Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
sábado, 22 de junio de 2024
Conjunto de récords del Reader's Digest 2 - Con una canción en mi corazón...
Caravelli - Himno al amor...
Una situación se convierte...
Una pequeña gota de amor...
Rubén Durán -en vivo- en el Festival de Cosquín 1966 - Canto del arpa (galopa)...
La importancia de vacunarse contra el sarampión…
Hay gente que hace la guerra, nosotros trabajamos por la paz…
Los
cánticos, los coros de ovación, los aplausos se oían fuera del Aula Pablo VI ya
una hora y media antes de la llegada de Francisco. Auténtica alegría, esa de la
que sólo son capaces los más pequeños, para compensar el ruido de otras
explosiones, las de misiles y bombas, que asolan algunas partes del mundo.
Guerras
ocultas
“La
guerra ha estallado en todo el mundo... No sólo en Palestina: ha estallado en
Sudáfrica, ha estallado en el Congo, ha estallado en Myanmar, ha estallado en
todo el mundo. Son guerras ocultas... En Mozambique... En todo el mundo.
Estamos viviendo una guerra horrible y la guerra nos quita la paz y nos quita
la vida. Debemos trabajar por la paz. Todos nosotros”, dijo el Papa a los cerca
de 7.500 niños y niñas de todos los países del mundo, reunidos en el Vaticano
para el acto patrocinado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación
titulado Los niños se encuentran con el Papa, organizado por el padre Enzo
Fortunato y Aldo Cagnoli, que también presentaron el libro escrito a cuatro
manos ‘La Encíclica de los niños’.
En
Roma desde todo el mundo
Desde
Vietnam e Italia, de Benín, las islas del Pacífico y Haití, y por supuesto de
territorios heridos como Palestina (‘que tanto sufre’), Siria y Ucrania, los
grupos, con banderas, mochilas y gorras, llegaron a Roma esta madrugada gracias
a más de 60 autobuses especiales y 8 trenes extraordinarios de bajo impacto
ambiental. Se encontraron con un día primaveral sin precedentes, hicieron fila
y se registraron rápidamente y, agitando sus dibujos y pancartas con palabras
como ‘Gracias Papa Francisco’, ‘Guíanos’ o simplemente ‘Paz’ con un fondo de
arco iris, tomaron asiento ocupando toda el Aula Pablo VI.
Ninguna
silla quedó libre, pero nadie permaneció sentado durante todo el tiempo en
preparación de la llegada del Papa, precedida por el canto de la Orquesta de la
Paz y el Piccolo Coro y del Antoniano con canciones como ‘Bello il mondo’ o ‘Le
tagliatelle di Nonna Pina’. Durante dos/tres veces sólo se oyó en la sala el zumbido
de las cámaras y los clics de los fotógrafos, cuando desde el escenario se les
pidió que guardaran unos minutos de silencio por sus coetáneos ‘prisioneros de
guerra y del hambre’.
Saludo
del Cardenal de Mendonça
A
la guerra también se refirió el Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto
del Dicasterio para la Cultura y la Educación, en su saludo inicial en el que,
dirigiéndose a los niños, dijo: “Estamos aquí para aprender de ustedes. El
mundo atraviesa momentos difíciles, muchos niños sufren... Ustedes, su alegría,
sus sueños, su presencia, son antídotos poderosos contra estos males. Ayúdennos
y ayuden al mundo a ser mejor”.
La
llegada del Papa
Para
animar aún más el ambiente, el conocido cantante italiano Mr. Rain, estrella
del Festival de Sanremo 2023, recorrió el largo pasillo del Aula y se detuvo
para saludar y hacerse fotos con algunos niños enfermos. Su éxito Superhéroes,
en versión italiana y española, acompañó la llegada del Papa. Al llegar pronto,
Francisco entró sorprendentemente por la parte trasera del Aula para recorrer
el pasillo y disfrutar de la multitud. Con los brazos abiertos saludó, bendijo,
recogió regalos y besó bebés. En el escenario, donde destacaba un enorme globo
en forma de globo terráqueo, le recibió un grupo de niños de entre 7 y 10 años:
Pamela, de Siria; Seraphim, de Ucrania; Alessio, de Benín; Alejandro, de
Guatemala; Tomas, de Australia. Una pequeña representación de los muchos niños
que ‘sufren las catástrofes climáticas, la guerra y la pobreza’, dijo
Francisco: “¡No nos olvidemos de ellos!”. También debían asistir 22 niños de
una escuela primaria de Prato, pero, a causa de la inundación, no pudieron
estar presentes: “Le mandan un saludo y un abrazo”, dijo el padre Fortunato.
