En el marco del día Mundial del Sueño (13-03), la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni
comparte consejos claves para el buen dormir y las horas necesarias de descanso
para niños y adolescente según su edad. Contar con un sueño reparador es
fundamental para la salud de niños y adolescentes. Sin embargo, no todos los
padres son conscientes de que un buen descanso es clave para el aprendizaje y
desarrollo de sus hijos en edad escolar. El sueño es un evento fisiológico de
gran importancia desde muchos puntos de vista, principalmente la memoria y el
aprendizaje.
«El sueño es todavía un tema del que las familias
no son del todo conscientes. Por lo general, recién se preocupan cuando el niño
tiene problemas para dormir», apuntó la Dra. María Elena Mazzola, médica
neuróloga infantil y subjefa de la Unidad de Medicina del Sueño de Fleni. «Sin
embargo, debería ser un tema de consulta habitual con el pediatra para saber
cuánto y cómo debería dormir un niño desde que es bebé».
¿Cuántas
horas deben dormir los niños según su edad?
Es una pregunta muy frecuente de los padres en el
consultorio. Si bien cada chico es distinto, los especialistas recomiendan
entre 10 y 13 horas de sueño para los niños de 3 a 5 años en edad preescolar
(que pueden estar repartidas a lo largo del día); entre 9 y 11 horas de sueño
para los niños que asisten a la escuela primaria y entre 8 y 10 horas para los
adolescentes de entre 14 y 17 años que cursan la secundaria.
Sueño y
aprendizaje, dos variables que van de la mano
Pero, ¿cuál es la relación entre el sueño y el
aprendizaje? Durante el sueño se produce lo que se llama un aprendizaje
diferido, en el que no interviene la memoria consciente, y que significa que
los circuitos que se pusieron en marcha en el momento en que aprendimos algo
nuevo de día reverberan, es decir, empiezan a funcionar mientras dormimos. En
otras palabras, se repiten lo aprendido de manera inconsciente mientras estamos
durmiendo.
Cuando este proceso se altera porque hay poca
cantidad de horas de sueño o ese sueño está muy fragmentado (el niño se
despierta varias veces), se ve afectada la memoria diferida, lo que conlleva
problemas de aprendizaje. Por otra parte, los chicos que no tienen un dormir
adecuado sufren de una somnolencia diurna excesiva. Pero a diferencia de los
adultos, que cuando durmieron mal simplemente se sienten más cansados, el niño
se hiperactiva para vencer ese sueño (se mueve más, está inquieto y desatento).
«Esa somnolencia diurna puede tener como
consecuencia trastornos de conducta y confundirse muchas veces con el famoso
trastorno por déficit de atención con hiperactividad (ADHD)», indicó la Dra.
Mazzola.
«Por otra parte, me parece muy importante destacar
que los adolescentes que tienen un sueño poco reparador tienen más tendencia a
sufrir accidentes, sobre todo si manejan, debido a la somnolencia, y también
tienen una mayor propensión a la depresión y al abuso de sustancias, desde
despertadoras como el café pero también otro tipo de sustancias como drogas.
También se observa una mayor tendencia al suicidio. Todo esto está estudiado y
no es ninguna tontería», explicó.
¿Qué
significa dormir bien?
Dormir bien significa la ausencia de insomnio. El
insomnio se traduce en alteraciones del sueño que pueden ir desde las
dificultades para conciliarlo (aquellos niños que no pueden dormirse por sus
propios medios), las dificultades para mantenerlo (los niños que se despiertan
varias veces en la noche) o los despertares precoces (aquellos niños que se
despiertan, por ejemplo, a las cuatro de la mañana y no pueden volver a
dormirse).
Pero atención: los padres no deben alarmarse ante
la aparición ocasional de alguno de estos factores, ya que es común que alguna
vez un niño tarde en dormirse o se despierte por la noche. Sin embargo, hay que
estar atentos a los patrones: si alguno de estos problemas persiste durante un
periodo de tres meses o más, se considera que el niño tiene problemas con su
sueño.
Consejos
para el buen dormir
Hay algunas rutinas que pueden facilitar la
conciliación y el mantenimiento del sueño durante la noche. Aquí, algunos consejos
de los especialistas:
1. Tener rutinas más o menos estables a lo largo de los siete días de
la semana. Los horarios para acostarse y despertarse no deben
variar en más de dos horas durante el fin de semana en comparación con los de
la semana. Por ejemplo: si de lunes a viernes el niño se despierta a las siete
de la mañana, sábados y domingos no debería dormir más allá de las nueve de la
mañana. Lo mismo rige para los horarios de las comidas. Por lo general, la
segunda porción del día debería estar asociada a una mayor quietud, mientras
que las actividades más estimulantes deberían estar reservadas a la primera
porción del día.
2. Limitar el uso de las pantallas (televisores, tablets, celulares)
a dos horas por día y tratar de no usarlas hasta dos horas antes de la
conciliación del sueño. Los medios
electrónicos desplazan el sueño por la sola presencia de otra actividad que
requiere de la atención del niño (estar viendo videos en Youtube, por ejemplo),
pero también por la interacción con pares mediante el dispositivo (el efecto
estimulante de sostener conversaciones de Whatsapp con los amigos, por
ejemplo). Además, la luz azul que emiten los dispositivos, igual a la que
emiten fuentes naturales como el sol, tiene efectos sobre la secreción de la
melatonina, que es la hormona que le indica al organismo que es la hora de
dormir.
3. Promover el ejercicio físico diario pero evitarlo en horas
cercanas a la noche. Cualquier
actividad física, sobre todo si es lúdica, es recomendable en los niños, pero
no debe realizarse hasta dos horas antes de la conciliación ideal del sueño
porque aumenta la temperatura corporal y eso inhibe una de las señales
fisiológicas del sueño, que es el descenso de la temperatura corporal.
4. Tratar de evitar los estimulantes después de las cinco de la
tarde. Los niños no
deberían consumir café, té o chocolate o bebidas cola después de esa hora. BP
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