El mundo no será para siempre
Tomás de Aquino
en uno de sus opúsculos se da a la tarea de explicar filosóficamente el asunto
del fin del mundo, su obra se titula ‘sobre la eternidad del mundo’. En ella
expresa, desde categorías racionales, la razón por la que el mundo no puede ser
eterno, y la razón es simple, según sus postulados. Para empezar el mundo
comenzó a existir en el tiempo, razón por la cual tendrá que dejar de existir
en el tiempo porque no se trata de algo eterno. El mundo no ha estado siempre,
por lo que se trata de un ser contingente, de tal modo que, al no ser necesario
puede dejar de existir. Incluso, en la época moderna, los postulados de los
físicos e investigadores se arriesgan a señalar el muy corto tiempo de vida
posible que le queda al planeta, cuestión que se ha acelerado por el cambio
climático y demás atropellos espantosos al planeta.
El último día
La cuestión
sobre el final es un asunto serio y de hondura teológica en nada sencillo de
comprender. El último día, como le llama el evangelio de Juan (cfr. Jn 6,39- 40.44.54; 11,24), o el
final del mundo como le llama el Concilio (cfr.
LG 48). Comporta, en efecto, la resurrección de los muertos, y esto está
directamente asociado a la Parusía de Cristo. Así lo testifica el apóstol
cuando sostiene: “El Señor mismo, a la orden dada por la voz del arcángel y por
la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo,
resucitarán en primer lugar” (1 Tes 4,16).
En este sentido, la comprensión de la venida del Señor es algo que Cristo mismo
ha expuesto en su predicación, y un asunto serio que las primeras comunidades
tuvieron muy claro y cuya espera (y tenso retraso) está presente en las cartas
de Pablo.
Ya pero todavía no
Si es verdad
que en el último día el Señor nos resucitará, también lo es, en cierto modo,
que nosotros ya hemos resucitado con Él, gracias al Espíritu Santo, la vida
cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte de
Cristo (cfr. CatIC 1002), tal como
sostiene la oración de bendición del agua bautismal, “sepultados con Cristo en
su muerte, resucitemos con Él a la vida”, por la acción de Dios que lo ha
resucitado a Él de entre los muertos (cfr.
Col 2,12). Ya estamos gustando las primicias de esta vida que deseamos
alcanzar con toda su gloria y en su mayor esplendor en el día del Señor y por
toda la eternidad.
El Señor de una historia de
Salvación
Los cristianos
no podemos leer la historia como un asunto de catástrofes y tragedias, como los
sectarios milenaristas. Nosotros leemos la historia con la conciencia que es
una Historia de Salvación donde Dios es el Señor del tiempo y todo lo tiene con
amor en sus manos. En una historia que desemboca en el amor, porque
precisamente empezó por amor y es el amor el que la sostiene. Todo en esta
historia habla de un Dios que es un amante apasionado que en todo muestra la
grandeza de su amor. Así pues, hemos de esperar la llegada del Señor como los
siervos que están cumpliendo la misión que el Señor les ha encargado. FOG
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