Obispo
y confesor, 16 de Enero
Elogio: En Rinocorura, en Egipto, san Melas, obispo, que
en tiempo del emperador arriano Valente sufrió el destierro por su adhesión a
la fe ortodoxa, tras lo cual descansó en paz.
Melas, nació
en Rinocorura (actual El'Arîsh), en Egipto, cerca de los límites con Palestina.
Pertenecía a una familia pobre que le dio una educación cristiana. Vivía sin
ambición y sin brillo, como verdadero asceta, cuando fue elevado a la sede
episcopal de su ciudad natal. En esta alta dignidad conservó su simplicidad, su
amor a las mortificaciones y a la vida oculta. Se cree que fue consagrado por
Atanasio.
Su adhesión a
la fe de Nicea le valió los honores de la persecución. Los enviados del
emperador Valente, venidos para apoderarse de su persona, lo encontraron en su
iglesia, ocupado en limpiar las lámparas. Melas les dejó en la ignorancia sobre
su persona y su dignidad, les introdujo en la casa episcopal y les sirvió de
comer él mismo. Al final les dijo: «Yo soy el mismo que vosotros buscáis».
Llenos de respeto y de admiración, los comisarios le comunicaron las órdenes
del emperador y se ofrecieron a facilitar su evasión. Melas rehusó y declaró
que quería ser tratado como los otros prelados católicos. Marchó, pues, al
exilio, menos por la violencia de sus enemigos que por el ardor de su caridad.
Se ignora el
lugar donde fue relegado y lo que aconteció durante sus últimos años. Algunos
han supuesto que, habiendo sobrevivido a Valente, pudo ser restablecido en su
sede y morir en paz, bajo el gobierno de Teodosio.
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