Franciscano,
10 de Julio
Tradicional - No incluido en el actual Martirologio
Romano
Etimológicamente: Pacífico = portador de paz. Viene de la lengua latina.
Nacido en Marches (Italia) y entró a la casa del
Padre en Lens (Hainaut, Bélgica) alrededor del año 1234. Fue uno de los compañeros predilectos de san
Francisco que le impuso el nombre de Pacífico. Después de una vida mundana,
habiendo sido un célebre trovador, apodado el “Rey de los versos” a partir de
que el emperador lo había coronado como “Príncipe de los poetas” en el
Capitolio. Inició su camino de conversión a la edad de cincuenta años, luego de
escuchar a San Francisco cuando este predicaba en San Severino Marche, este lo
recibió entre los suyos. En 1217 lo envió para
que implantara la orden en París. Al regresar a Italia (1223). Pacífico fue
nombrado visitador de las clarisas.
Fue él quien hizo escuchar por primera vez el
Cántico del sol que acababa de componer el Poverello (1225). Nuevamente la
gente de Asís luchaba entre sí unos sosteniendo al obispo que había excomulgado
al podestá, los otros apoyando a este último. Todo el mundo estaba ahí cuando
el viejo trovador entonó con su hermosa voz: “Loado seas tú Señor, por todas
las creaturas y particularmente por mi Señor el Hermano Sol que da el día y que
nos ilumina”. El podestá se había levantado de inmediato se lee en el Speculum,
las manos juntas, los ojos anegados de lágrimas escuchaba piadosamente.
“Loado seas tú, Señor, por la Hermana Tierra
nuestra madre, que nos lleva y nos alimenta”.
Aquí es donde Francia había puesto su llamado al
perdón: “Loado seas tú, Señor, por aquellos que perdonan y perseveran en la
paz, pues por ti, oh Altísimo, serán coronados”. Al oír esas palabras todos se
echaron a llorar. El podestá se arrojó de rodillas a los pies del obispo:
“Aunque él hubiese matado a mi propio hijo” -dijo- “no hay hombre en este mundo
a quien en este momento no quisiese perdonar por el amor de Dios y de su siervo
Francisco. Estoy listo Señor a darte la satisfacción con que me pidas”. El
obispo lo levantó y lo besó tiernamente diciendo “Yo también te pido perdón.
Excusa mi falta de humildad y por haber cedido, una vez más, a mi cólera”.
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