Obispo y mártir, 18 de Marzo
Elogio: Conmemoración
de san Alejandro, obispo y mártir, que, yendo de Capadocia a Jerusalén, recibió
el encargo pastoral de la Ciudad Santa, donde fundó una importante biblioteca e
instituyó una escuela. En su venerable y longeva edad, durante la persecución
desencadenada por Decio fue conducido a Cesarea de Palestina, donde completó
con un glorioso martirio su confesión de Cristo.
San Alejandro,
junto con Orígenes, fue estudiante de la gran escuela Cristiana de Alejandría;
primero estuvo bajo la dirección de san Panteno y luego bajo la de su sucesor
Clemente. Fue nombrado obispo de su ciudad natal, Capadocia, y durante la
persecución de Severo hizo su profesión de fe. Aunque no lo mataron, fue
encarcelado por varios años hasta el principio del reinado de Caracalla. Su
maestro Clemente, que había sido obligado a abandonar Alejandría, se
comprometió a llevar una carta de Alejandro a la Iglesia de Antioquía, en la
que enviaba la enhorabuena por la elección de san Asclepíades; noticia que
había aligerado las cadenas a las que estaba sujeto, según él comentaba. Cuando
obtuvo la libertad, hizo una peregrinación a Jerusalén, y ahí fue elegido por
el pueblo para coadjutor del obispo de aquella sede, debido a una señal del
cielo. Esta era la primera vez en la historia de la Iglesia que se daba el caso
de un coadjutorado y translación episcopal; acaeció en el año 212 y tuvo que
ser ratificado por la jerarquía de Palestina en un Concilio. Mientras estaban
los dos obispos en el gobierno de la Iglesia de Jerusalén, Alejandro escribía a
otra sede: «Os saludo en nombre de Narciso, quien a la edad de 116 años, nos
pide que vivamos en inviolable paz y unión».
San Alejandro
tuvo un conflicto con el obispo Demetrio de Alejandría, quien le censuró por
haber tomado parte en la ordenación de Orígenes y por haberlo alentado a
predicar en las iglesias, cuando era aún seglar. Por testimonio de Orígenes
sabemos que Alejandro de Jerusalén sobresalía entre todos los prelados por su
mansedumbre, dulzura y discernimiento. Hizo grandes beneficios a la ciudad;
entre otros, le dio una biblioteca de obras teológicas, que todavía existía
cuando, un siglo más tarde, Eusebio escribió, y de la que hizo constante uso.
En la persecución de Decio, san Alejandro fue aprehendido e hizo su segunda
confesión pública. Fue condenado a las fieras, pero no pudieron hacer que lo
atacaran; entonces fue llevado prisionero a Cesarea, donde murió en cadenas. La
Iglesia lo reconoce como mártir.
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