jueves, 30 de junio de 2016

01 de Julio - Antonio Rosmini Serbati

Antonio Rosmini Serbati, Beato
Sacerdote, Filósofo, Teólogo y Fundador, 01 de Julio

Martirologio Romano: En Stresa, Italia beato Antonio Rosmini, sacerdote, fundador del Instituto de la Caridad y de las Religiosas de la Providencia († 1855).

Antonio Rosmini (Rovereto 1797 – Stresa 1855) vivió en la primera mitad del siglo XIX, época de grandes transformaciones y movimiento, en el cual fue personalmente comprometido Rosmini.
A los 16 años descubre la vocación al sacerdocio, a la cual responde de inmediato, a pesar de la oposición inicial de la familia. Su deseo de consagrarse a Dios encierra también el de servir al prójimo con todos los medios a su disposición: cultura y bienes materiales.
Como estudiante de teología en la universidad de Padova era abierto a todas las disciplinas para comprender mejor la problemática del hombre. Invierte su energía de joven en grandes proyectos como por ejemplo la Enciclopedia cristiana, en contraposición a la francesa, y la Sociedad de los Amigos para la animación cristiana de la sociedad.
A pesar que estas iniciativas no tuvieron seguimiento, es en este período que descubre el principio esencial que guiará de ahora en adelante su conducta. Se ofrece como instrumento a la Providencia para cualquier bien que desee cumplir. Por lo demás Rosmini se sumerge en un compromiso de continua conversión, emprendiendo solo las iniciativas indicadas por la voluntad de Dios por medio de la petición del prójimo. Aquí germina ese servicio de caridad universal, que abraza todo el hombre y se expresa como caridad material, intelectual y espiritual.
Guiado por la Providencia, Rosmini realiza una actividad extraordinaria: Además de ser fundador y guía espiritual de dos institutos religiosos, mantiene relaciones de amistad con diferentes clases de personas, sostiene una comunicación epistolar que actualmente forman trece volúmenes.

Trabaja en un nuevo sistema filosófico.
En 1848 trabaja como diplomático del gobierno del Piamonte ante la Santa Sede.
A pesar de su absoluta fidelidad al Papa Pío IX, al que siguió en su exilio en Gaeta (1848), las autoridades eclesiásticas, en 1849, pusieron en el «Índice» de los libros prohibidos dos de sus obras. Más tarde, fueron condenadas con el decreto doctrinal «Post Obitum» cuarenta proposiciones suyas, extraídas de obras sobre todo póstumas y de otras editadas en vida.
Es elegido como cardenal pero jamás llegó a concretarse este nombramiento. Esta prodigiosa actividad la realiza junto a un largo sufrimiento, vivido con fe heroica.
Humillado y perseguido, mantiene intacto su amor a la Iglesia, recibiendo todo como medio necesario para el progreso del Reino de Dios. Con el Concilio Vaticano II el pensamiento de Antonio Rosmini es redescubierto y estudiado. Fue beatificado bajo el pontificado de Su Santidad Benedicto XVI el 18 de noviembre de 2007.

