viernes, 1 de noviembre de 2024

Día litúrgico: 2 de noviembre: Conmemoración de todos los fieles difuntos

Texto del Evangelio (Lc 23,33.39-43): Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!». Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».
 
Comentario del Evangelio
 
Hoy vemos al ‘buen ladrón’ (Dimas) que, encontrándose con las ‘manos vacías’ y a punto de morir, dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Una petición preciosa y una buena lección para nosotros: si somos pobres en el espíritu nos pondremos en las manos de Dios. Sólo Él puede purificarme para llegar al Cielo. —Jesús, perdóname, discúlpame las veces que te he disgustado… Dimas pide un ‘reino’ y Jesús le garantiza el mejor de los reinos: el Paraíso.
—Jesús se entrega por todos y nosotros pedimos ese Paraíso para TODOS los que ya han salido. Algún día también ‘saldrás’ y te gustará que los demás te ayuden pidiendo para ti ese Paraíso.

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Descubre cómo las aplicaciones móviles pueden ayudar con la depresión...

Una revisión de estudios concluye que el uso de las apps podría ayudar a reducir los síntomas de la depresión, una enfermedad que cada vez es más frecuente y sobre la que existe un elevado consumo de medicamentos.
La depresión es un problema de salud frecuente. Muchos pacientes toman fármacos para tratar, aliviar o mitigar los síntomas asociados a este problema. El grupo de psicofármacos más dispensado es el de los antidepresivos, seguido por ansiolíticos y por hipnóticos y sedantes.
El consumo de estos tres grupos de psicofármacos sigue un patrón similar: el uso es mayor en mujeres que en hombres, se va incrementando con la edad hasta los 80 años, se observa gradiente social, con mayores DHD en los niveles más bajos de renta, y la dispensación es mayor conforme menor es el tamaño del municipio, con independencia de la edad.
Es cierto que el tratamiento farmacológico, en general, es necesario, pero en la gran mayoría de los casos debe combinarse con psicoterapia para conseguir mejores efectos. Sin embargo, muchos pacientes no reciben esta ayuda, bien por falta de medios o por falta de recursos. En este sentido, desde hace unos años, se estudia la efectividad del uso de nuevas tecnologías, o apps, para ayudar a estos pacientes en su tratamiento. Ahora, una revisión de estudios apunta que las aplicaciones desarrolladas para tratar la depresión pueden ser beneficiosas en el abordaje de los casos graves y moderados. Es la conclusión de una revisión y metaanálisis que ha incluido 13 estudios con hasta 16 apps diferentes y cuyos resultados se han publicado en la revista Jama Network Open.
Tras el análisis de los ensayos clínicos realizados, los investigadores vieron que las intervenciones basadas en aplicaciones móviles se asociaron con una reducción significativa de los síntomas de la depresión. Además, vieron que, a diferencia de lo que se pueda pensar, las intervenciones más cortas, de menos de 8 semanas, tendrían un efecto mayor en comparación con intervenciones más prolongadas.
El estudio también concluye que las aplicaciones móviles sin notificaciones internas resultaron ser más efectivas, lo que sugiere que la interacción humana y el apoyo personalizado podrían jugar un papel fundamental en el tratamiento de la depresión.
Según señalan Joaquim Raduà, psiquiatra y responsable del grupo de investigación Imagen de los trastornos relacionados con el estado de ánimo y la ansiedad de IDIBAPS y Miquel Àngel Fullana, miembro del mismo grupo de investigación y psicólogo clínico en el servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, a SMC España, “la salud mental de la población está probablemente empeorando y sabemos que los tratamientos psicológicos, especialmente la terapia cognitivo-conductual, pueden ser una estrategia eficaz para abordar este problema. Sin embargo, encontrar profesionales especializados y cubrir los costes asociados con este tipo de intervención es complicado”. En este contexto, “el uso de nuevas tecnologías para ofrecer tratamientos psicológicos eficaces a gran escala es absolutamente bien recibido”.
Este metaanálisis examina los estudios controlados aleatorizados sobre la eficacia de apps para tratar la depresión moderada y grave, y concluye que las apps tienen efectos beneficiosos en comparación con diversos grupos control. Como apuntan, “el metaanálisis utiliza una metodología en general adecuada, aunque algunas opciones estadísticas utilizadas están poco recomendadas, como el hecho de usar modelos de efectos fijos (fixed-effects) cuando los estudios analizados son muy heterogéneos, o analizar conjuntamente diversos tipos de grupo control (por ejemplo, tratamiento usual y lista de espera) que en investigaciones previas se ha visto que pueden tener efectos diferentes”.
