Contra el
diablo, las armas más poderosas: meditar la palabra de dios, el rosario, la
confesión, la misa.
-Entrevista al
presidente de la Asociación Internacional de Exorcistas, P. Bamonte: “No basta saber que los demonios existen, sino que es preciso conocer cómo actúan y
no caer en sus trampas”.
Recientemente,
la Asociación Internacional de Exorcistas obtuvo el reconocimiento jurídico de
la Congregación para el Clero, en el Vaticano. Con este motivo, el presidente
de la Asociación, Padre Francesco Bamonte –de los siervos
del Corazón Inmaculado de María-, exorcista de la diócesis de Roma, concedió
una entrevista a Radio Vaticana.
P.- El Papa Francisco ha
mencionado muchas veces al demonio en sus homilías, recordándonos su existencia
real y su actuar.
R. – Sin duda, el fundamento de la predicación y de las enseñanzas del Papa
Francisco es Jesucristo; pero el Papa nos exhorta a no olvidar lo que la
Sagrada Escritura nos dice: que los demonios existen: son ángeles creados por
Dios que se transformaron en malvados porque libremente eligieron rechazar a
Dios y su Reino, dando origen así al infierno.
Los demonios
actúan en la historia personal y comunitaria de los hombres, tratando de
propagar entre los hombres la elección del mal. Por eso, no basta saber que
existen, sino que es preciso también conocer cómo actúan para prevenir y
rechazar sus ataques y no caer en sus trampas.
El Papa ha
descrito a menudo cómo actúan los demonios a través de la tentación para
separar a los hombres de Cristo. De hecho, quieren que seamos como ellos; no
quieren la santidad de Cristo en nosotros, no quieren nuestro testimonio
cristiano, no quieren que seamos discípulos de Jesús.
El Papa también
ha subrayado varias veces que los demonios -que
son repelentes y repugnantes- se disfrazan de ángeles de luz para hacerse
atractivos y engañar mejor a los hombres. Jesús en el Evangelio nos enseña cómo
luchar y vencer a los demonios con su gracia.
P. ¿Cuáles
son las armas más poderosas contra el diablo?
R. El arma poderosa, ante todo, es la lectura y la meditación de la
Palabra de Dios, como dice el Papa Francisco, que nos ha invitado a llevar
siempre en el bolsillo un Evangelio. En nuestro interior, esta Palabra, cuando
entra, vive, actúa y nos llena de la gracia del Espíritu Santo.
Y luego está el
Rosario, el encomendarse a la Virgen, a quien el demonio odia especialmente. Y
la confesión frecuente: reconocernos pecadores humildemente, confesar nuestros
pecados y pedir a Dios la fuerza para no pecar más. La participación en la
Santa Misa los días festivos. Y también la lucha contra nuestros vicios, contra
lo que el pecado original ha dejado en nosotros, para que triunfe el hombre
nuevo en Cristo.
P.- La presencia de un sacerdote
exorcista en la diócesis ¿es necesaria?
R.- Es
importantísima. De hecho, cuando no hay un sacerdote exorcista, a menudo la
gente se dirige a magos, hechiceros, lectores de cartas y del futuro, sectas… Por otra parte, no tiene sentido pensar que si las personas saben que hay
un exorcista en su diócesis, serán más propensas a creer que son
víctimas de una posesión diabólica. La primera preocupación de todo exorcista
con buen sentido es evitar que se forme o se mantenga la creencia de una
posesión cuando ésta no existe.
El exorcista es ante todo un evangelizador, un
sacerdote, por lo que sea cual sea el origen del mal que padece quien acude a
él, sea o no sea una auténtica forma de acción extraordinaria del demonio, el
sacerdote exorcista se esfuerza por infundir serenidad, paz, confianza en Dios
y esperanza en su gracia.
Y cuando se comprueba realmente la existencia de un
caso de posesión diabólica, el sacerdote exorcista acompañará a esos hermanos y
hermanas que sufren a causa del maligno, con humildad, fe y caridad, para
sostenerlos en la lucha, para darles ánimos en el duro camino de la liberación,
y para reavivar en ellos la esperanza.
P.-
¿Es grande el sufrimiento de las personas que sufren realmente el estado de
posesión diabólica?
R.- En mi experiencia, como en la de muchos otros
exorcistas -naturalmente
relativa a personas realmente
poseídas- encuentro hombres y mujeres perfectamente sanos de mente, pero
expuestos a un nivel de sufrimiento difícilmente imaginable.
Ante tanto dolor es imposible permanecer
indiferente: deseo sinceramente que muchos otros hermanos sacerdotes se den
cuenta de esta dramática realidad, a menudo ignorada o subestimada. El
exorcismo es una forma de caridad en beneficio de personas que sufren. Está
dentro de las obras de misericordia corporal y espiritual.
P.- Hablemos del
servicio que ofrece el Vicariato de Roma…
R.- En algunas diócesis se ofrece un servicio de ‘primera escucha’ para
quienes piden un exorcista. Los sacerdotes cuentan con la ayuda de un equipo de
voluntarios formado por médicos especialistas en psiquiatría y psicoterapeutas, que evalúan si es necesario los
aspectos médicos. Hay personas que confunden problemas de origen médico con
problemas de origen espiritual. Los casos que se consideran serios y en los que
debe intervenir un sacerdote exorcista son limitados.
P.-
La Asociación Internacional de Exorcistas que se ha creado recientemente es una
novedad en la Iglesia
R.- En la larga historia de la Iglesia, aún no se
había constituido una Asociación Internacional de Exorcistas: esto es un signo
de los tiempos. El Espíritu Santo, en respuesta a las exigencias especiales de
nuestra época, ha suscitado una toma de conciencia de que entre los mandatos
que Cristo a la Iglesia, está incluido el de expulsar a los demonios en su
Nombre.
Al mismo tiempo, el Espíritu Santo ha inspirado en
la Iglesia una asociación de sacerdotes exorcistas para que tengan la fuerza
que deriva del estar en comunión con otros hermanos que ejercen el mismo
ministerio; y para que, encontrándose periódicamente y compartiendo sus
experiencias, puedan ofrecer una ayuda más eficaz a quienes se dirigen a ellos.
El Papa Francisco envió un mensaje en septiembre a
los exorcistas italianos, expresando su aprecio por el servicio eclesial que
realizan con el ministerio del exorcismo, ejerciendo una forma de caridad en
beneficio de personas que sufren y necesitan liberación y consuelo. N
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