Cada año civil
cuando empieza, ofrece un nuevo ciclo de esperanza. En el ciclo interminable de
una generación tras otra, siempre la esperanza que rodea la ansiedad de un
nuevo año estará prevaleciendo sobre los recuerdos vanos del año que termina,
por eso, es normal decir o escuchar frases como: “sólo espero que llegue el año
nuevo para avanzar con paso firme”, pero sabemos que son sólo expresiones de
deseo porque lo único que avanza inexorablemente es el tiempo, que a su propio
paso nos trae, sin cesar, un nuevo calendario.
Las
expectativas se renuevan con el nuevo año que llega, al tiempo en que crece la
nostalgia por el año que se va y se le despide con tristeza y desconsuelo
porque se le acabaron los días y no pudo conquistar los sueños y anhelos de una
vida mejor, y muchas veces, se le insulta y se le quema como un objeto viejo.
Pero, lo
importante es mantener viva la esperanza de una nueva ilusión que se conjuga
con la magia y el encanto exactamente a la media noche del 31 de diciembre, que
permite desear en un instante todo lo que se ha ansiado durante el año, incluso
toda una vida, porque empezar un nuevo año es replantearse una vida nueva, y
como dice la canción “más alegre los días serán, con salud y prosperidad”, que,
para lograrlo, se requiere estar plenamente convencido y rodeado de positivismo
y con la mirada dirigida a lo alto, al Dios providente. De lo contrario, es
probable que no se cumplan los objetivos trazados y todo se quede en los
típicos deseos de la celebración o buenos propósitos.
Con los
primeros días del nuevo año vuelve la tranquilidad, la mesura y la prudencia,
para comenzar a sembrar nuevamente el camino ya despejado de falsas
expectativas y de cargadas fantasías, para cosechar mejor el tiempo, para
recuperar el equilibrio que se perdió durante el mes anterior, para tomar un
respiro mientras nos preparamos para subirnos en un nuevo tren de gastos y
utilizar los recursos de manera más productiva; sin embargo, son muchos los que
aprovechan estos días para tomar un nuevo impulso, basados en la esperanza.
Aun así, esos
momentos de efímero optimismo, de derroche y de alegría sirven para que las
cosas buenas que se anhelan llenen el espíritu y logren vaciarlo de las malas
que lo agobian.
Brindemos por
lo que ayer dolió y en este nuevo año superamos con la ayuda de Dios. Por los
que supieron dejar una huella en nuestras vidas y no una cicatriz. Por los
viejos tiempos y sus grandes momentos. Por lo que se fue, por lo que está y por
lo que vendrá. Por los que partieron, pero viven en nuestro corazón. Por las
bendiciones recibidas y las lecciones aprendidas. Especialmente, por las
bendiciones que recibiremos y las oportunidades que se presentarán para crecer.
Que este año
sea para despertar y recrear la virtud de la esperanza…
“Porque la
esperanza no es lo último que se pierde, más bien, es lo único que nunca se
puede perder”. No nos soltemos de la mano de la Esperanza encarnada que hemos
recibido en la Navidad y que vino vestido de harapos. ¡Feliz Año! JRR
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