jueves, 3 de octubre de 2019

Martina Vázquez Gordo, Beata

Religiosa y Mártir, 04 de Octubre
Martirologio Romano: En la Comunidad Valenciana, España, Beatas Josefa Martínez Pérez y 11 religiosas profesas de la Congregación de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, quienes junto a Dolores Broseta Bonet, laica, fueron asesinadas por odio a la fe. ( 1936)
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el pontificado de S.S. Francisco.

Nació en Cuellar (Segovia) el 30 de enero de 1865 en el seno de una familia numerosa. Sus padres Zacarías y Antonia eran pasteleros y dueños de fincas dedicadas a la agricultura. La casa familiar estaba muy cerca de la parroquia y vecina a la plaza mayor del pueblo. La familia tenía hondas raíces cristianas, por eso los padres educaron cristianamente a sus ocho hijos.
Sor Martina Vázquez Gordo fue una mujer excepcional, de espíritu inquieto y una personalidad arrolladora. Descubrió su vocación religiosa durante la hospitalización de su padre, que era un reputado pastelero y propietario de varias fincas dedicadas a la agricultura. En contacto con la labor que realizaban las Hijas de la Caridad en el Hospital General de Valladolid, sor Martina descubrió otros derroteros para su vida. «Dejó entonces a su novio y entró en el noviciado», explica sor Ángeles, la postuladora de la causa, quien describe a sor Martina «como una mujer valiente que no le tenía miedo a nada». Su vida está llena de anécdotas.
En 1908, Sor Martina puso en marcha la sala de párvulos del Colegio de la Medalla Milagrosa en Zamora. «Ella quería que la gente conociera que en septiembre de 1909 iban a empezar las clases y, como no tenía dinero para poner anuncios, acudió al Casino donde sabía que iban los diputados a jugar. Les pidió que hicieran divulgación de las nuevas clases, uno le dijo que lo harían si se sentaba a jugar con ellos y hacía carambola a la primera y lo logró», relata sor Ángeles Infante. Esta destreza poco común en una mujer de aquella época la había adquirido en casa de sus abuelos, que tenían una mesa de billar, recuerda su sobrino nieto, Rafael Rodríguez Vázquez, para quien su tía «era superior a todo».
«Desde que nacimos hemos oído hablar de la tía Martina todos los días de nuestras vidas», asegura este hombre que guarda como un tesoro algunas reliquias de la monja, como el hábito, los zapatos y el rosario que llevaba en el momento de su muerte. Su homenaje cotidiano y sencillo es recordarla con alegría. «Cada vez que me encuentro con alguien, sin darme cuenta, termino contando historias de la tía Martina. Fue una mujer con una simpatía increíble y muy valiente». De hecho, en 1923 acudió a la Guerra de África al frente de 42 religiosas para ayudar a los heridos. Durante tres años fue la responsable de los hospitales militares. Los soldados la consideraban «una verdadera madre», según consta en numerosos documentos sobre su vida.
Sor Martina fue fusilada en Segorbe (Castellón) el 4 de octubre de 1936 a manos de un hombre que ella misma había llevado a la Casa de Beneficencia cuando era apenas un niño. Estaba con otras hermanas, pero sor Martina, que entonces tenía 68 años y más de 30 como religiosa, se adelantó y pidió que la mataran solo a ella. En el momento de recibir el disparo dijo: «Hijo, te perdono porque no sabes lo que haces. Si os he ofendido en alguna cosa os pido perdón». La frase la contó su propio ejecutor en 1941 durante una confesión pública en la Catedral de Segorbe ante un canónigo que hoy tiene 100 años, relata sor Ángeles. «Mi familia y la Compañía les perdonó», añade su sobrino Rafael.
Para su familia, la beatificación de la religiosa es «un motivo de orgullo». «No puedo explicar con palabras lo que significa», asegura emocionado su sobrino, quien seguirá la misa por televisión desde Madrid por problemas de salud.
Los restos de sor Martina fueron trasladados en junio de 1959 de Segorbe a Cuéllar (Segovia), a petición de la familia. Hay documentos y testimonios que corroboran que la religiosa había dicho que iba a morir mártir y quería, si fuese posible, que sus restos estuviesen a los pies de la Virgen del Henar, sirviéndole de alfombra. Y así quedaron depositados delante del camarín de la Virgen», explica sor Ángeles.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario