Texto del Evangelio (Mt 25,1-13): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta
parábola: «El Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su
lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran
necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se
proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron
aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se
durmieron.
»Mas a media
noche se oyó un grito: ‘¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!’.
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las
necias dijeron a las prudentes: ‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras
lámparas se apagan’. Pero las prudentes replicaron: ‘No, no sea que no alcance
para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo
compréis’. Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban
preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.
»Más tarde
llegaron las otras vírgenes diciendo: ‘¡Señor, señor, ábrenos!’. Pero él
respondió: ‘En verdad os digo que no os conozco’. Velad, pues, porque no sabéis
ni el día ni la hora».
«¡Ya está aquí el novio!
¡Salid a su encuentro!»
Comentario: Rev. P. Anastasio URQUIZA
Fernández MCIU (Monterrey, México)
Hoy, se nos invita a
reflexionar sobre el fin de la existencia; se trata de una advertencia del Buen
Dios acerca de nuestro fin último; no juguemos, pues, con la vida. «El Reino de
los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano,
salieron al encuentro del novio» (Mt
25,1). El final de cada persona dependerá del camino que se escoja; la
muerte es consecuencia de la vida -prudente o necia- que se ha llevado en este
mundo. Muchachas necias son las que han escuchado el mensaje de Jesús, pero no
lo han llevado a la práctica. Muchachas prudentes son las que lo han traducido
en su vida, por eso entran al banquete del Reino.
La parábola es una llamada de
atención muy seria. «Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mt 25,13). No dejen que nunca se apague
la lámpara de la fe, porque cualquier momento puede ser el último. El Reino
está ya aquí. Enciendan las lámparas con el aceite de la fe, de la fraternidad
y de la caridad mutua. Nuestros corazones, llenos de luz, nos permitirán vivir
la auténtica alegría aquí y ahora. Los que viven a nuestro alrededor se verán
también iluminados y conocerán el gozo de la presencia del Novio esperado.
Jesús nos pide que nunca nos falte ese aceite en nuestras lámparas.
Por eso, cuando el Concilio
Vaticano II, que escoge en la Biblia las imágenes de la Iglesia, se refiere a
esta comparación del novio y la novia, y pronuncia estas palabras: «La Iglesia
es también descrita como esposa inmaculada del Cordero inmaculado, a la que
Cristo amó y se entregó por ella para santificarla, la unió consigo en pacto
indisoluble e incesantemente la alimenta y la cuida. A ella, libre de toda
mancha, la quiso unida a sí y sumisa por el amor y la fidelidad».
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