Preguntas
y respuestas
“Siempre
estoy feliz cuando me encuentro con ustedes, porque cada vez me enseñan algo
nuevo. Por ejemplo, me recuerdan lo hermosa que es la vida en su sencillez,
¡también me enseñan lo hermoso que es estar juntos!”, comenzó Francisco. La
urgencia de la paz y la ‘crueldad’ de la guerra, que tiene su expresión más
dramática precisamente en la matanza de niños, fueron el hilo conductor de su
breve discurso y también de la mayoría de las respuestas posteriores,
totalmente improvisadas, a las preguntas de una decena de pequeños visitantes.
Un
ir y venir entre la actualidad y temas más personales, como sus costumbres (‘¿Qué
sueño por la noche? ¡Pero no sé lo que sueño, porque duermo!’) O sus vínculos
(‘Mis amigos son las personas que viven conmigo en casa; luego tengo muchos
amigos fuera, en algunas parroquias, incluso algunos cardenales también son
amigos...’). Tengo la gracia de tener amigos, es una gracia de Dios porque la
persona que no tiene amigos es una persona triste.
Oración
por los niños víctimas de la guerra
En
cada respuesta, el Pontífice implicó también a los niños presentes haciéndoles
repetir algunas frases, para grabarlas mejor en sus mentes. También hizo
participar a todos en el Padre Nuestro, seguido de un minuto de silencio por
las víctimas de los conflictos. Era la respuesta a la pregunta planteada antes
por Atrànik, un niño sirio: “¿Por qué matan a los niños en la guerra?”. He visto en los partes de guerra, en las noticias, cuántos
niños han muerto. Son inocentes, y esto demuestra la maldad de la guerra.
Porque si sólo mataran soldados, sería otra cosa; pero matan a inocentes, matan
a niños. ¿Por qué matan niños, en la guerra? Y ésa es una crueldad.
¿Cómo
se hace la paz?
La
paz es necesaria, de hecho urgente. Pero “¿cómo hacer la paz?” preguntó Iván,
un niño ucraniano de 9 años. No hay “ningún método” para construirla, dijo el
Papa. “Es más fácil decir cómo hacer la guerra, con odio, con venganza, para
herir al otro y esto viene del instinto”. La paz, sin embargo, se consigue con
“un gesto”.
La paz se hace con
la mano tendida, con la mano de la amistad tendida, tratando siempre de
implicar a otras personas para ir juntos. La mano tendida... saludando a los
amigos, recibiendo a todos en casa. La paz se hace con el corazón y con la mano
tendida.
No
destruir la Tierra
Y
fue precisamente un apretón de manos entre todos los presentes para formar una
cadena humana, al ritmo de la famosa canción We are the world, el momento final
-y también uno de los más evocadores- del encuentro, mientras desde el
escenario se alzaban globos terráqueos para simbolizar la Tierra que todos,
empezando por los más pequeños, debemos cuidar. “Destruir la Tierra es
destruirnos a nosotros”, dijo el Papa Francisco a Isadora de Brasil.
Si destruyes la
Tierra, te destruyes a ti mismo. Digámoslo todos juntos, despacio, sin gritar:
destruir la Tierra es destruirnos... Porque la Tierra nos da todo para vivir:
te da oxígeno, te da agua, te da hierbas, te ayuda tanto a vivir. Si destruimos
la Tierra, nos destruimos a nosotros.
Un
buen viaje a los grupos que salen en tren
Rodeado
de carteles blancos con las palabras Paz en varios idiomas, el Papa firmó a
continuación gorras blancas y acogió los regalos que le entregaron en cestas de
madera: peluches, muñecas, juegos, dibujos.
Tras
saludar a la multitud, se dirigió a la Estación Vaticana, donde deseó
personalmente “buen viaje” a algunos grupos que partían en el Tren Rock puesto
a disposición por los Ferrocarriles del Estado. Asaltado por abrazos, manos,
peticiones de selfies, el Papa trató de saludar a todos los niños. A algunos
les distribuyó el paquete de regalos preparado con té frío, dulces y
chocolates. Desde el tren, algunos daban golpecitos en las ventanillas, otros
mostraban las inscripciones de sus teléfonos móviles: “Te quiero”, “Te amo”.
