lunes, 12 de febrero de 2018

¿Dónde está Jesucristo?

En los Catecismos de nuestra infancia, de preguntas y respuestas, había una pregunta que decía así: “¿Dónde está Jesucristo?”. En realidad nos urge conocer la respuesta, pues si decimos que Jesús está vivo y que es el centro de nuestra fe, debemos saber cómo localizarlo para relacionarnos con Él.
El viejo catecismo respondía: “Jesús está en el Cielo y en el Santísimo Sacramento del altar”. La respuesta es válida, pero incompleta, pues o bien habrá que esperar a que lleguemos al Cielo para encontrarlo o fuera de la Misa o del Sagrario debemos considerarlo como ausente. En este sentido cabe señalar que a veces da la impresión de que para muchos Jesús es un personaje del pasado, que a lo sumo está distante, allá en el Cielo, como lo pueden estar nuestros antepasados de tal manera que sólo después de la muerte podremos encontrarnos con Él, por lo que de momento deberemos tener paciencia hasta que llegue ese encuentro.
Sin embargo, en el Evangelio aparece claro este mensaje de Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Quizá un relato de San Lucas, leído en uno de los domingos de Pascua, nos puede dar la clave para buscar a Jesús aquí y ahora. Nos habla de dos discípulos que tras la muerte del Maestro marchan tristes y decepcionados desde Jerusalén hasta su pueblo, llamado Emaús. Mientras van de camino se les acerca un extraño compañero de viaje. Se une a su conversación en la que los dos discípulos de Emaús comentaban acerca del fracaso de Jesús de Nazaret, en quien habían puesto tantas esperanzas e ilusiones. Es entonces cuando el caminante desconocido intenta demostrarles con citas tomadas de la Biblia que no tienen por qué estar tristes, pues ya estaba anunciado en los Profetas que tendrían que ocurrir estas cosas. Y la verdad es que ellos al oír esta explicación recobran la calma y la confianza. Se sienten muy a gusto. Al llegar al pueblo lo invitan a cenar con ellos, dado que ya es muy tarde. Al final de la cena el invitado toma el pan, lo parte, lo bendice... y de pronto se dan cuenta de que es el mismo Jesús que está repitiendo lo que hizo en la Ultima Cena. En ese instante desaparece, pero ellos ya no dudaron un instante de la identidad del acompañante.
Podemos decir que esa escena se repite en la actualidad. No importa, pues, que haya desaparecido la presencia física de Jesús para sentir el efecto de su cercanía:
-Jesús camina siempre a nuestro lado, en el camino de la vida, aunque a veces no lo reconozcamos, como el amigo invisible. “Se acercó a ellos, mientras iban de camino”.
-En los momentos más tristes Él se acerca como de incógnito y la escucha de su palabra y la respuesta de la oración nos ayudan a recobrar el ánimo. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?”.
-De manera especial la celebración de la Eucaristía nos hace presente a Jesús. La Misa o la oración ante el Sagrario son momentos privilegiados para el encuentro con Él. “Lo reconocieron al partir el pan”. “Donde están dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
-La Hospitalidad, la acogida al prójimo, al hermano... nos acercan verdaderamente a Jesús. Tal vez si los de Emaús lo hubieran rechazado o si no lo hubieran invitado a quedarse con ellos no habrían tenido la ocasión de descubrir su identidad. Las palabras que Jesús dirá en el Juicio Final: “Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer... cuando se lo hacías a uno de estos a mí me lo hacíais” no dejan lugar para la duda. Cabría recordar aquí el extraordinario mensaje de la canción: “Con vosotros está y no le conocéis” ¡Y son tantas las ocasiones en que ese Jesús pasa, necesitado, a nuestro lado...!
Para terminar permítannos hacer un pequeño retoque al viejo catecismo: ¿Dónde está Jesucristo? Jesucristo está en el Cielo, en la Eucaristía, en su palabra, en el prójimo y en la Comunidad Cristiana. MA

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