Sacerdote,
16 de Octubre
Martirologio Romano: En Ramapuram, Palai, India, beato
Agustín Thevarparampil, presbítero († 1973).
Fecha de beatificación: 30 de abril de 2006, durante el
pontificado de Benedicto XVI.
Agustín Thevarparampil fue un sacerdote humilde,
que se entregó en favor de sus hermanos dalit marginados de la sociedad.
Ejerció su ministerio en la parroquia durante 47 años. Aunque su verdadero
nombre era Agustín, todos lo conocían como ‘Kunjachan’ (el padrecito), porque
era bajo de estatura.
Nació el 1 de abril de 1891 en Ramapuram, en la
familia Thevarparampil. Era el menor de cinco hijos. Terminada la primaria,
completó su formación sacerdotal en el seminario de Changacherry y en el de
Puthenpally. El 17 de diciembre de 1921 recibió la ordenación sacerdotal de
manos del obispo Mar Thomas Kurianacherry.
Desempeñó su ministerio un año como vicario
parroquial en Ramapuram y luego, tres años, en Kadanad. Seguidamente, a causa
de sus problemas de salud, volvió a su parroquia para recuperarse. Durante ese
tiempo descubrió por casualidad un nuevo campo de actividad: en el retiro
anual, realizado en la parroquia de Ramapuram, los predicadores reunieron cerca
de cuarenta dalit -desheredados- en la iglesia y les predicaron las verdades de
la fe. Al recibir esa enseñanza religiosa, se mostraron dispuestos a recibir el
bautismo. ‘Kunjachan’ decidió dedicarse al servicio de esas personas. Esa
decisión lo convirtió en guía y liberador de miles de pobres de esa aldea.
Prosiguió su apostolado en favor de los dalit hasta
su muerte. Como dijo san Arnold Jansen, fundador de la Sociedad del Verbo
Divino, el acto primero y principal de amor al prójimo consiste en comunicarle
la buena nueva de Jesucristo. ‘Kunjachan’ se realizó en plenitud sirviendo con
paciencia y compasión a los demás, especialmente a los marginados, viendo en
ellos a Cristo.
Durante casi cuarenta años se dedicó al progreso de
sus hermanos dalit. En ese tiempo las condiciones sociales de los dalit eran dramáticas,
pues se les consideraba ‘intocables’ y se les discriminaba por su casta y el
color de su piel. Todos eran analfabetos. En consecuencia, eran supersticiosos
y la sociedad los obligaba a realizar trabajos manuales propios de esclavos.
Todos estos factores hacían muy difícil el ministerio de ‘Kunjachan’.
No tenía un talento o capacidad excepcional. Era un
sencillo párroco. No recibió ninguna honorificencia ni ningún reconocimiento
por su incansable servicio orientado a la emancipación de los pobres. Su
programa diario preveía visitas a los dalit en su domicilio y en sus lugares de
trabajo. Su único ayudante era un catequista. Sin embargo, logró acercar a Dios
a muchas personas.
No sólo tuvo que afrontar la oposición y duras
críticas de los miembros de castas superiores, sino también de los cristianos
tradicionales. Estos obstáculos no frenaron su celo misionero. Acercó a la
Iglesia a más de cinco mil personas.
Creó un vínculo muy firme con todos aquellos a
quienes ayudaba. Los llamaba ‘hijos míos’ y ellos lo llamaban ‘nuestro
sacerdote’. Los conocía a todos y los llamaba por su nombre, desde los niños
hasta los ancianos...
No sólo se esforzaba por la elevación espiritual de
los dalit, sino también por su emancipación social, cultural, intelectual y
artística. Resistió a la oposición con calma y mansedumbre. No se desalentó
cuando el gobierno negó privilegios a los dalit convertidos al cristianismo. La
gracia constante de Dios le daba fuerza y valentía. La fuente de su fuerza era
la oración ante el santísimo Sacramento. También fue devoto de la santísima
Virgen María. Obedecía a su párroco y a su obispo con gran humildad.
Falleció el 16 de octubre de 1973.
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