Otros gritaban a sus compañeros cercanos: “¡He saludado al Papa, chicos!”. “¡Sí,
yo también! Le he tocado el dedo índice...”. Pequeños gestos que escriben
grandes capítulos en la historia de cada uno. SC
Día litúrgico: Domingo XII (B) del tiempo ordinario
22 de Junio...
Buenos días... 2024-103
viernes, 21 de junio de 2024
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Jesús entró en la tierra de puntillas, como pidiendo disculpas por visitarnos…
No
somos abandonados a nuestra suerte ni arrojados en este mundo, sino que somos
arropados en una historia de amor que nos envuelve de los prodigios que Dios ha
realizado en favor de la humanidad, a través de la muerte y resurrección de su
Hijo Jesucristo. Desde el principio de nuestra vida -y sin ningún mérito
nuestro- contamos con el amor de Dios que le da sentido y dirección a nuestra
existencia.
Conforme
transcurre nuestra vida vamos reconociendo que nos toca hacer nuestra propia
contribución y ofrecer nuestro propio testimonio, para que nada detenga esta
historia de salvación en la que Dios se sigue haciendo presente. Llegamos a
reconocer que estamos en deuda por todo lo que hemos recibido, lo cual nos
impulsa a corresponder para que esta historia de salvación alcance la vida de
todos los hombres.
Dios
nos ha bendecido y ha alcanzado nuestra vida a través de la santidad y entrega
de tantas personas que nos precedieron. Nos sentimos comprometidos porque
recibimos tanto y porque hemos sido amados, bendecidos y cobijados por otras
generaciones. Por lo que nos toca hacer lo propio y comprometernos para que los
que están creciendo y los que vienen después de nosotros se sientan cobijados y
protegidos, como nosotros así lo experimentamos.
Jesús
también fue consciente de que entraba en una historia de salvación que
culminaría a través de su entrega incondicional por nosotros. Nos impresiona la
forma como se inserta en esta historia de salvación y como retoma lo que Dios
venía suscitando en favor de toda la humanidad.
A
partir de esta constatación podemos señalar que la grandeza y majestuosidad de
Jesús se encuentran en su humildad. El P. José Luis Martín Descalzo lo explica
con estas palabras: “Belén fue el susurro
silencioso de la brisa de Dios. Entró en la tierra de puntillas, como pidiendo
disculpas por visitarnos. Se sentó a nuestro lado, dijo unas pocas palabras
verdaderas y nada ruidosas, murió y entró en el gran silencio que dura desde
hace veinte siglos. Y el silencio era amor. Era ese silencio que sucede al amor
para hacerlo más verdadero, cuando ya ni los besos ni las palabras son
necesarias. Ese amor de los que ya ni necesitan decirse que se aman. Así, pienso,
será el gran abrazo cuando le reencontremos. Se hará como en Belén un ‘gran
silencio’ y el mundo entero al fin cambiará el ruido por el asombro y la
alegría”.
Llegó
a este mundo naciendo en un lugar marginal, en condiciones de pobreza que lo
acompañaron a lo largo de su vida. Se fue manifestando de manera paulatina, con
humildad y discreción. Qué manera tan profunda de elogiar su humildad, pues
“entró en la tierra de puntillas, como pidiendo disculpas por visitarnos”.
A
diferencia de lo que pasa con los políticos y líderes sociales, que piensan que
la historia y la vida comienza con ellos, Jesús tuvo conciencia de cómo entraba
en una historia de salvación, sabiéndose ungido para llevarla a su plenitud.
Por eso, llegaba a decir con gran humildad, respeto y firmeza: “No crean que he
venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles
plenitud” (Mt 5, 17).
Jesús
no ha venido para decir que lo de antes no sirve y es obsoleto; no ha venido
para decir que lo anterior ha sido malo y que cuenta lo que ahora se comenzará
a construir. No ha venido a abolir a Moisés, la ley y profetas, pues tiene
plena conciencia que los acontecimientos y los profetas que lo precedieron
están insertados en una historia de salvación y que en distintas etapas de esta
historia se han encargado de mantener la esperanza y de anunciar el amor de
Dios.
San
Pablo destaca, con palabras que han quedado para la posteridad, la humildad del
Señor: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo
pasando por uno de tantos” (Filip 2, 6-7).
El Señor no se pone en un plan intransigente, sino que llega a decirnos: “Vengo
a dar cumplimiento a todo, no vengo abolir nada ni a quitar lo que estaba antes
de mí, sino a darle pleno cumplimiento a todo”.
