Nos
encontramos ante uno de los temas más importantes y hermosos de la persona
humana: LA LIBERTAD. Esa capacidad que poseemos todos los seres humanos para
escoger voluntariamente entre varias cosas, una.
¿Dónde se encuentra la libertad?
Recordemos
que todos nosotros, por ser personas creadas a imagen y semejanza de Dios,
tenemos inteligencia y voluntad. Esas son las herramientas que Dios ha querido
darnos para parecernos a Él. Y la libertad brota de ellas.
La
inteligencia le da a escoger a la voluntad varias cosas y se las presenta para
que opte por una. La voluntad, según las opciones que le presente la
inteligencia, decide aceptarlas o rechazarlas.
Por
ejemplo: Si tengo frente a mí un vaso con agua, puedo beber el agua o no beberla.
Yo decidiré libremente.
Los
animales no poseen esta capacidad para decidir. Ellos simplemente siguen sus
instintos. Si tenemos en un chiquero a varios cerditos y le tiramos al centro
un pedazo de pan, el más grande y fuerte se lo comerá. No compartirá. Sigue su
instinto e impone la ley del más fuerte. Muy diferente actuamos las personas:
Si un padre de familia tiene sólo un pedazo de pan para comer, puede comérselo,
o repartirlo entre sus hijos y su esposa, aunque él se quede sin comer. ¡Esta
es la grandeza de la libertad!
¿Qué se necesita para decidir bien?
1.
Necesitamos conocer las diversas opciones, las diferentes posibilidades que
tenemos. Si no las conocemos, ¿cómo vamos a optar por una de ellas, o más bien,
por la mejor? Por ejemplo, si un padre de familia únicamente conoce que en su
casa todos han de atenderle, que tiene el derecho a golpear, a gritar y a
mandar, ¿cómo podrá decidir ser cariñoso, amable y servicial con su familia? Si
no sabe que el servir a los demás es lo que nos acerca a Dios y nos desarrolla
como personas, él, seguramente no lo hará. Seguirá maltratando a sus
familiares.
2.
Es importante reflexionar. Analizar qué es lo que va a pasar con mi decisión,
qué consecuencias va a traer, qué responsabilidades voy a originar al optar por
ello, ¿es lo mejor para mí, para los demás; me acerca a Dios; me ayuda a ser
mejor persona? Antes de decidir, ¡Detente! ¡Reflexiona! ¡Analiza lo que va a
suceder con tu decisión! ¡No te apresures! ¡Busca lo mejor!
3.
Se necesita, también, ser responsables de las consecuencias. Todo acto de
libertad, toda decisión siempre trae consecuencias muy importantes. Por lo
tanto, toda decisión siempre trae la responsabilidad de las consecuencias. No
podemos separar a la libertad de la responsabilidad.
4.
Tener una voluntad fuerte para mantenerse firmes ante las consecuencias.
¿Cuántas personas deciden algo y, luego se arrepienten? ¿Cuántas personas han
decidido casarse y, por las dificultades que trae todo matrimonio, ya quieren
separarse o divorciarse? El camino más fácil, el que cuesta menos, es el de
dejar las responsabilidades que acarrean las decisiones ¿Cuántos niños no
deseados son abandonados o maltratados por sus padres? Porque los padres no
tienen la voluntad firme y comprometida para llevar a cabo una responsabilidad
tan grande.
5.
Generosidad. Sí. Únicamente quien es generoso, quien ama y busca el bien de los
demás de verdad, tendrá la capacidad para cumplir con gallardía sus
compromisos, las consecuencias de sus decisiones. Quien se ama a sí mismo, quien
es egoísta, no será responsable. ¿Cuántas mujeres son usadas por los hombres
nada más para satisfacer sus pasiones? Y, si llega un niño, ¿Serán responsable
de la criatura? ¿Cuántos bebés quedan sin el derecho a tener un hogar, una
educación, una familia?
6.
Dominio de los enojos, envidias o pasiones. Cuando una persona está enojada, es
más probable que tome una mala decisión. Por ejemplo, mi hijo me está haciendo
perder la paciencia y, además me duele un poco la cabeza. Pierdo la paciencia.
¿Qué decisión tomo?
¿Le
grito? ¿Lo golpeo? ¿Lo insulto?
¡Cuántas
decisiones tomamos cuando nuestras pasiones nos hacen perder el control! Por
ello, es necesario que te controles siempre antes de decidir. Somos todos
humanos. Nuestras pasiones nos llegan. Pero, ¿Sabes dominarlas o eres esclavo
de ellas?
Aquí
podrás ver que la voluntad ha de estar muy fuerte, pues dominarse a uno mismo
cuesta trabajo. Lo más fácil es dejarse llevar por las pasiones. ¿De cuántas
cosas te has tenido que arrepentir por haberlas decidido cuando la pasión
estaba en tu corazón?
¿Para qué nos sirve la libertad?
Dios,
al darnos libertad, quiere que nosotros, libremente, busquemos aquello que nos
acerca a Él, crecer como personas, ser mejores. También, nos la dio para que,
por nuestra propia y libre voluntad, le busquemos. Si amar es buscar libremente
el bien de la persona que amamos, Dios quiere que amemos verdaderamente. El que
ama se parece más a Dios, pues ya sabemos que ‘Dios es amor’, (1 Juan 4,8).
La
libertad, pues, no es para hacer simplemente lo que queramos, cumplir cada uno
de nuestros caprichos, de nuestros deseos, de nuestros egoísmos. Eso se llama
libertinaje.
El
peor enemigo de la libertad es la ignorancia. Cuídate de las decisiones que
tomes sin reflexionar. El pecado está siempre al acecho.
Sé
muy responsable de las consecuencias de tus decisiones, especialmente si
libremente amas a Dios, si estás casado. Cuentas con la ayuda del Señor para
llevar a cabo todas las responsabilidades que tienes. No estás solo.
Una
voluntad débil es enemiga de tu fe. Robustécela. Sólo quien es fuerte podrá
vencer las tentaciones del mal. Recuerda que el pecado es un acto libre. No te
dejes seducir por él.
Cuando
piensas en ti mismo, se ciega tu libertad, pues buscarás únicamente tu
provecho. El egoísta está al acecho del pecado. Sé generoso, para que te libres
de la esclavitud de tu amor propio.
¡Cuántos
pecados, cuántas injurias, cuántas malas decisiones se pueden evitar si sabes
dominar tus pasiones, tus enojos, tus arranques de ira! Cuando tus pasiones
estén de por medio, no decidas, pues te engañarán. Evita la posibilidad de
tener que arrepentirte por una decisión tomada bajo el dominio de las pasiones.
Nos
esforzaremos en reflexionar las siguientes preguntas cada vez que vayamos a
tomar una decisión: ¿Realmente lo que voy a hacer me ayuda a ser mejor persona?
¿Me acerca más a Dios o va en contra de lo que Dios me pide en alguno de sus
Diez Mandamientos? ¿Qué diría Jesucristo de esta decisión? ¿Él, cómo la haría?
¿Ofende mi dignidad como persona o la de alguien? Con esto que voy a decidir,
¿Estoy buscando el bien de los demás o lo hago por egoísmo? FdePC