I Macabeos 3


1 El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel.
3 El extendió la gloria de su pueblo y se revistió de la coraza como un héroe; se ciñó sus armas de guerra y libró batallas, protegiendo al ejército con su espada.
4 Fue como un león por sus hazañas, como un cachorro que ruge ante su presa.
5 Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
6 Los impíos se acobardaron ante él, temblaron todos los que hacían el mal, y gracias a él se logró la salvación.
7 Puso en aprieto a muchos reyes, alegó a Jacob con sus proezas, y su memoria será eternamente bendecida.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la ira de Dios.
9 Su fama llegó hasta los confines de la tierra, y congregó a los que estaban a punto de perecer.
10 Apolonio reunió muchos paganos y un numeroso contingente de Samaría para hacer la guerra contra Israel.
11 Al enterarse de esto, Judas salió a su encuentro, lo derrotó y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga.
12 Cuando recogieron el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella.
13 Serón, el capitán del ejército de Siria, al saber que Judas había agrupado alrededor de él un contingente de hombres adictos y dispuestos a combatir,
14 pensó: «Voy a hacerme famoso y a cubrirme de gloria en todo el reino, atacando a Judas y a sus secuaces, que intentan despreciar la orden del rey».
15 Entonces reanudó la lucha y con él subió un poderoso ejército de impíos para ayudarlo a vengarse de los israelitas.
16 Cuando se acercó a la subida de Betjorón, Judas le salió al encuentro con unos pocos hombres.
17 Estos, al ver el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir con una multitud tan poderosa? Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada en todo el día».
18 Judas les respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos.
19 Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos nos atacan, llenos de insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos y para apoderarse de nuestros despojos.
21 Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres.
22 El Cielo los aplastará delante de nosotros: ¡no les tengan miedo!».
23 Apenas terminó de hablar, se lanzó sorpresivamente sobre el enemigo, y Serón fue aplastado con todo su ejército.
24 Después lo persiguieron por la pendiente de Betjorón hasta la llanura: allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron al país de los filisteos.
25 Así Judas y sus hermanos comenzaron a ser temidos, y el pánico se extendió por las naciones vecinas.
26 Su fama llegó a oídos del rey, y por todas partes se comentaban las batallas de Judas.
27 Al enterarse de esto, el rey Antíoco se enfureció y mandó reunir todas las fuerzas de su reino, un ejército poderosísimo.
28 Abrió su tesoro y pagó a las tropas el sueldo de un año, ordenándoles que estuvieran preparadas para cualquier eventualidad.
29 Entonces advirtió que se le había acabado el dinero del tesoro y que los tributos de la región eran escasos, debido a las disensiones y calamidades que él había provocado en el país, al suprimir las costumbres vigentes desde tiempo inmemorial.
30 Por eso temió que no le alcanzara, como otras veces, para los gastos y los regalos que antes solía hacer espléndidamente, superando a los reyes que lo habían precedido.
31 Sumamente preocupado a causa de esto, resolvió ir a Persia para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir así mucho dinero.
32 Mientras tanto, dejó a cargo del gobierno, desde el río Éufrates hasta la frontera de Egipto, a Lisias, miembro de la nobleza y de estirpe real.
33 Le confió la educación de su hijo Antíoco hasta su vuelta
34 y puso a su disposición la mitad de sus tropas y los elefantes, ordenándole todo lo que debía hacer, especialmente lo relativo a los habitantes de Judea y de Jerusalén:
35 él debía enviar un ejército para destruir y aplastar la fuerza de Israel, y lo que aún quedaba de Jerusalén hasta borrar de su recuerdo.
36 Luego debía establecer extranjeros en todo su territorio y repartir entre ellos sus tierras.
37 El rey, por su parte, tomó consigo la otra mitad del ejército y partió de Antioquía, capital de su reino, el año ciento cuarenta y siete. Después de atravesar el río Éufrates, recorrió a las provincias de la meseta.
38 Lisias eligió a Tolomeo, hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, personas influyentes entre los amigos del rey,
39 y los envió con cuarenta mil soldados y siete mil jinetes, para que invadieran el territorio de Judá y lo arrasaran, como lo había ordenado el rey.
40 Ellos partieron con todo su ejército y acamparon cerca de Emaús, en la llanura.
41 Al enterarse de su llegada, los mercaderes de la región se presentaron en el campamento con mucha plata y oro, y provistos también de cadenas para llevar como esclavos a los israelitas. A ellos se sumó un contingente de Siria y del país de los filisteos.
42 Judas y sus hermanos vieron que se habían agravado los males y que el ejército estaba acampado dentro de su territorio. También se enteraron de la consigna real de destruir al pueblo hasta aniquilarlo.
43 Entonces se dijeron unos a otros: «Libremos a nuestro pueblo de la ruina y luchemos por él y por el Santuario».
44 Luego se convocó a la asamblea para prepararse a combatir, para orar y pedir piedad y misericordia.
45 Jerusalén estaba deshabitada como un desierto, ninguno de sus hijos entraba ni salía. El Santuario había sido pisoteado, los extranjeros ocupaban la Ciudad, convertida en albergue de los paganos. Había desaparecido la alegría de Jacob, y ya no se oía la flauta ni la cítara.
46 Una vez reunidos, fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque antiguamente Israel había tenido allí un lugar de oración.
47 Aquel día ayunaron, se vistieron con un sayal, esparcieron ceniza sobre sus cabezas y rasgaron sus vestiduras.
48 Abrieron el libro de la Ley para descubrir en él lo que los paganos consultaban a sus ídolos.
49 Trajeron las vestiduras sacerdotales, las primicias y los diezmos, hicieron comparecer a los nazireos que habían cumplido el tiempo de su voto,
50 y levantaron su voz hacia el Cielo, diciendo: «¿Qué haremos con estos? ¿A donde los llevaremos?
51 Tu Santuario ha sido pisoteado y profanado, tus sacerdotes están de duelo y humillados,
52 y ahí están los paganos, aliados contra nosotros para exterminarnos. Tú conoces lo que traman contra nosotros.
53 ¿Cómo podremos hacerles frente, si tú no vienes en nuestra ayuda?».
54 Luego, hicieron sonar las trompetas y lanzaron grandes alaridos.
55 Inmediatamente, Judas puso oficiales al frente del ejército: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez mil hombres.
56 A los que estaban construyendo su casa, a los que acababan de casarse o de plantar una viña y a los que tenían miedo, les ordenó que volvieran cada uno a su casa, conforme a la Ley.
57 Luego avanzó con el ejército y acampó al sur de Emaús. Judas les dijo:
58 «Cíñanse las armas, compórtense valerosamente y estén preparados mañana al amanecer para atacar a los paganos que se han aliado contra nosotros a fin de destruirnos y destruir nuestro Santuario.
59 Porque es preferible para nosotros morir en el combate que ver las desgracias de nuestra nación y del Santuario.
60 ¡Se cumplirá lo que el Cielo disponga!

