El Papa
Benedicto XVI nos enseñó que “La limosna nos ayuda a vencer esta constante
tentación (la avaricia) educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y
a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. Las colectas
especiales en favor de los pobres, que en Cuaresma se realizan en muchas partes
del mundo, tienen esta finalidad. De este modo, a la purificación interior se
añade un gesto de comunión eclesial al igual que sucedía en la Iglesia
primitiva”.
“Según las
enseñanzas evangélicas no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino
administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva,
sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros,
a ser un medio de su providencia hacia el prójimo”.
En breve,
digamos que el sentido principal de la limosna es hacer presente en el mundo la
caridad divina a través de nosotros. Con este ejercicio comunicamos la caridad
divina, pues buscamos con sinceridad el bien y la integridad del prójimo.
¿La limosna debe ser material?
Al hablar de limosna
nos referimos a la dádiva de un bien que nos es valioso y el cual necesitamos.
Es decir, la limosna no es lo que nos sobra. Incluso si diéramos grandes sumas
de dinero que no necesitáramos esa dádiva no sería limosna, pues con ella no
compartimos lo que realmente necesitamos para sobrevivir.
En este
sentido, no importa la cantidad de lo que demos, sino el sentido de generosidad
y el compartir lo que verdaderamente lo que no nos sobra, sino que es para
nosotros un bien valioso. Por tanto, podemos compartir tiempo, ayuda, consejos,
y no sólo alimentos y dinero.
Asegurarnos que la limosna ayude al prójimo
Muchas veces
las personas de buenas intenciones dejan de dar limosna a los pobres porque
saben que el dinero dado será gastado en drogas, jerarquías delictivas o que,
en general, no será de provecho para los necesitados.
Ante esto
podemos responder ayudando a los necesitados a través de organizaciones o
fundaciones que administran óptimamente los bienes, a fin de que los pobres
puedan ayudarse con ellos.
Naturalmente,
la acción de la limosna llega a su plenitud cuando el bien que compartimos
ayuda al prójimo a mejorar su condición. Sin embargo, lo que el necesitado haga
con los bienes compartidos no es directamente responsabilidad de quien da, sino
de quien recibe los bienes. GGN
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