por su dureza de corazón y por su pecado. De hecho, «No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista» (Jn 9,18).
¡Cuán necesaria nos es la luz de Cristo para ver la realidad en su verdadera dimensión! Sin la luz de la fe seríamos prácticamente ciegos. Nosotros hemos recibido la luz de Jesucristo y hace falta que toda nuestra vida sea iluminada por esta luz. Más aun, esta luz ha de resplandecer en la santidad de la vida para que atraiga a muchos que todavía la desconocen. Todo eso supone conversión y crecimiento en la caridad. Especialmente en este tiempo de Cuaresma y en esta última etapa. San León Magno nos exhorta: «Si bien todo tiempo es bueno para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días de Cuaresma nos invitan a hacerlo de manera más urgente».
Sólo una cosa nos puede apartar de la luz y de la alegría que nos da Jesucristo, y esta cosa es el pecado, el querer vivir lejos de la luz del Señor. Desgraciadamente, muchos —a veces nosotros mismos— nos adentramos en este camino tenebroso y perdemos la luz y la paz. San Agustín, partiendo de su propia experiencia, afirmaba que no hay nada más infeliz que la felicidad de aquellos que pecan.
La Pascua está cerca y el Señor quiere comunicarnos toda la alegría de la Resurrección. Dispongámonos para acogerla y celebrarla. «Vete, lávate» (Jn 9,7), nos dice Jesús… ¡A lavarnos en las aguas purificadoras del sacramento de la Penitencia! Ahí encontraremos la luz y la alegría, y realizaremos la mejor preparación para la Pascua.

Pide a Dios...