¡Cuántas veces nos hemos escuchado a los evangélicos y demás grupos religiosos ¡acusar a los católicos de adorar a ‘María’ como si fuera una ‘Diosa’; desobedeciendo así el primer mandamiento de la ley de Dios dado a Moisés en el monte Sinaí, que dice: “Adorarás al señor tu Dios y sólo a él darás culto”. (Deuteronomio 6,13), “no tendrás otros Dioses a parte de mi” (Éxodo 20,3). Este ataque de las sectas no tiene fundamento, pues conociendo bien la Palabra se aclara cual es lugar de María en la Biblia. Conozcámoslo:
Hay que tener en cuenta que la Iglesia Católica ha
aceptado fielmente este decreto divino de ‘adoración’ en la persona de ‘Dios
Padre’ y en ‘Jesucristo’ quien ‘es la imagen visible de Dios, que es invisible’,
(Colosenses 1,15). “El es el
resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreos 1,3). Los Católicos solamente a
Dios Adoramos.
Que quede claro que los católicos no ‘adoramos’ a María, sino que la ‘veneramos’ (respeto especial), porque es ella la mujer escogida por el Padre Eterno, para que fuera la madre de su ‘hijo unigénito’ pues “la mujer dio a luz un hijo varón. El cual ha de gobernar a todas las naciones con cetro de hierro” (Apocalipsis 12,5), (Lucas 1, 32- 33).
Evidencias bíblicas de la veneración a la Virgen
Por esta razón, el ángel San Gabriel recalca que
María es “la favorecida de Dios” (Lucas
1,28); y su prima Santa Isabel la llama “Bendita entre todas las mujeres” (Lucas 1,42); es también la ‘nueva Eva’
, anunciada desde el principio en el libro del Génesis después de la
desobediencia de nuestros primeros padres en el paraíso, cuando “Dios el Señor”
le dijo a la serpiente: “Haré que tu y la mujer sean enemigas, lo mismo que tu
descendencia y su descendencia” (3,15).
Por otra parte, de la vida de María sabemos que era
una joven de raza Judía de unos 15 años de edad, que vivía en el pequeño pueblo
de Nazaret (Israel), y estaba
comprometida en matrimonio con José, descendiente del rey David (Lucas 1,26-27), hombre “justo” o
“santo” (Mateo 1,19). Igualmente, las
Escrituras nos aportan una valiosa información sobre las virtudes en ella, como
la obediencia absoluta al mandato de Dios, al responder al ángel “Hágase en mí
según tu palabra”, y su humildad llamándose a sí misma como la “esclava del
señor” (Lucas 1,38).
La concepción del Hijo de Dios, es fruto del
Espíritu Santo y el poder del Dios Altísimo, que descansó sobre ella como una
nube (Lucas 1,35); tal como sucedía
cuando Yahvé descendía en la Tienda del Encuentro del Santuario, construido por
Moisés (Éxodo 40,35). Por eso, la
Virgen María es llamada por los católicos como el ‘nuevo Santuario’.
También se destaca La pobreza en que vivía con su
esposo, ya que “sucedió que mientras estaban en Belén, le llegó a María el
tiempo de dar a luz. Y allí nació su primer hijo, y lo envolvió en pañales, y
lo acostó en el establo, porque no había alojamiento para ellos en el mesón” (Lucas 2,6-7). Su angustia al encontrar
después de tres días de desaparecido a Jesús de doce años, sentado entre los
doctores de la ley en el templo de Jerusalén (Lucas 2,48), guardando todas estas cosas en su corazón (Lucas 2,51).
La fidelidad a su Hijo en la bodas de Caná, al
indicarle a los que estaban sirviendo el vino “Hagan todo lo que Él les diga” (Juan 2,5); y en el Pentecostés, cuando
recibe el Espíritu Santo en forma de llamas de fuego, en compañía de los once
apóstoles, los parientes de Jesús y otras mujeres (Hechos 1,12-14).
Del mismo modo, el dolor de toda buena madre al ver
a Cristo clavado en la cruz lleno de heridas y golpes en todo el cuerpo (Juan 19,25; Isaías 52,13-14), hasta el
punto que era como si una espada le traspasara su alma. Cumpliéndose así la
profecía de Simeón, cuando el pequeño Jesús fue presentado por sus padres en el
templo de la Ciudad Santa según la ley mosaica (Lucas 2,22-35; Juan 19,31-34). Sin embargo, y a pesar del
agotamiento físico y la cruel agonía en el madero, el Mesías antes de Morir
sacó fuerzas suficientes para encomendar el cuidado de su madre, a Juan, el
“discípulo amado”, quien “la recibió en su casa” (Juan 19,26-27).
Por todos estos argumentos bíblicas, la Iglesia Católica
reconoce que María es la “madre del Señor” (Lucas
1,43), quien tomó la naturaleza humana al nacer de su vientre para traer la
salvación a toda la humanidad (Gálatas
4,4; Filipenses 2,6-8).
Como si fuera poco, la Santísima Virgen proclama
que todas las generaciones la llamarán “Bienaventurada” porque el Todopoderoso
ha hecho en ella grandes cosas (Lucas
1,48-49); y en el último libro de la Biblia, llamado el Apocalipsis (o Revelación), la muestra como una
“reina radiante” pues “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer envuelta
en el sol como en un vestido, con la luna bajo sus pies y una corona de dos
estrellas en la cabeza” (12, 1).
Por toda esta evidencia bíblica repetimos con Isabel “Bendita seas María”. Lc 1,48. GR
BENDITA SEAS MARIA, SANTISIMA MADRE DE JESUS,LLENANOS CON TU GRACIA Y AMOR Y LLEVANOS AL ENCUENTRO DE NUESTRO SALVADOR. AMEN. M.L.
ResponderBorrarAmén...
Borrar