Texto del
Evangelio (Lc 11,37-41): En aquel
tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él;
entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que
había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien!
Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por
dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior,
¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así
todas las cosas serán puras para vosotros».
«Dad más bien en limosna lo que
tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros»
Comentario:
Rev. D. Pedro IGLESIAS Martínez (Rubí, Barcelona, España)
Hoy, el evangelista sitúa a Jesús en un banquete:
«Un fariseo le rogó que fuera a comer con él» (Lc 11,37). ¡En buena hora tuvo tal ocurrencia! ¡Qué cara debió
poner el anfitrión cuando el invitado se saltó la norma ritual de lavarse (que
no era un precepto de la Ley, sino de la tradición de los antiguos rabinos) y
además les censuró contundentemente a él y a su grupo social! El fariseo no
acertó en el día, y el comportamiento de Jesús, como diríamos hoy, no fue
‘políticamente correcto’.
Los evangelios nos muestran que al Señor le
importaba poco el ‘qué dirán’ y lo ‘políticamente correcto’; por eso, pese a
quien pese, ambas cosas no deben ser norma de actuación de quien se considere
cristiano. Jesús condena claramente la actuación propia de la doble moral, la
hipocresía que busca la conveniencia o el engaño: «Vosotros, los fariseos,
purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de
rapiña y maldad» (Lc 11,39). Como
siempre, la Palabra de Dios nos interpela sobre usos y costumbres de nuestra
vida cotidiana, en la que acabamos convirtiendo en ‘valores’ patrañas que
intentan disimular los pecados de soberbia, egoísmo y orgullo, en un intento de
‘globalizar’ la moral en lo políticamente correcto, para no desentonar y no
quedar marginados, sin que importe el precio a pagar, ni como ennegrezcamos
nuestra alma, pues, a fin de cuentas, todo el mundo lo hace.
Decía san Basilio que «de nada debe huir el
hombre prudente tanto como de vivir según la opinión de los demás». Si somos
testigos de Cristo, hemos de saber que la verdad siempre es y será verdad,
aunque lluevan chuzos. Esta es nuestra misión en medio de los hombres con
quienes compartimos la vida, procurando mantenernos limpios según el modelo de
hombre que Dios nos revela en Cristo. La limpieza del espíritu pasa por encima
de las formas sociales y, si en algún momento nos surge la duda, recordemos que
los limpios de corazón verán a Dios. Que cada uno elija el objetivo de su
mirada para toda la eternidad.
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