Texto del
Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel
tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de
la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el
amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay
de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que
se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que
no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas
le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a
nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis
a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de
vuestros dedos!».
«Esto es lo que había que practicar
aunque sin omitir aquello»
Comentario:
+ Rev. D. Joaquim FONT i Gassol (Igualada, Barcelona, España)
Hoy vemos cómo el Divino Maestro nos da algunas
lecciones: entre ellas, nos habla de los diezmos y también de la coherencia que
han de tener los educadores (padres, maestros y todo cristiano apóstol). En el
Evangelio según san Lucas de la Misa de hoy, la enseñanza aparece de manera más
sintética, pero en los pasajes paralelos de Mateo
(23,1ss.) es bastante extensa y concreta. Todo el pensamiento del Señor
concluye en que el alma de nuestra actividad han de ser la justicia, la
caridad, la misericordia y la fidelidad (cf.
Lc 11,42).
Los diezmos en el Antiguo Testamento y nuestra
actual colaboración con la Iglesia, según las leyes y las costumbres, van en la
misma línea. Pero dar valor de ley obligatoria a cosas pequeñas —como lo hacían
los Maestros de la Ley— es exagerado y fatigoso: «¡Ay también de vosotros, los
legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las
tocáis ni con uno de vuestros dedos!» (Lc
11,46).
Es verdad que las personas que afinan tienen
delicadezas de generosidad. Hemos tenido vivencias recientes de personas que de
la cosecha traen para la Iglesia —para el culto y para los pobres— el 10% (el
diezmo); otros que reservan la primera flor (las primicias), el mejor fruto de
su huerto; o bien vienen a ofrecer el mismo importe que han gastado en el viaje
de descanso o de vacaciones; otros traen el producto preferido de su trabajo,
todo ello con este mismo fin. Se adivina ahí asimilado el espíritu del Santo Evangelio.
El amor es ingenioso; de las cosas pequeñas obtiene alegrías y méritos ante
Dios.
El buen pastor pasa al frente del rebaño. Los
buenos padres son modelo: el ejemplo arrastra. Los buenos educadores se
esfuerzan en vivir las virtudes que enseñan. Esto es la coherencia. No
solamente con un dedo, sino de lleno: Vida de Sagrario, devoción a la Virgen,
pequeños servicios en el hogar, difundir buen humor cristiano... «Las almas
grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas» (San Josemaría).
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