La
grandeza de Jesús está en su humildad para asumir y perfeccionar todo lo que se
había hecho y dicho antes que él. Este ejemplo debe ser determinante para todos
los que tenemos una responsabilidad, a fin de que no pensemos que el progreso
depende únicamente de nosotros, despreciando y desconociendo con cinismo todo
lo que otras generaciones han construido y que de muchas maneras ha beneficiado
nuestra vida y la vida de nuestras comunidades.
No
podemos caer en la tentación de decir que todo lo anterior es malo y no sirve,
y que lo bueno viene solo con nosotros, porque formamos parte de una historia
de salvación que nos otorga las prerrogativas del amor divino y donde debemos
comprometernos para que la salvación de Dios llegue a todos los hombres.
¿Quién
de nosotros podría asegurar que no le debe nada al pasado, que no ha necesitado
para nada las raíces de su familia y de la cultura cristiana? ¿Quién de
nosotros podría asegurar que en su crecimiento no ha dependido de nadie sino de
sí mismo? Decía Charles Forbes de Montalembert: “Para juzgar el pasado habría
que vivirlo y para condenarlo no habría que deberle nada”.
Y
el hecho es que las cosas más importantes de la vida no nos las podemos dar por
nuestra propia cuenta. El amor es algo que podemos solo acoger. La fe es algo
que podemos solo recibir. Sentirse protegidos es algo que podemos solo recibir.
Sentirse de alguien es algo que solo podemos recibir. No podemos darnos por
nuestra cuenta la pertenencia, tenemos necesidad de alguien que nos dé
pertenencia.
Por
lo tanto, nuestro avance y la posibilidad de un futuro se relaciona
estrechamente con el pasado, con ese gigante que nos lleva en hombros. Podemos
ver más y progresar porque estamos parados en un fundamento sólido que nos ha
dado la tradición, la cual genera rumbo y un profundo sentido de la vida.
Con
el ingenio y la profundidad de su pensamiento, Chesterton lo decía de esta
forma: “Tradición significa dar votos a
la más oscura de todas las clases, nuestros antepasados. Es la democracia de
los muertos. La tradición se niega a someterse a la oligarquía pequeña y
arrogante de aquellos que simplemente andan por allí caminando”.
Cuántos
retrocesos causa y cuánto daño provoca cortar las raíces sobre las cuales se ha
edificado nuestra vida. Decía Roy Campbell: “Un cuerpo sin reacción es un cadáver; también lo es cualquier cuerpo
social sin tradición”. Esos signos de descomposición se comienzan a
observar cada vez que queremos cortar con el pasado, con una tradición que ha
forjado nuestra civilización.
Le
debemos todo al pasado, a la historia de salvación que sigue insertando a los
hombres en esta dinámica del amor divino que da sentido, futuro y esperanza a
la humanidad. JJSJ
Día litúrgico: Sábado XI (B) del tiempo ordinario
21 de Junio - Llegó el Invierno...
21 de Junio - Día de la Ancianidad...
21 de Junio
Buenos días... 2024-102
jueves, 20 de junio de 2024
Resplandor de Luna - Disco romántico de piano y orquesta 1...
Marco Vinicio - Ave de Cristal (Versión Flauta de Pan)...
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Lo que debes beber después de comer para una mejor digestión…
¿Qué es la justicia?…
La
palabra ‘justicia’ y sus derivados son moneda de uso común. Pero cuando alguien
nos pregunta ‘¿qué es la justicia?’, sentimos que el suelo debajo de los
zapatos se hace resbaladizo, que no tenemos una clara idea de lo que pueda ser
la justicia.
Intentemos
ofrecer alguna definición con la ayuda de algunas opiniones y teorías del
pasado y del presente.
Para
alguno la justicia consistiría en actuar según las leyes. Pero si las leyes son
‘injustas’, quien obedece a la ley no puede ser justo...
Para
otros sería justicia dar a cada uno lo suyo. Esta definición se encuentra ya
entre los griegos del siglo V antes de Cristo, y fue recogida por Cicerón. Los
autores medievales acogieron en parte esta definición. Santo Tomás de Aquino
(siglo XIII) repetía, con una fórmula del pasado, que justicia es “la voluntad
perpetua y constante de dar a cada quien lo que es suyo por derecho”. Pero,
¿qué es ‘lo suyo’? ¿Hay posesiones que algunos tienen (como ‘lo suyo’), que han sido adquiridas de modo injusto, sin
‘derecho’?