La ley del más fuerte


Si treinta sádicos -sugiere Peter Kreeft- acordasen torturar a una persona, ¿podría el número hacer que la acción fuese correcta? ¿Y si fuera la sociedad entera quien lo aprobara?
Si la tortura es mala, no es porque la sociedad lo diga, sino porque lo es en sí misma.
Un linchamiento suele estar “consensuado” por la masa popular, que aplica justicia -y rápidamente- conforme a un veredicto dictado también por abrumadora mayoría. Sin embargo, aunque cumpla los postulados de la moral relativista, no resulta aceptable.
Si en 1939 se hubiera hecho en Alemania una encuesta sobre si es lícito exterminar a los adultos mal constituidos, es probable que hubiera contado con una aprobación general. Sin embargo, la opinión mayoritaria no convertiría en morales esos actos.
En bastantes países islámicos se niega la posibilidad de cambiar de la fe musulmana a otra religión. Es una prohibición legal, y aceptada por la opinión pública, pero atenta contra la libertad religiosa, que es un derecho humano previo a todo eso.
El hecho de que algo esté aceptado por una mayoría social no es garantía moral segura. Es solo un indicador del nivel de reconocimiento de la verdad que hay en esa sociedad. La historia de los progresos humanos, -y no solo en los progresos éticos, sino también en los científicos- muestra que la comprensión de la verdad suele ser, en los comienzos, minoritaria. Piénsese, por ejemplo, en los primeros movimientos en contra de la esclavitud o la discriminación racial, que nacieron con una reducida aceptación social.
-Sin embargo, el Estado puede y debe elaborar leyes y reglas, y luego cambiarlas cuando sea preciso. Y hoy se dice a los automovilistas que circulen por la derecha, pero mañana se les puede decir que circulen por la izquierda. Y no parece que haya nada malo en eso.
Efectivamente, hay leyes y normas que no tienen una calificación moral directa, y el Estado puede decidir sobre ellas en uno u otro sentido. Sin embargo, hay otras cosas que son buenas o malas en sí mismas, independientemente de que el Estado las imponga o no, o que le gusten más o menos a los ciudadanos. Los hombres no pueden inventar las reglas de la moral: solo pueden procurar descubrirlas (algo parecido a lo que sucede, por ejemplo, con las reglas de la salud corporal).
El buen legislador es el que legisla buscando verdades que conducen a la justicia, no el que pretende decidir arbitrariamente lo que es justo o injusto (igual que el buen médico es el que descubre verdades relacionadas con la salud, no el que decide arbitrariamente qué es estar sano o enfermo).
Al recordar el genocidio nazi hemos visto cómo una mayoría que no reconoce más límites que ella misma, incurre fácilmente en la tentación de arrollar los derechos básicos de las minorías. Y esas minorías pueden ser minorías étnicas (racismo), no nacidos (aborto), ancianos enfermos o deficientes mentales (eutanasia), o cualquier colectivo que no pueda defenderse de la mayoría que ostenta el poder. Una actitud de ese tipo lleva al dominio tiránico del grupo más fuerte en cada momento. Como en la selva, se impone la ley del más fuerte (que en este caso es la inapelable mayoría).
No se puede forzar a la verdad a estar en relación directa con el número de personas a las que persuade. La ética natural, y con ella la dignidad de la persona, debe respetarse como algo que está por encima de la decisión de cualquier colectivo humano. No es el Estado quien otorga a los hombres sus derechos fundamentales: esos derechos no son otorgados, sino reconocidos y protegidos por el Estado, puesto que son derechos inherentes a la dignidad humana. El Estado no concede el derecho a la vida ni a la propia dignidad: ha de limitarse a reconocer y defender esos derechos. AA

Evangelio del Viernes 01 de Julio

Día Litúrgico: Viernes XIII (C) del T.O

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

«Sígueme»

Comentario: + Rev. D. Pere CAMPANYÀ i Ribó (Barcelona, España)

Hoy, el Evangelio nos habla de una vocación, la del publicano Mateo. Jesús está preparando el pequeño grupo de discípulos que han de continuar su obra de salvación. Él escoge a quien quiere: serán pescadores, o de una humilde profesión. Incluso, llama a que le siga un cobrador de impuestos, profesión menospreciada por los judíos —que se consideraban perfectos observantes de la ley—, porque la veían como muy cercana a tener una vida pecadora, ya que cobraban impuestos en nombre del gobernador romano, a quien no querían someterse.
Es suficiente con la invitación de Jesús: «Sígueme» (Mt 9,9). Con una palabra del Maestro, Mateo deja su profesión y muy contento le invita a su casa para celebrar allí un banquete de agradecimiento. Era natural que Mateo tuviera un grupo de buenos amigos, del mismo “ramo profesional”, para que le acompañaran a participar de aquel convite. Según los fariseos, toda aquella gente eran pecadores reconocidos públicamente como tales.
Los fariseos no pueden callar y lo comentan con algunos discípulos de Jesús: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» (Mt 9,10). La respuesta de Jesús es inmediata: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal» (Mt 9,12). La comparación es perfecta: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9,13).
Las palabras de este Evangelio son de actualidad. Jesús continúa invitándonos a que le sigamos, cada uno según su estado y profesión. Y seguir a Jesús, con frecuencia, supone dejar pasiones desordenadas, mal comportamiento familiar, pérdida de tiempo, para dedicar ratos a la oración, al banquete eucarístico, a la pastoral misionera. En fin, que «un cristiano no es dueño de sí mismo, sino que está entregado al servicio de Dios» (San Ignacio de Antioquía).
Ciertamente, Jesús me pide un cambio de vida y, así, me pregunto: ¿de qué grupo formo parte, de la persona perfecta o de la que se reconoce sinceramente defectuosa? ¿Verdad que puedo mejorar?

miércoles, 29 de junio de 2016

30 de Junio - Felipe Powell

Felipe Powell, Beato
Sacerdote y Mártir, 30 de Junio

En Londres, en Inglaterra, beato Felipe Powell, presbítero de la Orden de San Benito y mártir.
Originario del País de Gales, en tiempo del rey Carlos I fue detenido a bordo de una nave y, por ser sacerdote e intentar entrar en Inglaterra, fue condenado al patíbulo en Tyburn (1646).

