¿Cómo
construir un Año Nuevo?
Si dejamos que la sabiduría de Dios nos ayude,
tendremos mejores resultados. Para ello podemos tomar en cuenta lo que Jesús
nos dice en el evangelio de Mateo
7,21,24-29. La primera parte nos recuerda que las palabras no son
suficientes para tener logros. Es muy fácil hablar, prometer, decir propósitos,
pero lo difícil es ponerlos en práctica. Quizá por eso hay tantas personas que
hacen buenos propósitos, pero nunca los ven realizados. Bien decía Jesús: “No
todo el que me diga ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos,
sino el que cumpla la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Las
obras son fundamentales
“Los propósitos y la oración van acompañados de
obras”. Con estas palabras comprendemos perfectamente que no es suficiente
hacer oración o invocar el nombre de Dios para transformar la vida o hacer
frente a los retos y obstáculos. Hacer un propósito o invocar el nombre
de Dios exige tener una actitud de esfuerzo, trabajo y disponibilidad que
convierten los pensamientos en acciones.
Lo
fácil o lo difícil
Lo fácil no cuesta trabajo, no exige constancia ni
esfuerzo. Quizá por eso la mayoría de las personas buscan ese camino y se
conforman con pocos resultados. Es más fácil estar descansando que hacer algo
de provecho; es más fácil pasar año con 6 de calificación que obtener un 10; es
más fácil tener la casa sucia que arreglada y presentada; es más fácil
relacionarse sólo con los que me caen bien que ampliar mi grupo de conocidos;
es más fácil ver la televisión que leer un libro; es más fácil salir a jugar
que estudiar o tomar un curso; es más fácil hacerse una operación de
liposucción que hacer ejercicio; es más fácil divorciarse que luchar por el matrimonio;
es más fácil alimentar sólo el cuerpo que el espíritu. Muchos buscan siempre lo
más fácil, lo más cómodo, pero ese no es el camino del éxito ni del
crecimiento. Así lo expresa Cristo cuando dice: “El que escucha mis palabras y
no las pone en práctica, se parece a un hombre necio que edificó su casa sobre
arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y
dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.
Construyendo
sobre arena
Construir sobre arena es fácil. No es necesario
hacer una excavación, no es necesario picar piedra. Esa frase representa a
quienes quieren obtener algo rápido y sin esfuerzo. Lamentablemente, los
resultados de una actitud así no son los mejores. Cristo lo advierte cuando
compara la destrucción y ruina de una casa, con el desmoronamiento o ruina a la
que llegan muchas personas en su vida por haber buscado un camino fácil. En
estos días de inicio de año no faltan algunos cristianos que buscan el éxito de
un nuevo año sólo haciendo oración el día último o el día primero, pero todo el
año se olvidan de Dios. Tampoco faltan los cristianos que, por ignorancia,
creen que siguiendo determinados rituales mágicos estará seguro y mejor el
nuevo año. Así, se comen las 12 uvas, se ponen ropa interior roja, prenden
velas doradas, colocan cuarzos, colocan figuras de borregos en su casa, pasean
maletas, etc. Esperan grandes cambios, pero al cimentar su futuro en
supersticiones que son como arena, terminan sin recibir nada, con sus ilusiones
y esperanzas destruidas, con el ánimo por los suelos y abatidos por los
problemas y dificultades que, como los huracanes y sismos, destruyen las casas
mal construidas. ¿Valdrá la pena preparar y provocar nuestra destrucción?
Sobre
roca firme
La palabra de Cristo nos invita a esforzarnos, a
exigirnos, a trabajar con entusiasmo y constancia, a buscar la sabiduría, a
poner nuestra mirada en los valores duraderos y no sólo en las cosas pasajeras,
a valorar lo terreno, pero sin dejar de cuidar lo espiritual. Por eso Jesús
dice: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica, se parece a un
hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las
crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa, pero no se
cayó, porque estaba construida sobre roca”. El año nuevo seguramente traerá
muchas bendiciones, pero también nos presentará dificultades, retos, problemas,
etc. Es importante estar preparados para afrontar todo lo que pudiera querer
tambalearnos. Para eso es necesario construir nuestro presente y futuro sobre
aquello que, como roca, sea estable, no sea pasajero, fundamente nuestra acción
y nuestro pensamiento, fundamente nuestras relaciones personales, fundamente
nuestra fe y nuestro actuar.
Planos
y proyectos
Así como un arquitecto o ingeniero reflexionan y
estudian de la mejor manera cómo van a construir una casa para que sea
resistente, hermosa y duradera, así también el cristiano tiene que dedicar un
tiempo para hacer un proyecto de vida: ¿Qué quiero para mi presente y mi
futuro? ¿Hasta dónde quiero llegar? ¿Qué logros quiero obtener? De acuerdo con
sus proyectos, tendrá que marcar los pasos y etapas necesarias para que se
conviertan en realidad. Por eso, todo propósito tiene que marcar etapas y
distinguirse en propósitos a corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo. Las
grandes cosas se van logrando poco a poco, pero se van evaluando
constantemente. Si no hay un proyecto de vida se camina, pero no se avanza. Si
no hay un proyecto de vida no se puede hacer una evaluación. Si no hay un
proyecto de vida se puede perder el camino y la meta. Será necesario hacer
proyectos personales, de pareja, de familia, para la salud, para la educación e
incluso para lo económico.
Constancia
En una construcción no basta colocar la primera
piedra. Después del entusiasmo inicial se tiene que continuar hasta el final.
Es necesario vencer a la pereza, al deseo de comodidad, y buscar la constancia
para luchar con ella. Muchos inician un maratón, pero no lo terminan. Muchos
inician un curso y lo dejan a medias. Muchos van la primera semana al gimnasio
para desertar después. Muchos leen las primeras páginas de un libro, pero no
llegan al final. Muchos inician la lectura de la Biblia para dejarla después
abandonada. Sin constancia los propósitos se quedan en palabras o escritos.
Más
allá de los sentimientos y emociones
Los sentimientos y las emociones son bonitos, pero
muy fugaces. Cuando nos dejamos llevar por ellos podemos cometer graves
errores. Cuando sólo por sentimiento o emoción se casa una pareja, está preparando
su fracaso. Cuando por lo mismo se decide una carrera profesional, un trabajo o
incluso una religión, lo más seguro es que pronto cambiemos de parecer. Por
eso, al hacer los propósitos de año nuevo será necesario hacerlos con toda
calma, buscar un tiempo de reflexión profunda, pidiendo la ayuda de Dios,
preguntando a nuestros seres queridos en qué consideran que podríamos ser
mejores o qué ven en nosotros que no sea lo mejor. Así podremos hacer que
nuestros propósitos se conviertan en realidad y sean como una casa que no es
derribada por los días que se aproximan. JdeJA
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