La medicina, a
pesar de los enormes desarrollos de las últimas décadas, no es capaz de
satisfacer todas las expectativas de muchos pacientes.
Este hecho ha
sido analizado por autores que subrayan cómo, a pesar de las miles de medicinas
y de tecnologías que ayudan a millones de personas a superar sus enfermedades,
sigue en pie una desproporción difícil de superar entre lo que las personas
desean y lo que la ciencia puede ofrecerles.
Esto ocurre en
dos niveles: personal y social.
A nivel
personal, muchos enfermos sufren al ver cómo las decisiones de los
médicos no consiguen curarles ni paliar, como esperaban, sus dolores.
A nivel
social, familiares y amigos sienten una terrible desilusión cuando
constatan que hospitales y personal sanitario no consiguen curar a un padre, a
un hijo, a un amigo.
Las
expectativas del paciente pueden ser irrealistas, desproporcionadas. En
ocasiones, generan angustias que agravan la situación. Pero no es fácil
ayudarle a comprender que la medicina no es omnipotente, ni puede curarlo todo.
Por su parte,
los médicos y los diferentes agentes sanitarios, a pesar de la pena que
experimentan al ver que no pueden hacer más, han de aprender a convivir con los
límites de sus posibilidades técnicas y buscar las mejores maneras de acompañar
a aquellos enfermos a los que ya no pueden curar.
Desde luego,
será bienvenida toda ayuda y toda investigación que mejore las terapias, que
ayude a aliviar eficazmente el dolor, que permita curaciones que hoy por hoy parecen
muy difíciles.
Pero al final,
médicos y enfermos tendrán que hacer ese camino personal, insustituible, que
consiste en reconocer que la ciencia no es omnipotente, que no todas las
expectativas se pueden alcanzar, y que existen límites ante los cuales llega el
momento de ‘rendirse’.
Rendirse no significa
renunciar a lo ‘poco’ que pueda hacerse. Un enfermo incurable siempre necesita
recibir cariño, comprensión, apoyo espiritual y psicológico, y otras
intervenciones que pueden ser englobadas bajo el término de medicina paliativa.
Luego, juntos,
médico y enfermo, reconocerán que se acerca ese momento decisivo de la muerte,
ante el cual vale la pena toda ayuda que nos abra a la esperanza, que nos
permita recurrir al consuelo de Dios, y que resulta menos trágico si
encontramos a nuestro lado el afecto sincero de tantas personas que nos aman. FP
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