I Macabeos 2


1 En esos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Joarib, salió de Jerusalén y fue a establecerse a Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gadí;
3 Simón, llamado Tasí;
4 Judas, llamado Macabeo;
5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Afús.
6 Al ver las impiedades que se cometían en Judá y en Jerusalén,
7 Matatías exclamó: «¡Ay de mí! ¿Para esto he nacido? ¿Para ver la ruina de mi pueblo y la destrucción de la Ciudad Santa? ¿Para quedarme sentado en ella, mientras es entregada al poder del enemigo y el Santuario está en manos de extranjeros?
8 Su Templo ha quedado como un hombre envilecido,
9 los objetos que eran su gloria fueron llevados como botín, sus niños masacrados en las plazas, sus jóvenes pasados al fijo de la espada enemiga.
10 ¿Qué pueblo no ha heredado su realeza, apoderándose de sus despojos?
11 Ella ha sido privada de todo su esplendor y de libre se ha convertido en esclava.
12 Y ahí está nuestro Santuario, nuestro honor y nuestro orgullo, convertido en un desierto y profanado por los paganos.
13 ¿Vale la pena seguir viviendo así?
14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras, se pusieron un sayal y se lamentaron amargamente.
15 Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín, para exigir que se ofrecieran los sacrificios.
16 Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte.
17 Entonces los enviados del rey fueron a decirle: «Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos.
18 Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos».
19 Matatías respondió en alta voz: «Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes,
20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres.
21 El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos.
22 Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda».
23 Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey.
24 Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar.
25 Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar.
26 Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
27 Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: «Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga».
28 Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.
29 Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí
30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque la desgracia se había desencadenado sobre ellos.
31 Los funcionarios del rey y la guarnición que residía en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que algunos hombres, conculcando la orden del rey, habían ido a ocultarse en los escondites del desierto.
32 Un fuerte contingente salió a perseguirlos y logró alcanzarlos. Los cercaron y se dispusieron a atacarlos. Era un día sábado,
33 y les dijeron: «¡Es hora de acabar con esto! ¡Salgan, cumplan la orden del rey y salvarán sus vidas!».
34 Ellos respondieron: «No saldremos, ni obedeceremos la orden real, profanando así el sábado».
35 Inmediatamente los atacaron,
36 pero ellos no se defendieron, ni siquiera arrojándoles piedras o cerrando la entrada de sus refugios.
37 «Muramos todos, decían, manteniendo nuestra integridad. El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos hacen perecer injustamente».
38 Así fueron atacados en pleno sábado, y perecieron los hombres con sus mujeres, sus hijos y el ganado. Eran en total unas mil personas.
39 Al enterarse de lo ocurrido, Matatías y sus amigos se lamentaron amargamente por las víctimas,
40 pero dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra».
41 Y aquel mismo día resolvieron lo siguiente: «Hagamos frente a todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios».
42 Entonces se les unió el grupo de los asideos, hombres valientes en Israel, todos ellos sinceramente fieles a la Ley.
43 También se les unieron y les prestaron su ayuda todos los que querían escapar de la opresión.
44 Así formaron una fuerza armada que comenzó a descargar su ira contra los pecadores y su furor contra los impíos. Los demás tuvieron que salvarse, huyendo a las naciones extranjeras.
45 Matatías y sus adeptos recorrieron el país, destruyendo altares,
46 y circuncidando por la fuerza a los niños incircuncisos que hallaron en el territorio de Israel.
47 Persiguieron a los arrogantes, y la campaña dio buenos resultados.
48 De esa manera defendieron la Ley contra los paganos y sus reyes, y no permitieron que prevalecieran los malvados.
49 Cuando la vida de Matatías llegaba a su fin, este dijo a sus hijos: «Ahora reinan la insolencia y el ultraje, es tiempo de perturbación y de furor desencadenado.
50 Por lo tanto, hijos míos, ardan de celo por la Ley, dando la vida por la Alianza de nuestros padres
51 Recuerden las obras que realizaron nuestros padres en su tiempo: así alcanzarán una inmensa gloria, inmortal nombre.
52 ¿Acaso Abraham no fue hallado fiel en la prueba y por eso Dios lo contó entre los justos?
53 José, en el momento de la angustia, observó la Ley, y así llegó a ser señor de Egipto.
54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, recibió la alianza de un sacerdocio eterno.
55 Josué, por haber cumplido la palabra de Dios, llegó a ser juez en Israel.
56 Caleb, por haber dado testimonio ante la asamblea, recibió una herencia en el país.
57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre
58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo.
59 Ananías, Azarías y Misael, por haber confiado en Dios, fueron salvados de la llama.
60 Daniel, por su integridad, fue librado de las fauces de los leones.
61 Adviertan, entonces, que a lo largo de las generaciones los que esperan en él no sucumben jamás.
62 No teman las amenazas de un hombre pecador, porque su gloria acabará en podredumbre y gusanos.
63 hoy es exaltado y mañana desaparece, porque habrá vuelto al polvo de donde vino y sus proyectos quedarán frustrados.
64 Por eso, hijos míos, sean valientes, y manténganse firmes en el cumplimiento de la Ley, ya que gracias a ella serán colmados de gloria.
65 Ahí tienen a Simeón, su hermano. Yo sé que es hombre sensato: escúchenlo siempre, y hará las veces de padre.
66 Judas Macabeo ha sido valiente desde su juventud: que él sea el jefe del ejército y dirija la guerra contra los extranjeros.
67 Ustedes, por su parte, reúnan a todos los que practican la Ley y reivindiquen a nuestro pueblo.
68 Devuelvan a los paganos el mal que ellos les han hecho y observen los preceptos de la Ley».
69 Después los bendijo y fue a reunirse con sus padres.
70 Matatías murió el año ciento cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo un gran duelo por él.

La verdad sobre los abrazos


No existe un mal abrazo, solamente buenos y óptimos abrazos.
Los abrazos son dietéticos y no causan cáncer o caries…
Los abrazos son totalmente naturales, sin conservantes, ingredientes artificiales o pesticidas…
Los abrazos son: libres de colesterol, endulzados naturalmente, 100% disponibles en la naturaleza y son totalmente reciclables…
Los abrazos son fáciles de transportar, no necesitan baterías, sintonización o rayos-X…
Los abrazos están exentos de impuestos, totalmente regenerables y autosuficientes energéticamente…
Los abrazos son seguros en cualquier tipo de clima…
La verdad… los abrazos son especialmente aconsejables para días fríos y lluviosos.
Los abrazos son excepcionalmente efectivos en tratamientos de problemas como: pesadillas o depresión del día lunes…
Nunca dejes para mañana si puedes abrazar a alguien hoy, porque cuando das un abrazo a alguien, en el mismo instante recibes uno de vuelta.
¡Para ti un abrazo especial!

Evangelio del Jueves 30 de Junio

Día Litúrgico: Jueves XIII (C) del T.O

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»

Comentario: Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous (Barcelona, España)

Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.
El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).
¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.
Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.
Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.

martes, 28 de junio de 2016

Insuficiencia cardíaca - Estimulación Multipunto - Nueva terapia para quienes no responden a los tratamientos tradicionales


Se trata de un marcapasos especial que estimula el corazón desde el ventrículo derecho e izquierdo en forma simultánea, reduciendo el número de pacientes que no responden a la terapia tradicional.
“Hoy, por primera vez en el país, implantamos el dispositivo con capacidad de realizar una terapia más efectiva mediante la estimulación multipunto” explica el Dr. Fernando Scazzuso, Jefe del Servicio de Electrofisiología y Arritmias del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires. 
La terapia tradicional, de resincronización, solía ser la solución para reducir síntomas e índices de mortalidad en un subgrupo de personas con insuficiencia cardíaca. Sin embargo, existen los pacientes ‘no respondedores’, quienes no alcanzan mediante esta modalidad los beneficios necesarios. “Para este tipo de pacientes, la estimulación multipunto es elemental debido que devuelve al corazón su contracción armónica” declara el Dr. Scazzuso. 
Lo novedoso de este nuevo dispositivo es la capacidad para estimular el ventrículo izquierdo desde más de un punto a la vez mejorando la sintomatología del paciente, en cuanto a su capacidad para realizar ejercicio, la falta de aire y las reinternaciones por insuficiencia cardíaca. En definitiva, mejora la calidad de vida en pacientes con diagnóstico de insuficiencia cardíaca. 
El instrumento cardíaco cuenta con la aprobación de la FDA (del inglés, Food and Drugs Administration), entidad americana que evalúa la eficacia y la seguridad de los nuevos dispositivos y medicamentos en EE.UU, sobre la base de más de 50 estudios que avalan su seguridad y eficacia. 

¿Qué es la Insuficiencia Cardíaca?
Es una enfermedad que afecta a 2 de cada 100 personas, pero con el avance de la edad su frecuencia es mayor y afecta a 10 de cada 100 personas mayores de 80 años.
La Insuficiencia Cardíaca (IC) es una patología que deteriora la calidad y reduce la expectativa de vida de las personas que la padecen. Se produce por la imposibilidad del corazón de eyectar la sangre que necesitan los órganos para su normal funcionamiento. Los síntomas más frecuentes son la falta de aire, edemas en las piernas y cansancio fácil, entre otros. 
Las causas que llevan a la IC son el infarto agudo de miocardio (IAM), la enfermedad coronaria, las valvulopatías no corregidas, las miocardiopatías, la hipertensión arterial y la diabetes mal controlada. 
El control de los factores de riesgo para el desarrollo de la IC permite reducir que aparezcan nuevos casos. Como la primera causa de IC es la enfermedad coronaria, luchar contra el tabaquismo, lograr cifras adecuadas de tensión arterial, colesterol y glucemia y asegurar el tratamiento de la enfermedad coronaria, son medidas que permitirán disminuir los casos. Dr. Fernando Scazzuso

29 de Junio - Raimundo Lulio

Raimundo Lulio, Beato
Doctor Iluminado, Terciario Franciscano, 29 de Junio

Martirologio Romano: En una nave frente a las costas de la isla de Mallorca, España, beato Ramón Llull, religioso de la Tercera Orden Regular de San Francisco y mártir, el cual, varón de gran cultura e iluminada doctrina, para propagar el Evangelio de Cristo estableció un diálogo fraterno con los sarracenos. († 1316) 
Fecha de beatificación: Culto confirmado en 1847 por el Papa Pío IX. 
También conocido como: Ramón Lulio, Ramón Llull, Raimundo Llull.

