Texto del
Evangelio (Jn 6,22-29): Después que
Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos le vieron caminando
sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del
mar, vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había montado en la
barca con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos.
Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido pan.
Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a
la orilla del mar, le dijeron: «Rabí, ¿cuándo has llegado aquí?». Jesús les
respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis
visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.
Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para
la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el
Padre, Dios, ha marcado con su sello». Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer
para realizar las obras de Dios?». Jesús les respondió: «La obra de Dios es que
creáis en quien Él ha enviado».
«Obrad (…) por el alimento que
permanece para la vida eterna»
Comentario:
Abbé Jacques FORTIN (Alma, Quebec, Canadá)
Hoy, después de la multiplicación de los panes,
la multitud se pone en busca de Jesús, y en su búsqueda llegan hasta Cafarnaúm.
Ayer como hoy, los seres humanos han buscado lo divino. ¿No es una
manifestación de esta sed de lo divino la multiplicación de las sectas
religiosas, el esoterismo?
Pero algunas personas quisieran someter lo divino
a sus propias necesidades humanas. De hecho, la historia nos revela que algunas
veces se ha intentado usar lo divino para fines políticos u otros. Hoy, en el
Evangelio proclamado, la multitud se ha desplazado hacia Jesús. ¿Por qué? Es la
pregunta que hace Jesús afirmando: «Vosotros me buscáis, no porque habéis visto
señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6,26).
Jesús no se engaña. Sabe que no han sido capaces de leer las señales del pan
multiplicado. Les anuncia que lo que sacia al hombre es un alimento espiritual
que nos permite vivir eternamente (cf. Jn 6,27). Dios es el que da ese
alimento, lo da a través de su Hijo. Todo lo que hace crecer la fe en Él es un
alimento al que tenemos que dedicar todas nuestras energías.
Entonces comprendemos por qué el Papa nos anima a
esforzarnos para re-evangelizar nuestro mundo que frecuentemente no acude a
Dios por los buenos motivos. En la constitución “Gaudium et Spes” (La Iglesia
en el mundo actual) los Padres del Concilio Vaticano II nos recuerdan: «Bien
sabe la Iglesia que sólo Dios, al que ella sirve, responde a las aspiraciones
más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solo
los alimentos terrenos». Y nosotros, ¿por qué continuamos siguiendo a Jesús?
¿Qué es lo que nos proporciona la Iglesia? ¡Recordemos lo que dice el Concilio
Vaticano II! ¿Estamos convencidos del bienestar que proporciona este alimento
que podemos dar al mundo?
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