El tema
del progreso atrae. En parte, porque es grande el deseo de mejoras. En parte,
porque buscamos comprender hacia dónde vamos para orientar correctamente las
decisiones presentes y futuras.
Hablar de
progreso es posible desde una perspectiva en la cual podemos distinguir entre
situaciones consideradas como peores y otras vistas como mejores. Pasar de las
primeras a la segundas sería progresar.
Si hablamos
de progreso, también habría ‘regreso’, o retroceso, cuando pasamos de lo mejor
hacia lo peor. En ese sentido, diversos autores hablan de la decadencia de los
pueblos o de las civilizaciones.
Las
discusiones surgen a la hora de identificar los criterios según los cuales
distinguir entre peor y mejor, entre proceso y retroceso, entre esplendor y
decadencia.
¿Hubo
progreso en la tierra cuando se descubrió y se difundió industrialmente el
plástico? ¿Hubo progreso cuando se aprobó el aborto en tantos países? ¿Hubo
progreso cuando explotaron bombas atómicas en dos ciudades japonesas durante la
Segunda Guerra Mundial?
Por eso
resulta tan importante, a la hora de buscar respuestas, individuar una serie de
parámetros válidos que permitan distinguir entre progreso y retroceso. Uno de
esos parámetros, por desgracia no aceptado por algunos, radica en el grado de
respeto que exista hacia la dignidad humana.
El
respeto a esa dignidad nos permite declarar como progreso aquellos cambios que
promueven tal respeto, mientras que habría retroceso, incluso a veces grave
decadencia, cuando se inician cambios que van contra la dignidad de algunos.
Aquí
surgen nuevas discusiones, pues para varios autores no todos los seres humanos
tienen la misma dignidad. Basta con leer libros que defienden el aborto para
ver con qué pasión algunos consideran que los embriones humanos no tienen el
mismo valor que reconocen a los adultos.
El mundo
necesita tiempo para una seria discusión sobre estos temas, con una mente
abierta y reflexiva, capaz de identificar la verdad sobre el ser humano y sobre
el sentido de su existencia.
Sólo
desde esa discusión seremos capaces de identificar cuándo una sociedad ha
escogido el camino del fracaso y del retroceso, y cuándo esa sociedad ha puesto
en marcha opciones que respetan a cada ser humano en su dignidad y que, por lo
tanto, promueven un progreso auténtico y justo. FP
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