En la isla de Mallorca, con las alas mayores que el nido, nació Ramón Llull (Raimundo Lulio), en año incierto del primer tercio del siglo XIII. Hijo de la primera generación de los conquistadores, acaudillados por don Jaime I, pudo identificarse ante el tribunal de la Sorbona, en París, y en un trance ambiguo, como catalán de Mallorca. No consiguió retenerle el sortilegio de su tierra natal y se hurtó al abrazo avaro de las costas mallorquinas. Tiempos hubo en que su nombre fue signo de contradicción y bandera de combate. Una anécdota falsa de su vida, la de un amor pecaminoso por una dama, cuyo pecho roía un cáncer con su diente asiduo, le aureoló con una celebridad romántica. Raimundo Lulio, para su gloria, no ha menester ninguna mentira.
Fue varón de deseos, como dijo el arcángel Gabriel, del profeta antiguo; pero se lanzó a la acción con ímpetu de arma arrojadiza. En su pecho, molido por la contrición, en el momento de su crisis espiritual, germinó un triple deseo, tan vasto, que su desmedida ambición le predestinaba a un fracaso previsible. Quería la iluminación y enderezamiento de toda la infidelidad, desparramada por el universo mundo. Quería conquistar todas las mentes con el imperio incondicional de la verdad; e inventó un sistema científico, a su parecer irrebatible. Quería coronar esta total dedicación suya con el derramamiento de su sangre, sellándola con una roja rúbrica final.
Centrada y sustanciada así la vida de Raimundo Lulio, todo lo demás en ella es lateral y adjetivo. Son armas de combate al servicio de aquel deseo triple; y las abandona tan pronto como se convence de que no le sirven para la consecución de su ideal inmediato. A la Sorbona de París llevó su sistema filosófico, su Arte Magna, en la que tenía una fe tan ciega, que la creía recibida de Dios, por iluminación, como un don intelectual. No la entienden ni los graves doctores ni los leves escolares, que la conceptúan demasiado sutil de comprender. Raimundo sufre un inenarrable desencanto. Va a mitigar su duelo acerbísimo en las afueras de París, en una bella selva poblada de árboles, abundosa de fuentes, de verdes prados, de hierbas en flor y de aves canoras. Fracasado, como él mismo reconoce, por manera de saber, arrumba su Arte Magna, y sale de nuevo a la palestra a ver si triunfará por manera de amor. Fruto de esta crisis y de esta derrota, es su bellísimo y ameno Árbol de filosofía de amor, con el que se lanza a un camino nuevo.
En vaso infrangible lleva el tesoro del apostolado. Apóstol es, y apóstol incomparable que descuella en su multiforme y proteica personalidad. Apóstol cuando se sienta en los bancos o en la cátedra de la Universidad parisina, donde se le apoda Ramón Barbaflorida. Apóstol es cuando sueña, con antelación de doscientos años a Santo Tomás Moro, una suerte de cristianísima utopía, porque utopía es aquel delicioso libro de Blanquerna por el cual quiere atraer sobre el mundo el reino de la justicia, del amor y de la paz de Cristo. Apóstol cuando rima los versos anfractuosos y abruptos de los Cien Nombres de Dios. Apóstol cuando compone el rústico, digámosle romancerillo en prosa suelta, del Amigo y del Amado, con tantos versículos como tiene el año y dice al avecita cantora en la respuesta enramada de Miramar con un infinito amor franciscano: Si no nos entendemos por lenguaje, entendámonos por amor. Apóstol más que nunca, cuando con el favor de Jaime II de Mallorca, y anticipándose en cientos de años al Colegio de Propaganda Fide, funda el colegio de lenguas orientales, cuyo acabamiento y dilapidación hubo de ver con sus ojos mortales que derramaron las más amargas lágrimas de su vida, en el cáliz de ajenjo de su obra rimada: Desconsuelo. Apóstol cuando acude a la corte del rey de Francia, Felipe, le bel; y a la corte del rey de Aragón, Jaime II, y dedica el libro De oración a su esposa, la dulce doña Blanca de Anjou, reina blanca de blanca paz. Apóstol cuando acude a la corte de Roma, infructuosamente; y con sus ochenta años a cuestas, camina hacia el concilio de Viena, sobre el Ródano, durante la cautividad de Aviñón, y emplaza ante el tribunal de Cristo al papa Clemente V, de quien promete ser testigo de cargo, si el concilio se malogra. Apóstol cuando acude a los capítulos generales de las grandes órdenes religiosas de su tiempo. Apóstol cuando en su opúsculo De fine, sólo conocido por su versión latina, excogita y ofrece planes para la conquista del norte de África, pasando por Málaga y Granada, camino el más rápido y seguro y primer paso para la redención del Santo Sepulcro de Jerusalén. Apóstol en sus proyectos de evangelización del universo mundo, no por violencia de armas materiales, sino con el sistema con que lo cristianizaron los apóstoles, con predicación evangélica persuasiva y con derramamiento de lágrimas y de sangre. Apóstol siempre Raimundo Lulio y fiel a sus tres deseos originales, que fueron el poderoso motor de su vida; ¿consiguió el supremo galardón y la paga del apóstol, que es el martirio?
