De
hecho, los primeros que se encontraron con él se llamaron «discípulos»,
alumnos, es decir, hombres y mujeres dispuestos a aprender de su Maestro Jesús.
Los
cristianos de hoy tenemos que preguntarnos si no hemos olvidado que ser
cristianos es sencillamente «vivir aprendiendo» de Jesús. Ir descubriendo desde
Él, cuál es la manera más humana, más auténtica y gozosa de enfrentarnos a la
vida.
Cuántos
esfuerzos no se hacen hoy para aprender a triunfar en la vida: métodos para
obtener el éxito en el trabajo profesional, técnicas para conquistar amigos,
artes para salir triunfantes en las relaciones sociales. Pero ¿dónde aprender a
ser sencillamente humanos?
Son
bastantes los cristianos para quienes Jesús no es en modo alguno el inspirador
de su vida. No aciertan a ver qué relación pueda existir entre Jesús y lo que
ellos viven a diario. Jesús se ha convertido en un personaje al que creen
conocer desde niños, cuando en realidad sigue siendo para muchos el «gran
desconocido». Un Jesús sin consistencia real, incapaz de animar su existencia
diaria.
Y,
sin embargo, ese Jesús mejor conocido y más fielmente seguido podría
transformar nuestra vida. No como el maestro lejano que ha dejado un legado de
sabiduría admirable a la humanidad, sino como alguien vivo que, desde el fondo
mismo de nuestro ser, nos acompaña con paciencia, comprensión y ternura.
Él
puede ser nuestro maestro de vida. Nos puede enseñar a vivir, no para manipular
a otros, sino para servir. Nos puede descubrir que es mejor vivir dando que
acaparando. Escuchando su mensaje y siguiendo sus pasos podemos aprender a
vivir de manera más solidaria y menos egoísta, a arriesgarnos más por todo lo
que es bueno y justo, a querer a las personas como las quería él, a confiar en
el Padre como él confiaba. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario