Los que luchan
contra el aborto y defienden la vida saben organizar muy bien la imagen de sus
folletos de propaganda. En internet encontramos buenas fotografías en las
páginas de los grupos ‘pro life’ o ‘pro vida’. Vemos allí una madre que sonríe
a su bebé, o una señora que lleva de la mano a uno o varios hijos, o unos
padres que abrazan a un niño que les sonríe lleno de felicidad.
Las imágenes
‘pro vida’ reflejan un ambiente de alegría, de optimismo. Usan colores llenos
de esperanza. En otras ocasiones, y son fotos difíciles de ver con serenidad,
tienen alguna sección para ilustrar la realidad del aborto. Antes de acceder a
la misma suelen dar algún aviso sobre el impacto que pueden producir esas
imágenes llenas de sangre, con pedazos de embriones o de fetos tirados en la
basura como si fuesen restos sobrantes de una carnicería...
¿Cómo se
podría organizar la imagen entre quienes defienden la ‘elección’ libre en el
tema del aborto (los grupos ‘pro-choice’)? ¿Qué fotografías escoger para
organizar una atractiva propaganda en favor del aborto libre? Es normal
presentar el aborto como una solución, triste, pero solución, a situaciones de
conflicto. Así, podríamos poner a una señora que acompaña a una adolescente a
la clínica abortista. O a un chico y una chica que deciden, entre lágrimas,
acabar con un embarazo inoportuno. O a un médico reflexivo y honesto que
recomienda, para salvar la vida de una joven, el hacer cuanto antes el aborto.
O a una madre de familia numerosa que, al ver a sus cuatro o cinco hijos
sucios, mal vestidos y tristes, se acerca con pena al centro médico para acabar
con una nueva vida que no haría sino aumentar los problemas de casa...
En realidad,
las páginas de internet que defienden el derecho al aborto no suelen tener
fotos de madres con niños, y la razón es obvia. En algunas ni siquiera aparece
una sonrisa, sino mujeres con el rostro sereno, serio, como quien ha tomado una
decisión difícil pero ‘responsable’. En otras se prefiere simplemente poner un
símbolo (la estatua de la libertad, por ejemplo) como si lo importante fuese el
poder decidir sin presiones en un tema tan delicado como el del aborto.
Nos damos
cuenta, en seguida, del contraste de imágenes entre las campañas de los unos y
de los otros. Los defensores de la vida hablan de optimismo, de ayuda, de
generosidad, del entusiasmo por la vida. Los defensores del aborto hablan de
problemas, de presiones familiares o de amigos (el ‘novio’ que no quiere saber
nada de ‘eso’ que está empezando a vivir y que se llama hijo...), de casos de
emergencia (el hijo amenaza la vida de la madre), de pobreza o de falta de
espacio en el hogar, o de una realización personal (un aborto para no perder el
trabajo o para terminar los estudios). Son dos mundos totalmente distintos.
Desde luego, los grupos ‘pro life’ no defienden que haya nacimientos así, sin
más, como si la mujer estuviese destinada simplemente a concebir y a aceptar
con resignación cuántos niños lleguen a sus entrañas. Ni los grupos ‘pro
choice’ defienden el aborto como si fuese un simple capricho, una decisión que
la mujer pueda tomar en cualquier momento y por cualquier motivo, como quien
opta por teñirse el pelo o por ir de vacaciones a la montaña en vez de al mar.
No hay que
simplificar las posiciones ni los problemas. Pero la opción por la vida
encierra una serie de valores que deberían ser aceptados por todos. Cada uno de
los que hoy podemos decidir (tú, yo, los que empiezan a vivir en este día), tenemos
la posibilidad de optar porque hemos sido acogidos, amados, defendidos. Los
grupos ‘pro choice’ defienden los derechos de una parte (la mujer adulta y
madre) en contra de la otra (el hijo, mujer u hombre en estado embrionario o
fetal), y eso no es justo, porque nunca mi libertad puede impedir a otros el
que vivan y el que también ellos puedan decidir algún día. Los grupos ‘pro
vida’ no quieren ir contra los derechos de la madre, pero nos hacen ver que una
vez iniciada la vida (incluso en condiciones dramáticas) vale simplemente por
ser eso: vida humana.
Nadie nos
puede obligar a amar, es cierto. Pero sí podemos crear una cultura en la que el
amor no sea tan difícil. Muchas mujeres no habrían abortado nunca si el mundo
fuese más justo y más respetuoso, más honesto y más solidario. Permitir el
aborto como opción no es conquistar un derecho, sino aceptar una derrota
social: no hemos sido capaces de apoyar ni de defender las vidas de los más
débiles (los no nacidos) ni de promover el cariño de los más fuertes (los
médicos y las mujeres que abortan, obligadas o por convicción personal).
Una fotografía
para terminar. Es un recuerdo personal, íntimo, que se guarda en el corazón.
Cinco niños pequeños aparecen entre dos señores de cierta edad (él tiene 51
años, ella 40). La niña mayor no ha cumplido 5 años, y el quinto tiene apenas
unos meses. Todos sonríen, si bien la madre no puede ocultar su cansancio. Amar
no es fácil, pero es sumamente hermoso, y los hijos lo sabemos. Uno de esos
niños es el que escribe estas líneas, y no puede dejar de decir ‘gracias,
gracias, gracias’ a los padres que lo han amado libremente, porque el amor es
posible en la libertad. Y sólo hay libertad verdadera y madura cuando sabemos
defender, con amor, cada vida humana, también de los que aún no han nacido... FP
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