Esta es la angustiosa incógnita de nuestros días y el más agudo tormento de sus biógrafos y de sus devotos. Por largos años y generaciones se creyó así. Hasta se fijó una fecha: la que corre desde los postreros días de junio de 1314 al 2 de julio, día de su triunfal arribo a su isla natal, efemérides honrada con la celebridad de su fiesta litúrgica y popular Nihil prius fide. El documento en que se basaba, parece amañado. Documentos auténticos, custodiados en el archivo de la corona de Aragón, atestiguan fechas de cuatro meses y aún más posteriores a aquella data. Su martirio, si fue, es fuerza que sea posterior, pero no nos lo dice la silenciosa historia; siempre queda, fuera de toda posible duda, que si no recibió el bautismo de sangre, durante los ochenta años rebasados de su vida mortal, sufrió a la continua el aguijón urente del bautismo de fuego.
Raimundo Lulio, en el generoso ímpetu de su conversión, en su grandiosa y quizá primogénita obra del Libro de contemplación, escribió estas palabras grávidas de fogoso deseo y llenas, tal vez, de clarividente presagio: 
«Bienaventurados son, Señor, aquellos que en este mundo se visten de rojo color y de vestiduras bermejas, semejantes a las que vestisteis Vos el día de vuestra muerte. Esta bienaventuranza y esta gracia espera vuestro siervo, todos los días, de Vos; que sus vestidos sean tintos en sangre y mojados de lágrimas el día de su muerte, si es que a Vos pluguiere que él muera por amor vuestro y por amor de aquellos que os aman.» Y aun, a veces, con golosa anticipación, se deleita saboreando el cáliz embriagante del martirio entrañablemente deseado y con ardientes votos que merecieron ser oídos de Dios:
«Tanto se dilata, Señor, el día en que yo tome martirio en medio del pueblo, confesando la santa fe cristiana, que todo me siento desfallecer y morir de deseo y añoranza porque no llegué a aquel día en que esté en medio del pueblo, acosado como león u otra salvaje alimaña, rodeada de cazadores que la matan y la despedazan.»
La pesadumbre de más de dieciséis lustros gravitaba en sus hombros; su barba, que en sus días de París era florida, ahora pendía cuajada en larga nieve sobre su pecho; y su cabeza blanqueaba con los rayos fríos de una aurora polar. Era llegada la hora de disponer de aquellas cosas que el Amado le diera en comanda. La avara antigüedad nos ha conservado el testamento postrero. Raimundo, como el protagonista de su Árbol de filosofía de amor, dejó su cuerpo al polvo de la tierra para que lo dispersase ante la faz del viento. Distribuyó su rica pobreza entre los dos hijos de su carne, Domingo y Magdalena, esposa del prócer barcelonés Pedro de Sentmenat; los frailes predicadores, los frailes franciscanos; las monjas de Santa Clara y las de Santa Margarita y las de la Penitencia y los niños huérfanos de la ciudad de Mallorca, y la obra de la bienaventurada Virgen María de la Seo, comenzada por el rey don Jaime I. Mayor preocupación le merecen sus obras seniles.
«Quiero y mando que copien sobre pergamino los libros en romance y en latín, que, mediante la divina gracia, compilé.» Quiere con voluntad muy firme que de todas sus obras de su invierno que saben a enjutez de tronco, pero amadas con una ternura especial, como son amados los benjamines, que se envíen ejemplares a la cartuja de París y que uno, en pergamino, se envíe a Micer Percival Spíniola, en Génova, que había de ser la última tierra cristiana que pisó, en saliendo para el supremo apostolado africano.
¿Cuándo volvió a Mallorca, vivo o muerto? No se sabe. ¡O vetustatis silentis obsoleta oblivio! Invidentur ista nobis... ¡Oh herrumbroso olvido de la silente antigüedad! Nos lo ocultó, por envidia, la callada vetustez con un dedo sobre la boca.
Raimundo Lulio, de quien se esperaba que pronto sería canonizado, fue sepultado, provisionalmente, en la sacristía de San Francisco de Asís. Llamado "Doctor Illuminatus" por sus contemporáneos.
Posteriormente, fue depositado el autor del dulcísimo Libro de Santa María, todo leche y miel, en la capilla de Nuestra Señora de la Consolación, del mismo templo, su coetáneo, en donde espera la resurrección de la carne. El sepulcro es bello y solemne, lleno de alegorías, construido por los Jurados de Mallorca, en el declivio del siglo XV. Es imposible acercarse al monumento sepulcral sin que a través del alabastro yerto el devoto no se imagine que vaya a oír los recios golpes de ala de un huracán aprisionado, o el crepitar del incendio de los huesos abrasados de aquel incendio que los abrasó en vida. Y como de la boca de un oráculo parécele que va a oír aquellas ardientes palabras que el mismo Raimundo escribió en el Amigo y el Amado:
«Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuentes de lágrimas; y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestras antorchas.»

