Texto del
Evangelio (Lc 4,24-30): En aquel
tiempo, Jesús dijo a la gente reunida en la sinagoga de Nazaret: «En verdad os
digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad:
muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo
por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de
ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos
leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue
purificado sino Naamán, el sirio».
Oyendo estas
cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le
arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte
sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero Él, pasando por
medio de ellos, se marchó.
«Ningún profeta es bien recibido en
su patria»
Comentario:
Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE (Cobourg, Ontario, Canadá)
Hoy, en el Evangelio, Jesús nos dice «que ningún
profeta es bien recibido en su patria» (Lc
4,24). Jesús, al usar este proverbio, se está presentando como profeta.
‘Profeta’ es el que habla en nombre de otro, el
que lleva el mensaje de otro. Entre los hebreos, los profetas eran hombres
enviados por Dios para anunciar, ya con palabras, ya con signos, la presencia
de Dios, la venida del Mesías, el mensaje de salvación, de paz y de esperanza.
Jesús es el Profeta por excelencia, el Salvador
esperado; en Él todas las profecías tienen cumplimiento. Pero, al igual que
sucedió en los tiempos de Elías y Eliseo, Jesús no es ‘bien recibido’ entre los
suyos, pues son estos quienes llenos de ira «le arrojaron fuera de la ciudad» (Lc 4,29).
Cada uno de nosotros, por razón de su bautismo,
también está llamado a ser profeta. Por eso:
1º. Debemos anunciar la Buena Nueva. Para ello,
como dijo el Papa Francisco, tenemos que escuchar la Palabra con apertura
sincera, dejar que toque nuestra propia vida, que nos reclame, que nos exhorte,
que nos movilice, pues si no dedicamos un tiempo para orar con esa Palabra,
entonces sí seremos un ‘falso profeta’, un ‘estafador’ o un ‘charlatán vacío’.
2º Vivir el Evangelio. De nuevo el Papa
Francisco: «No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre
en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del
Evangelio, y no bajemos los brazos». Es indispensable tener la seguridad de que
Dios nos ama, de que Jesucristo nos ha salvado, de que su amor es para siempre.
3º Como discípulos de Jesús, ser conscientes de
que así como Jesús experimentó el rechazo, la ira, el ser arrojado fuera,
también esto va a estar presente en el horizonte de nuestra vida cotidiana. Que
María, Reina de los profetas, nos guíe en nuestro camino.
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