Es la hora del
recreo en la guardería y un grupo de niños está corriendo por el patio. Varios
tropiezan, y uno de ellos se hace daño en una rodilla y comienza a llorar.
Todos los demás siguen con sus juegos, sin prestarle atención..., excepto
Roger.
Roger se
detiene junto a él, le observa, espera a que se calme un poco, y después se
agacha, frota con la mano su propia rodilla y comenta, con un tono comprensivo
y conciliador: “¡vaya, yo también me he hecho daño!”
Esta escena es
observada por un equipo investigador que dirigen Tomas Hatch y Howard Gardner,
en una escuela norteamericana.
Al parecer,
Roger tiene una extraordinaria habilidad para reconocer los sentimientos de sus
compañeros de guardería y para establecer un contacto rápido y amable con
ellos. Fue el único que se dio cuenta del estado y el sufrimiento de su
compañero, y también fue el único que trató de consolarle, aunque sólo pudiera
ofrecerle su propio dolor: un gesto que denota una habilidad especial para las
relaciones humanas y que, en el caso de un preescolar, augura la presencia de
un conjunto de talentos que irán floreciendo a lo largo de su vida.
Al
término de su estudio sobre el comportamiento infantil en la escuela, estos
investigadores propusieron una serie de habilidades que reflejan el talento
social de una persona:
- Capacidad de liderazgo, es decir,
de movilizar y coordinar los esfuerzos de un grupo de personas. Es una
capacidad que se apunta ya en el patio del colegio, cuando en el recreo surge
un niño o una niña —siempre los hay— que decide a qué jugarán, y cómo; y que
pronto acaba siendo reconocido por todos como líder del grupo.
- Capacidad de negociar
soluciones, o sea, de mediar entre las personas para evitar la aparición de
conflictos o para solucionar los ya existentes. Son los niños —también los hay
siempre— que suelen resolver las pequeñas disputas que se producen en el patio
de recreo.
- Capacidad de establecer
conexiones personales, esto es, de dominar el sutil arte de las relaciones
humanas que requieren la amistad, el amor o el trabajo en equipo. Es la
habilidad que acabamos de señalar en Roger: son esos niños que saben llevarse
bien con todos, que saben reconocer el estado emocional de los demás, y que
suelen ser por ello muy queridos por sus compañeros.
- Capacidad de análisis social, es
decir, de detectar e intuir los sentimientos, motivos e intereses de las
personas. Son los niños que desde muy pronto se sitúan sobre cómo son los demás
compañeros o profesores, y demuestran una intuición muy notable.
El
conjunto de esas habilidades —que, insistimos, son al tiempo innatas y
adquiridas— constituye la materia prima de la inteligencia interpersonal, y es
el ingrediente fundamental del encanto, del éxito social y del carisma
personal. Habilidades que reportan una indudable ventaja en la vida familiar,
en la amistad, en el mundo laboral o en muchos otros ámbitos de la existencia.
Como
ha señalado Daniel Goleman, esas personas socialmente inteligentes saben
controlar la expresión de sus emociones, conectan más fácilmente con los demás,
captan enseguida sus reacciones y sentimientos, y gracias a eso pueden
reconducir o resolver los conflictos que aparecen siempre en cualquier
interacción humana. Muchos son también líderes naturales, que saben expresar
los sentimientos colectivos latentes y guiar a un grupo hacia el logro de sus
objetivos. Son, en cualquier caso, el tipo de personas con quienes a los demás
les gusta estar porque hacen siempre aportaciones constructivas y transmiten
buen humor y sentido positivo. AA
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