Día litúrgico: Martes VI (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 8,14-21): En aquel tiempo, los discípulos se habían olvidado de tomar panes,
y no llevaban consigo en la barca más que un pan. Jesús les hacía esta
advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y de la
levadura de Herodes». Ellos hablaban entre sí que no tenían panes. Dándose
cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis panes? ¿Aún no
comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no
veis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes
para los cinco mil? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?». «Doce»,
le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas
llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no
entendéis?».
«Guardaos de la levadura de los
fariseos»
Comentario: Rev. P. Juan Carlos CLAVIJO
Cifuentes (Bogotá, Colombia)
Hoy —una vez más—
vemos la sagacidad del Señor Jesús. Su actuar es sorprendente, ya que se sale
del común de la gente, es original. Él viene de realizar unos milagros y se
está trasladando a otro sector en donde la Gracia de Dios también debe llegar.
En ese contexto de milagros, ante un nuevo grupo de personas que lo espera, es
cuando les advierte: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos
y de la levadura de Herodes» (Mc 8,15), pues ellos —los fariseos y los de
Herodes— no quieren que la Gracia de Dios sea conocida, y más bien se la pasan
cundiendo al mundo de mala levadura, sembrando cizaña.
La fe no depende de
las obras, pues «una fe que nosotros mismos podemos determinar, no es en
absoluto una fe» (Benedicto XVI). Al contrario, son las obras las que dependen
de la fe. Tener una verdadera y autentica fe implica una fe activa, dinámica;
no una fe condicionada y que sólo se queda en lo externo, en las apariencias,
que se va por las ramas… La nuestra debe ser una fe real. Hay que ver con los
ojos de Dios y no con los del hombre pecador: «¿Aún no comprendéis ni
entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?» (Mc 8,17).
El reino de Dios se
expande en el mundo como cuando se coloca una medida de levadura en la masa;
ella crece sin que se sepa cómo. Así debe ser la autentica fe, que crece en el
amor de Dios. Por tanto, que nada ni nadie nos distraiga del verdadero
encuentro con el Señor y su mensaje salvador. El Señor no pierde ocasión para
enseñar y eso lo sigue haciendo hoy día: «Nos hemos de liberar de la falsa idea
de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy» (Benedicto XVI).
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