“6:30 am. Es jueves, creo (porque no sé qué
día es). Ya perdí la cuenta, todos son iguales. A esta hora siempre arranco con
despertador, despierto a los chicos, les preparo el desayuno y arranca el día.
Y acá estoy, desvelado, con la cabeza que no para, no es angustia, pero no
puedo dormirme. Se me corrieron todas las agujas, estoy inquieto, cuando pongo
la cabeza en la almohada es un torbellino, me agoto a mí mismo. Me siento incómodo con mi cuerpo, vuelta para
un lado, para el otro, oigo a los vecinos que están despiertos como yo. Hay una
mujer que se pelea con su hijita hasta las 3 AM, pobre, estamos todos para
atrás. Me levanto, veo el celu, tomo agua, trato de respirar profundo, no hay
caso. Una ametralladora es mi cabeza, tengo una pelota en el pecho, y hago todo
lo que me dijiste, meditación, gimnasia, tomo líquido, leo, escucho música, y
no hay caso, es una película de cine catástrofe el insomnio. No doy más”.
Tiempo de pandemia de coronavirus, tiempo de
incertezas, y el insomnio aparece quizás en el top ten de los síntomas de estos
días de aislamiento.
A mis 13 años mire en una noche con amigos “Carrie”
y “La profecía”, dos pelis de terror que después se volvieron de culto.
¿Resultado? estuve varias noches sin poder dormir. Hoy estamos como niños asustados porque han visto una película
de terror.
Lamentablemente, hoy el mundo entero está dentro de
una, está sucediendo. Y la mente no puede procesar esta nueva realidad, no
logramos aún decodificar y recalcular este nuevo escenario. Tenemos jet lag,
pero no por movernos físicamente de un lado a otro (y menos en tiempos de
cuarentena) sino porque han cambiado absolutamente todas las coordenadas de
nuestras vidas.
En tiempos normales, que no son estos, el descanso
se inicia cuando la mente libera el cuerpo del control absoluto del exterior y
deja paso a otra área del aparato psíquico para iniciar la fase de reseteo, relajación y sueño. Todo más
o menos en orden afuera, lo pendiente se resolverá mañana y a dormir.
Pero en este escenario nada de eso sucede en muchos
casos, porque nada está en orden,
y entonces el estado de alerta no permite el pasaje de la vigilia al sueño.
Un elemento que se suma a todos estos es la
incertidumbre cierta en relación a lo laboral. Angustia y preocupación por los coletazos en la economía familiar, del
país y del mundo que esta pandemia representa.
Tenemos que resetearnos, formatear el disco rígido
de otra manera, en todos los aspectos, vivir planificando de un día por vez. No podemos descansar, y la rueda
gira para atrás.
El insomnio provoca entre otras cosas:
- Fastidio
- Irritabilidad
- Malestares físicos varios
- Sensación de angustia
- Vivencia de fragilidad
Entonces es el cuento de la buena pipa: insomnio,
agotamiento, angustia y miedo por la realidad objetiva, más insomnio y no
se termina más.
A esto se agrega:
- La sobreinformación:
24 x 7 noticieros, cuántos muertos allá, cuantos por el otro lado, el vértigo
de la realidad, las noticias que asustan mucho más de la cuenta, las fake news,
etc.
- No hay
rutina en este nuevo escenario que pareciera ser que nos va a acompañar
durante varias semanas, o meses quizás. Y si no hay rutina no hay esqueleto que
sostenga el ritmo diurno y nocturno, el día es un continuo inquietante y
amenazante.
- El efecto
masa potencia todas las señales displacenteras de ansiedad y angustia.
Se retroalimenta el miedo desde los medios y redes sociales.
El resultado: “yendo de la cama al living” la
noche entera, Como me dijo un amigo: es como “El día de la marmota” pero sin la
historia de amor.
Caja de herramientas
Hasta aquí las causas y síntomas, armemos entonces
una caja de herramientas para desactivar uno de los efectos sintomáticos de
estos tiempos de pandemia.
- Regulemos
el flujo de información diario que recibimos sobre la situación. Sugiero
fijar una cantidad de entradas a los portales de noticias por día, (así como
regulamos el uso de pantallas en los chicos) hagamos lo propio con nosotros
mismos.
- Sumemos al fin del día actividades que nos den calma. Cantar, hacer yoga, pintar
mándalas, y lo que a cada quien le genere placer y tranquilidad.
- Dosifiquemos
las pantallas sobre todo antes del tiempo de descanso. Dejemos el
celular en otro ambiente que no sea el dormitorio si es posible antes de
acostarnos.
- Elijamos un libro para que nos acompañe en estos días. Yo tengo en mi mesa de luz las
‘Obras Completas’ de Cortázar y leo un cuento cada noche antes de dormir.
- Pongamos en agenda alguna actividad temprano por la mañana que nos obligue a
salir de la cama, si no están trabajando desde sus casas.
- Cambiar
el sueño, como con los niños. Si el insomnio es quien gobierna nuestro
descanso resistamos un día, no durmamos con la luz del sol, y el cansancio
quizás nos venza hacia la noche.
- Desactivar
el alerta constante. Darle señales a la mente para que habilite el
paso al descanso. Pongamos al miedo indiscriminado en aislamiento total,
preventivo y obligatorio.
- Busquemos la distracción como somnífero. Una comedia, alguna película que nada tenga que
ver con catástrofes (la más vista de Netflix en estos días es ¡¡Virus!!). Demos
respiro, eso es.
Tomemos aire, dejemos de pelear con la situación. En los primeros días de
aislamiento era inevitable una lucha interna: ‘Esto no puede estar pasando’
‘¿Por qué a mí?’. Sucede y nos pasa a mí, a vos y a todos, absolutamente a todo
el planeta.
Entonces gestionemos el miedo, el dolor y la
ansiedad y así vendrá el descanso. El comando central está en nuestra mente.
Tenemos que poder lograr dar señales que aquieten la tensión, ansiedades y
miedos que impiden el salvoconducto hacia el reposo.
Creo que el mejor remedio para combatir toda la sintomatología
que se genera en estos días es el optimismo.
Y no quiero simplificar la situación, pero entiendo que si miramos como línea
de llegada las fotos de Italia o España poco podremos descansar y recuperar
fuerzas, la realidad nos aplastará como yunque.
Elijo ser optimista, no sin argumentos aclaro. Creo
que hemos tomado medidas y conciencia a tiempo y que lo porvenir no será
tragedia y apocalipsis.
Elijo quedarme con el orgullo de sentir que estamos
todos remando el mismo bote,
de ver un mundo hoy más empático que antes de que esto comience.
Elijo vivir el día a día hasta que esto termine, y
la manera es gestionar nuestra mente para que podamos descansar y cada uno
desde su trinchera sumar para que sea lo mejor que pueda ser. Mucho de lo que
está por venir depende de nosotros, y esto también pasará.
Ojala estas líneas sumen y aporten. ¡Que tengan
lindos sueños!
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