Los resultados de este metaanálisis refuerzan la evidencia sobre el impacto positivo de las nuevas tecnologías en la mejora de la salud mental de la población. De hecho, tal y como indican, “estudios previos también respaldan los beneficios de la terapia cognitivo-conductual por internet (ICBT) para otros trastornos, como el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC)”.
Más estudios
En este sentido, un estudio con participación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) también señaló que el uso de aplicaciones para la depresión puede tener un efecto significativo en el tratamiento de los síntomas de este trastorno mental cada vez más prevalente, especialmente cuando se trata de intervenciones híbridas, es decir, que combinan la tecnología con la participación de un profesional. Esta es una de las conclusiones principales de la investigación que el equipo liderado por Carme Carrion, investigadora principal del eHealth Lab, obtuvo a partir de la recopilación y el análisis de las investigaciones científicas más cuidadosas en este campo de los últimos años.
“En los repositorios de aplicaciones hay decenas que quieren prevenirla o tratarla, pero muy pocas tienen evidencia científica detrás o han contado con la ayuda de profesionales o pacientes”, explica Carrion. Esta revisión de la literatura científica permitió detectar 29 trabajos científicos rigurosos que estudian la eficacia de las intervenciones en salud móvil aplicada a la depresión. De su análisis, se desprende que el uso de las intervenciones con apps tiene un efecto moderado y puede ser un método viable para ofrecer atención a la salud mental, pero también que la oferta de recursos actual tiene un alto nivel de diversidad, que hace difícil su caracterización.
Además de la eficacia para reducir los síntomas depresivos, con las intervenciones híbridas consiguiendo mejores resultados que las puramente tecnológicas, uno de los patrones observados es que los usuarios prefieren las aplicaciones sencillas y fáciles por encima de las que ofrecen muchas posibilidades y opciones, pero que no son tan comprensibles. Además, también se ha visto que, cuanto más alto es el grado de depresión, más tendencia hay a usarlas. En cambio, no se han observado diferencias significativas en cuanto a la edad o el género.
“Todo ello nos indica la necesidad de enfoques personalizados que tengan en cuenta las diferencias, las preferencias y las necesidades individuales. Y, para garantizar su eficacia, es importante priorizar los principios basados en la evidencia y las herramientas de evaluación estandarizadas como las que queremos desarrollar”, apunta Andrea Duarte, investigadora de la Fundación Canaria Instituto de Investigación Sanitaria de Canarias (FIISC), adscrita al Servicio de Evaluación del Servicio Canario de la Salud (SESCS), y quien ha liderado este metaanálisis.
“En general, las aplicaciones para la depresión tienen un efecto moderado en la reducción de los síntomas, pero hay mucha diversidad en las características y los componentes que tienen. Ninguno de ellos por sí solo se relaciona con más o menos eficacia, así que habría que ir más allá de intentar hacer una aplicación para todo el mundo y saber qué aplicación y con qué características tiene que desarrollarse para las personas con determinadas necesidades”, explica Duarte.
La investigadora admite que la introducción de la tecnología en el tratamiento de la salud mental “todavía está en pañales”, pero a la vez coincide con Carrion en que es una vía que hay que explorar: “Visto el incremento de la demanda y la limitación de recursos, para conseguir mejorar la efectividad de los tratamientos, pero también para la eficiencia del sistema sanitario, será imprescindible introducir herramientas tecnológicas, pero hace falta que sean buenas, validadas y que aporten valor”.
En opinión de Diego Hidalgo, psiquiatra e investigador en la Unidad de Trastornos Bipolares y Depresivos del Hospital Clínic de Barcelona, “es importante tener en cuenta las limitaciones inherentes a los estudios con apps, que radica en la diversidad de cada una de ellas en cuanto a sus contenidos y funcionalidad, si bien los autores tuvieron en cuenta algunos de estos aspectos en los subanálisis por grupos según características. Es decir, siempre habría que recordar que no toda app para depresión es igual a las otras apps, sobre todo aquellas que no han sido evaluadas en ensayos clínicos como las incluidas en este estudio”.