Otros
piensan que la justicia consiste en respetar los pactos y no hacer violencia
contra las personas. En seguida surgen las preguntas: ¿qué significa ser
persona? ¿Todos los seres humanos son personas? ¿Es injusto dañar o eliminar al
hijo no nacido, porque todavía no tiene reconocimiento legal, porque ‘aún’ no
es persona? ¿Un enfermo terminal es persona? ¿Qué pasa cuando los pactos son
‘injustos’?
En
el diálogo titulado República, Platón pone una serie de importantes reflexiones
en boca de algunos protagonistas y ofrece varias opiniones sobre la justicia.
Según
la mentalidad antigua que presenta y critica Platón, la justicia consistiría en
lo que impone el más fuerte. Para otros, la justicia sería una especie de
limitación de nuestras ambiciones para evitar el conflicto continuo con los
demás. Para otros, según la definición que ya vimos, justo es darle a cada uno
lo que le pertenece.
Existiría,
según Platón, otro modo de entender la justicia: el esfuerzo por armonizar a
las distintas personas que viven dentro del mismo estado.
Esta
definición platónica pone el énfasis en la convivencia social. Lo justo es
conseguir que todos y cada uno, en la ciudad, en el estado, puedan ofrecer sus
cualidades a los demás, y puedan beneficiarse de lo que los demás realizan.
Estas
ideas resultan muy interesantes, pero no llegaron a ser ‘perfectas’ en el texto
de Platón. El fundador de la Academia no fue capaz de encontrar un ‘lugar’ en
la ciudad a dos tipos de personas: los que sufren enfermedades en el cuerpo que
les impiden ser productivos, y los que tienen ‘enfermedades en el alma’ (los
malos, los criminales) con las que dañan continuamente a sus conciudadanos.
Nosotros,
en cambio, creemos que la justicia implica un apoyo continuo, total, entre
todos (sin ninguna exclusión) los miembros de la sociedad. En cierto sentido,
la justicia no puede existir sin solidaridad. Una solidaridad que nace desde
respeto a todos y, de modo especial, desde reconocimiento de los derechos de
los más débiles.
Esto
implica descubrir que también el enfermo merece nuestro apoyo porque siempre es
alguien digno de respeto. Aunque no produzca nada, aunque parezca un peso, cada
ser humano vale por sí mismo. Apreciar una vida humana simplemente en función
de su productividad, o desde un cálculo de su ‘calidad de vida’ o de los costos
que produce el cuidarla y mantenerla, implica entrar en una mentalidad
primitiva e injusta que puede llevar a experiencias tan dramáticas como las que
llenaron de horror la Europa dominada por los totalitarismos nazi o comunista.
Creemos,
además, que es injusto no respetar los derechos fundamentales de quienes tienen
‘enfermedades en el alma’. Los malhechores, los delincuentes, también son
personas, también merecen respeto. Ciertamente, deben pagar sus delitos.
Incluso a veces habrá que privarles de su libertad para que no puedan causar
daño a otras personas. Pero todo ello no quita el buscar maneras de
‘redimirlos’, de educarlos para que puedan volver a la vida social de un modo
distinto y justo. A ello debe orientarse toda sanción, aunque la realidad (la triste realidad) de las cárceles no
ofrezca en muchos lugares castigos que sean realmente educativos y ‘redentores’.
La
justicia será siempre un tema abierto, un tema discutido y afrontado por todos.
Especialmente a la hora de establecer leyes. Sin olvidar que no pocas veces las
leyes son el resultado de imposiciones arbitrarias de grupos de poder, quizá
por culpa (también hemos de reconocerlo) de
la pasividad de muchos ciudadanos que no aprovechan las oportunidades que la
moderna democracia ofrece para evitar tales abusos. Otras veces, por desgracia,
las leyes reflejarán la degradación moral de todo un pueblo, como cuando se
aprueba por referéndum una ley del aborto o una ley racista.
Todos
estamos llamados a velar por la justicia, a luchar para que a nadie se le prive
de sus derechos fundamentales, a trabajar para que la solidaridad sea el eje en
torno al cual gire toda la vida social de los estados y del mundo en esta etapa
de globalizaciones y de cambios. De este modo la justicia dejará de ser un
sueño, una utopía irrealizable, para convertirse en algo real, concreto, vivo,
en fuente de armonía y de paz, en manantial de respeto y de apoyo hacia todos y
cada uno de los seres humanos que viven a nuestro lado. FP