Santo del NT, 11 de
Abril
Elogio: En Pérgamo, provincia
romana de Asia, conmemoración de san Antipas, que fue testigo fiel, como dice
san Juan en el Apocalipsis, al ser martirizado por el nombre de Jesús.
«Eres fiel a mi nombre y no has renegado de mi fe,
ni siquiera en los días de Antipas, mi testigo fiel, que fue muerto entre
vosotros, ahí donde habita Satanás» (Apocalipsis 2,13) Así aparece en la
única mención que tenemos de este mártir de la Iglesia en sus inicios. No
tenemos más datos de él -cosa que nos ocurre a menudo con los mártires
antiguos- y no podemos contextualizarlo demasiado. Existe una «Passio» de
Antipas, que ubica el martirio en tiempos de Nerón, y describe los detalles,
pero es un escrito muy posterior, que no se basa en documentos, sino que sólo
reproduce los lineamientos del género literario. El párrafo citado forma parte
de la «Carta a la Iglesia de Pérgamo», la tercera de las siete cartas a las
Iglesias de Asia Menor, que forman la primera sección del libro del
Apocalipsis.
Estas «cartas» describen las situaciones históricas
de maneras tan esquemáticas y a pinceladas tan gruesas (lo que es propio de los
escritos apocalípticos), que poco podemos hacernos a la idea de los hechos
ocurridos tras la narración. Se nos dice que allí, es decir, en Pérgamo,
«habita Satanás», una invectiva muy fuerte a los oídos de cualquier cristiano.
Pérgamo era, de hecho, un centro especialmente volcado al culto pagano, y
dentro de ello, el culto al emperador brillaba respecto de otras ciudades;
posiblemente sea ésa la alusión. No se sabe a qué persecución se refiere; el
libro se suele datar en una primera redacción en tiempos de Nerón (54 a 68),
con una reelaboración final en tiempos de Domiciano (81-96), dos momentos de
especial crisis en el cristianismo inicial, ya que hubieron en ellos
persecuciones que han quedado como «modelo» de la furia persecutoria pagana, y
a lo que precisamente el Apocalipsis quiere oponer la fuerza de la esperanza
cristiana, que se basa, no en el triunfo terreno, sino en la fidelidad al
«Cordero degollado».
Lo cierto es que Apocalipsis es posiblemente el
responsable de que el término «mártir» -que en griego (martýs) significa
simplemente «testigo», sin que necesariamente se halle implicada la connotación
de testimonio cruento o «por la sangre»- haya quedado como término específico
para designar cierta forma de testimoniar a Jesús: en la perfecta fidelidad a
su muerte, y por lo tanto cruentamente. Y uno de esos momentos en que el Apocalipsis
ahonda en la profundidad del «testimonio» (martirio) cristiano es,
precisamente, al referirse a nuestro Antipas. Merece él además, por parte del
libro sagrado, un especial título: no sólo «martys», sino «martys pistós»,
«testigo fiel», que es un título cristológico, que usa el propio Apocalipsis
para referirse a Cristo como testigo de Dios, en 1,5 y 3,14. A través de esto
el Apocalipsis muestra, nos muestra, que Cristo -tal como él mismo lo pidió-
puede realmente ser imitado por los suyos: su gesta es, desde un cierto punto
de vista, única, pero desde el punto de vista del camino que él abre y al que
nos convoca, esa gesta es infinitamente repetible, puede ser realizada por
cualquier creyente en cualquier época. Y así, cada vez que alguien da su sangre
por la fe, se reactualiza de manera eminente la gesta salvadora de Jesús en la
cruz.
Aunque no sepamos más nada de este Antipas, le
debemos ser aquel mártir que por primera vez nos sirve de ejemplo vivo de este
pasaje del martirio de Jesús al martirio de los cristianos. Es verdad que el
primer mártir cristiano es san Esteban (Hechos
6), sin embargo, en su narración no se aplica aun el término mártir para
describir la relación de su muerte con la de Jesús, habrá que esperar al
Apocalipsis, y a esta mención de Antipas, para que la concepción de la muerte
por la fe como «martirio» encuentre todo su lenguaje.
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