Reflexión sobre la fe…

Jesús fue hacia ellos caminando sobre el mar. Era de noche y el viento soplaba con tal fuerza que zarandeaba la barca donde estaban los discípulos. Cuando lo vieron creyeron que era un fantasma y hasta llegaron a gritar aterrorizados… Pero les dice para tranquilizarlos: “¡Animo!, soy yo; no temáis”. Mas pareció no bastar; sirvió de poco, dudaron. “Si eres tú, mándame ir hacia ti sobre las aguas” –le dijo Pedro– Y el maestro le respondió: “Ven”. Y fue Pedro. Como no amainaba la violencia del viento le entró miedo y comenzó a hundirse… “¡Señor, sálvame!”. Jesús lo agarró y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. “Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt 14, 24-33).
Los creyentes tenemos el riesgo de ser como ese Pedro que pone a prueba la fe y que la instrumentaliza. Dios se nos ha revelado, nos ha dicho “Soy Yo”, y aún así hurgamos más pruebas sumidos en el prurito del saber más so pretexto de comprender mejor a Dios: le ‘probamos’. Parece no bastarnos su propio testimonio; parece que hemos perdido el más elemental sentido de confianza o que ya no somos capaces de reconocer su singular timbre de voz, ese que suena sonoro y con nítida claridad en lo profundo del alma, ese que escuchamos un día cuando reconocimos con el pasar de los años la fe que nos había sido dada. Y lo más triste y dramático de una situación así es que esa búsqueda desconfiada, que esa sordera voluntaria, pueda venir precisamente de quienes reconocemos –como de hecho es– a Cristo como Dios: de sus discípulos.
Y está también el otro error en el que podemos sumirnos: identificar la fe como un medio, como un recurso para nuestra felicidad, satisfacción o comodidad: que la hayamos instrumentalizado. Se escucha decir: “la fe ayuda a que cueste menos la muerte de los hijos, del esposo (a), de los seres queridos, etc.”; y es verdad que ayuda, pero la fe no es primariamente amortiguadora de dolores ni dispensadora de cuidados intensivos en momentos de puntual dificultad de nuestra existencia. No creemos para sufrir menos ni para tener una vida más llevadera. Es más, la fe no es nuestra conquista ni nuestra adquisición; no creemos porque hemos conquistado la fe como podríamos alcanzar la cumbre de una montaña; creemos porque la fe nos ha conquistado, porque Dios nos ha conquistado. De ahí que la fe signifique adherirse a Dios confiando en Él plenamente y asintiendo a lo que nos ha revelado.
Pedro pone a prueba su fe cuando no le bastan las palabras de Jesús –“¡Animo!, soy yo; no temáis”– y duda: “Si eres tú…”. Pedro instrumentaliza la fe cuando condiciona al maestro a hacerlo ir hacia Él sobre las aguas. ¿No es este Pedro el que había visto la multiplicación de los panes y de los peces? ¿No es este Pedro el que había bebido del agua hecha vino delicioso? ¿No es este Pedro aquel que confesó de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”? ¿No hay muchas similitudes en la vivencia de la fe de Pedro y en el modo como la vivimos o podemos llegar a vivir muchos de nosotros? Cuántas veces tentamos a Dios: “Si eres Dios –podemos llegar a decirle– que sane mi madre…”, “Si eres Dios que encuentre trabajo”. Pero no sólo. Incluso ponemos fecha límite para la sanación y nombre y salario al puesto que buscamos. Y apenas una adversidad, apenas un obstáculo, una dificultad, una ventisca, nos desanimamos… porque nos falta fe. “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”. Si de verdad creyésemos; si tuviéramos fe como un granito de mostaza moveríamos las montañas… Bajo estas perspectivas, ¿no es justo reflexionar y meditar cómo es o cómo está actualmente nuestra fe?
Pedro había recibido la fe en Jesús y había visto los milagros de Jesús. Pero quizá se conformó, en esa etapa de su vida, con vivir con la fe sin cultivarla. ¿Y es que la fe también se cultiva? Ciertamente. Dios es el jardinero que la pone como semilla en el jardín de la existencia de cada uno de los hombres que la aceptamos con humildad. Él siembra pero depende de nosotros, de los jardineros, regarla, cuidarla, hacerla crecer fuerte, sana, recta y vigorosa. Y es un don tal alto la fe. Ninguna otra criatura en la tierra es capaz de creer, de tener fe, sino el hombre que la abraza en un acto libre y personal.
¡Qué distinta, qué plena es la vida con una fe que de verdad la anima! No permanece en uno mismo: se irradia, se transmite cumpliendo así, además, su dimensión evangelizadora. ¡Cuántas conversiones obradas por el testimonio de personas que vivían su fe. Con fe los éxitos y los fracasos son vistos de otra manera porque se es consciente de que Dios está con nosotros y si Él está con nosotros quién estará contra nosotros. Sí, la fe nos viene dada por Dios como don gratuito y condición necesaria para salvarnos. No nos viene impuesta ni es un acto irracional: la fe es un acto de la inteligencia del hombre quien bajo el impulso de la voluntad movida por Dios asiente libremente a la verdad divina, a la verdad cierta que se fundamenta sobre la palabra de Dios, actúa por medio de la caridad, está en continuo crecimiento y hace pregustar del gozo del cielo.
La fe no es un escudo para vencer el miedo; es la amorosa conciencia y confiada certeza de la existencia del Dios al que no vemos. ¡Cuántas veces Dios ha salido al encuentro, a ayudarnos a vencer nuestros miedos muy a pesar de las tempestades que por todas partes nos asechan! ¡Cuántas veces nos ha hecho ir hacia Él no por voluntad nuestra sino por generosa invitación suya! ¡Cuántas veces nos ha dicho “Soy Yo” y ha saciado nuestras dudas y colmado nuestros deseos! ¡Quién sino Él es capaz de hacer sucumbir nuestros interrogantes, salvarnos y proveernos! Sólo hace falta reconocerle; y para ello hace falta cultivar la fe.
Cultivar la fe es estar atento a la escucha de lo que Dios quiere; frecuentar los sacramentos, ser Iglesia. Y es que si bien la fe es un acto personal no significa que sea vivencia particular aislada. La fe tiene sentido vivida en comunidad, en la Iglesia. Sólo en la Iglesia podemos asegurar su ortodoxia y decir al unísono “verdaderamente eres Hijo de Dios” como dijeron los apóstoles tras amainar el viento y apaciguarse el mar. JEM

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