El nuevo brote de coronavirus, que se ha extendido
desde China a por lo menos otros 16 países, ha afectado a más de 20.000
personas y dejado más de 500 muertos.
Este virus, que se cree que proviene de algún
animal de un mercado de la ciudad de Wuhan, resalta nuestro riesgo de contraer
enfermedades transmitidas por la vida silvestre.
Es probable que esto sea un problema mayor en el
futuro, ya que el cambio climático y la globalización alteran la forma en que
interactúan los animales y los humanos.
¿Cómo pueden
los animales enfermar a las personas?
En los últimos 50 años, una serie de enfermedades
infecciosas se ha extendido rápidamente después de dar el salto de los animales
a los humanos.
La crisis del VIH/SIDA de la década de 1980 se
originó en los simios. La pandemia de gripe aviar de 2004-07 vino de unos
pájaros y los cerdos nos dieron la pandemia de gripe porcina en 2009. Más
recientemente, se descubrió que el síndrome respiratorio agudo severo (SARS)
vino de los murciélagos, animales que también nos dieron el Ébola.
Los humanos siempre han contraído enfermedades de
los animales. De hecho, ese es el caso en la mayoría de las nuevas enfermedades
infecciosas.
Pero el cambio climático está acelerando este
proceso, al mismo tiempo que el aumento del número de habitantes en las
ciudades y los viajes internacionales propician que estas enfermedades puedan
propagarse más rápidamente.
¿Cómo pueden
las enfermedades saltar de una especie a otra?
La mayoría de los animales transportan una variedad
de patógenos: bacterias y virus que pueden causar enfermedades. La
supervivencia evolutiva del patógeno depende de la infección de nuevos
huéspedes, y saltar a otras especies es una forma de hacerlo.
Los sistemas inmunes del nuevo huésped intentan
matar a los patógenos, lo que significa que los dos están encerrados en un
eterno juego evolutivo de tratar de encontrar nuevas formas de vencerse
mutuamente. Por ejemplo, aproximadamente el 10% de las personas infectadas
murieron durante la epidemia de SARS en 2003, en comparación con menos del 0,1%
de una epidemia de gripe ‘típica’.
El cambio climático está alterando y eliminando los
hábitats de los animales, transformando la forma en que viven y alterando quién
se come a quién. La forma en que viven los humanos también ha cambiado: el 55%
de la población mundial ahora habita en ciudades, en comparación con el 35% de
hace 50 años.
Y estas ciudades más grandes ofrecen nuevos hogares
para la vida silvestre: ratas, ratones, mapaches, ardillas, zorros, pájaros,
chacales, monos, que pueden vivir en espacios verdes como parques y jardines,
lejos de los desechos que los humanos dejan atrás.
Algunas especies suelen tener más éxito en las
ciudades que en la naturaleza debido al abundante suministro de alimentos, lo
que hace que los espacios urbanos sean un crisol de enfermedades en evolución.
¿Quiénes
está en mayor riesgo?
Las nuevas enfermedades en un nuevo huésped suelen
ser más peligrosas, por lo que cualquier infección emergente es preocupante. Algunos
grupos son más vulnerables a contraer estas enfermedades que otros. Los
habitantes más pobres de las ciudades tienen más probabilidades de trabajar en
la limpieza y el saneamiento, lo que aumenta sus chances de encontrar fuentes y
portadores de enfermedades. También pueden tener sistemas inmunes más débiles
debido a la mala nutrición y la exposición al aire pobre o condiciones
insalubres. Y si se enferman, es posible que no puedan pagar la atención médica.
Las nuevas infecciones también pueden propagarse
rápidamente en las grandes ciudades, ya que las personas están tan apretadas
que respiran el mismo aire y tocan las mismas superficies. En algunas culturas,
las personas también usan la vida silvestre urbana para alimentarse: comen
animales capturados dentro de la ciudad o criados en los alrededores.
¿Cómo
cambian nuestro comportamiento las enfermedades?
Hasta este martes la OMS ha confirmado 20.630 casos
de afectados por el nuevo coronavirus y 426 muertos. Las posibles consecuencias
económicas del brote son claras. Se han impuesto restricciones de viaje, pero
incluso sin estas medidas, las personas tienen miedo de interactuar debido al
riesgo de contraer el virus, por lo que cambian su comportamiento. Se hace más
difícil cruzar las fronteras, los trabajadores migrantes temporales no pueden
reubicarse y las cadenas de suministro se interrumpen.
Esto es típico de un brote de esta naturaleza. En
2003, la epidemia de SARS le costó a la economía global un estimado de US$40.000
millones en 6 meses. Esto se debió en parte al costo de tratar a los pacientes,
pero también al descenso de la actividad económica y del movimiento de
personas.
¿Qué podemos
hacer?
Las sociedades y los gobiernos tienden a tratar
cada nueva enfermedad infecciosa como una crisis independiente, en lugar de
reconocer que son un síntoma de cómo está cambiando el mundo. Cuanto más
cambiemos el medioambiente, es más probable que alteremos los ecosistemas y que
creemos oportunidades para que surjan enfermedades.
Solo alrededor del 10% de los patógenos del mundo han sido documentados, por lo que se necesitan más recursos para identificar al resto y a los animales portadores. Por ejemplo ¿cuántas ratas hay en una gran capital y qué enfermedades transmiten?
Solo alrededor del 10% de los patógenos del mundo han sido documentados, por lo que se necesitan más recursos para identificar al resto y a los animales portadores. Por ejemplo ¿cuántas ratas hay en una gran capital y qué enfermedades transmiten?
Muchos habitantes de la ciudad valoran la vida
silvestre urbana, pero también debemos reconocer que algunos animales conllevan
daños potenciales.
Tiene sentido hacer un seguimiento de qué animales
están llegando a las ciudades y si las personas están matando o comiendo vida
silvestre o llevándola a los mercados de los alrededores. Mejorar el
saneamiento, la eliminación de desechos y el control de plagas son formas de
ayudar a detener la aparición y propagación de estos brotes. En términos más generales,
se trata de cambiar la forma en que se gestionan nuestros entornos y la forma
en que las personas interactúan con ellos.
Las
pandemias son parte de nuestro futuro
Reconocer que están surgiendo nuevas enfermedades y
que se están propagando de esta manera nos coloca en una posición más fuerte
para combatir las nuevas pandemias, que son una parte inevitable de nuestro
futuro. Hace un siglo, la pandemia de gripe española infectó a aproximadamente
500 millones de personas y mató a entre 50 y 100 millones en todo el mundo. El
avance científico y las grandes inversiones en salud global significan que
dicha enfermedad se manejaría mejor en estos tiempos o en el futuro. Sin
embargo, el riesgo sigue siendo real y potencialmente catastrófico: si algo
similar ocurriera nuevamente, cambiaría la vida en el mundo.
A mediados del siglo XX, algunos en Occidente
afirmaron que las enfermedades infecciosas eran conquistables. Pero a medida
que la urbanización y la desigualdad crecen y el cambio climático perturba aún
más nuestros ecosistemas, debemos reconocer a las enfermedades emergentes como
un riesgo creciente. BP
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