Mártires, 16 de Marzo
Elogio: En Aquilea, en
el territorio de Venecia, santos Hilario, obispo, y Taciano, mártires.
Hilario de
Aquilea fue educado desde su infancia en el cristianismo. Renunció al comercio
con el mundo para dedicarse al estudio de las Sagradas Escrituras. Fue ordenado
diácono y, más tarde, a instancias de sus compatriotas cristianos, fue
consagrado obispo. Gobernó con sabiduría y prudencia a su rebaño, él fue quien
ordenó diácono a un discípulo suyo, por nombre Taciano, para que le ayudara en
su ministerio.
El césar
Numeriano promulgó un edicto que obligaba a los cristianos a adorar a los
ídolos. Estuvo encargado de su ejecución Beronio, prefecto de la ciudad. A
instigación de un tal Monofanto, sacerdote de los ídolos, Hilario y su diácono
Taciano fueron los primeros que comparecieron ante el prefecto. Se les hizo
saber que debían obedecer a las órdenes del emperador:
«Desde mi infancia, dijo Hilario a Beronio, he aprendido a sacrificar al Señor, al Dios Vivo, y adoro sin cesar a Jesucristo, su Hijo. Pero a los demonios vanos y ridículos que llamáis dioses y no lo son, no les ofrezco sacrificio alguno.»
«Desde mi infancia, dijo Hilario a Beronio, he aprendido a sacrificar al Señor, al Dios Vivo, y adoro sin cesar a Jesucristo, su Hijo. Pero a los demonios vanos y ridículos que llamáis dioses y no lo son, no les ofrezco sacrificio alguno.»
En vano trató
Beronio de dominarlo con amenazas; no surtieron éstas el menor efecto. Sin
ningún resultado tampoco, condujo a Hilario ante la estatua de Hércules en su
templo suntuoso. El obispo no tuvo más que desprecio y desdén por esos dioses
hechos por mano de hombres y que no podían hablar ni caminar. Entonces, Beronio
lo hizo despojar de sus ropas y azotar con varas. Después mandó que lo
extendieran en el caballete y que destrozaran sus costados con garfios hasta
que aparecieran las entrañas. Hilario no cesaba de cantar himnos al Señor en
medio del suplicio. Beronio ordenó que se multiplicaran y variaran los
suplicios. Después lo encerró en una prisión para aplicarle más tormentos aún.
Al día
siguiente, denunciaron ante el prefecto a Taciano, el diácono del obispo
Hilario. Taciano tuvo que comparecer ante Beronio, pero todas las tentativas
para hacerle sacrificar a los dioses fueron igualmente infructuosas. Los mismos
tormentos aplicados a Hilario, fueron renovados en su persona. Cuando se reunió
con Hilario en la prisión, éste le saludó con alegría y los dos oraban
juntamente al Señor para que confundiera a los que adoraban a los ídolos. Una
terrible tormenta se desencadenó en la ciudad e infundió espanto a los paganos
de Aquilea. Muchos murieron de la sola impresión. El templo de Hércules se
derrumbó hasta los cimientos. Beronio dio orden de decapitar a Hilario y a
Taciano, a petición de los sacerdotes de los ídolos. Con ellos fueron inmolados
otros cristianos que también habían sido detenidos por el nombre de Cristo.
Todos murieron el 16 de marzo. Al día siguiente, el clero y los fieles
consiguieron autorización para recoger sus cuerpos y enterrarlos con honores
fuera de los muros de la ciudad.
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