I Macabeos 1


1 Alejandro de Macedonia, Hijo de Filipo, partió del país de Quitím, y después de derrotar a Darío, rey de los persas y los medos, reinó en lugar de él, en primer lugar sobre la Hélade.
2 Libró muchas batallas, conquistó plazas fuertes y dio muerte a reyes de la tierra.
3 Avanzó hasta los confines del mundo y saqueó una multitud de naciones. La tierra enmudeció en su presencia y por eso su corazón se ensoberbeció y se llenó de orgullo.
4 Reunió un ejército poderosísimo, y sometió provincias, naciones y dinastías, que le pagaron tributo.
5 Después cayó enfermo y, comprendiendo que iba a morir,
6 convocó a sus generales, a los nobles que se habían educado con él desde su juventud y, antes de su muerte, repartió entre ellos su reino.
7 Alejandro murió después de reinar doce años,
8 y sus generales se hicieron cargo del gobierno, cada uno en su propia región.
9 Apenas murió, todos se ciñeron la corona, y sus hijos los sucedieron durante muchos años, llenando la tierra de calamidades.
10 De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego.
11 Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: «Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males».
12 Esta propuesta fue bien recibida,
13 y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir las costumbres de los paganos.
14 Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos,
15 disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
16 Cuando Antíoco se sintió seguro de su poder, proyectó apoderarse también de Egipto, para gobernar sobre ambos reinos.
17 Entonces entró en Egipto con un poderoso ejército, con carros, elefantes, caballería y una gran flota.
18 Allí atacó a Tolomeo, rey de Egipto. Este retrocedió ante él y huyó, dejando muchos muertos.
19 Antíoco ocupó las ciudades fortificadas de Egipto y saqueó todo el país.
20 Después de derrotar a Egipto, emprendió el camino de regreso, el año ciento cuarenta y tres, y subió contra Israel, llegando a Jerusalén con un poderoso ejército.
21 Antíoco penetró arrogantemente en el Santuario y se llevó el altar de oro, el candelabro con todas sus lámparas,
22 la mesa de los panes de la ofrenda, los vasos para las libaciones, las copas, los incensarios de oro, el cortinado y las coronas, y arrasó todo el decorado de oro que recubría la fachada del Templo.
23 Tomó también la plata, el oro, los objetos de valor y todos los tesoros que encontró escondidos.
24 Cargó con todo eso y regresó a su país, después de haber causado una gran masacre y de haberse jactado insolentemente.
25 Una gran consternación se extendió por todo Israel.
26 Gimieron los jefes y los ancianos, languidecieron las jóvenes y los jóvenes, la belleza de las mujeres se marchitó.
27 El recién casado entonó un canto fúnebre; sentada en el lecho nupcial, la esposa estuvo de duelo.
28 Tembló la tierra por sus habitantes, y toda la casa de Jacob se cubrió de vergüenza.
29 Dos años después, el rey envió a las ciudades de Judá un recaudador de impuestos, que se presentó en Jerusalén con un poderoso ejército.
30 El les habló amistosamente, pero con la intención de engañarlos, y después que se ganó su confianza, atacó sorpresivamente a la ciudad y le asestó un terrible golpe, causando numerosas víctimas entre los israelitas.
31 Luego saqueó la ciudad, la incendió, y arrasó sus casas y la muralla que la rodeaba.
32 Sus hombres tomaron prisioneros a las mujeres y a los niños y se adueñaron del ganado.
33 Después, levantaron en torno a la Ciudad de David una muralla alta y resistente, protegida por torres poderosas, y la convirtieron en su Ciudadela.
34 Allí establecieron un grupo de gente impía, sin fe y sin ley, que se fortificó en ese lugar.
35 Lo proveyeron de armas y víveres, y depositaron allí el botín que habían reunido en el saqueo a Jerusalén. Así se convirtieron en una permanente amenaza.
36 Esto llegó a ser una acechanza para el Santuario, una cruel y constante hostilidad para Israel.
37 Derramaron sangre inocente alrededor del Templo y profanaron el Lugar santo.
38 A causa de ellos, huyeron los habitantes de Jerusalén y la Ciudad se convirtió en una colonia de extranjeros: se volvió extraña para los que nacieron en ella y sus propios hijos la abandonaron.
39 Su Santuario quedó devastado como un desierto, sus fiestas se transformaron en duelo, sus sábados en motivo de burla y su honor en desprecio.
40 Tan grande fue su vergüenza como lo había sido su gloria, y su grandeza dio paso a la aflicción.
41 El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo
42 y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey
43 y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
44 Además, el rey envió mensajeros a Jerusalén y a las ciudades de Judá, con la orden escrita de que adoptaran las costumbres extrañas al país:
45 los holocaustos, los sacrificios y las libaciones debían suprimirse en el Santuario; los sábados y los días festivos debían ser profanados;
46 el Santuario y las cosas santas debían ser mancillados;
47 debían erigirse altares, recintos sagrados y templos a los ídolos, sacrificando cerdos y otros animales impuros;
48 los niños no debían ser circuncidados y todos debían hacerse abominables a sí mismos con toda clase de impurezas y profanaciones,
49 olvidando así la Ley y cambiando todas las prácticas.
50 El que no obrara conforme a la orden del rey, debía morir.
51 En estos términos escribió a todo su reino. Además nombró inspectores sobre todo el pueblo, y ordenó a las ciudades de Judá que ofrecieran sacrificios en cada una de ellas.
52 Mucha gente del pueblo, todos los que abandonaban la Ley, se unieron a ellos y causaron un gran daño al país,
53 obligando a Israel a esconderse en toda clase de refugios.
54 El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todas las ciudades de Judá.
55 En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso.
56 Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban,
57 y al que se descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real.
58 Valiéndose de su fuerza, se ensañaban continuamente contra los israelitas sorprendidos en contravención en las diversas ciudades.
59 El veinticinco de cada mes, se ofrecían sacrificios en el ara que se alzaba sobre el altar de los holocaustos.
60 A las mujeres que habían circuncidado a sus hijos se las mataba, conforme al decreto,
61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus familiares y todos los que habían intervenido en la circuncisión.
62 Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros;
63 prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron.
64 Y una gran ira se descargó sobre Israel.