El cordero de la ‘aquedah’ o de la
‘ligadura’ de Isaac; Isaac que va a ser sacrificado por su Padre Abrahán,
porque Dios lleva a sus límites su entrega, y le pide esa ofrenda tan dolorosa,
-el hijo de la promesa; sin embargo, Dios le sustituye por un cordero (Gn 22, 7-8); perdonó a Isaac, pero nos
ha ofrecido la vida de su Hijo (cf Rom 8,
32).
Cuando salieron de Egipto los hebreos
sacrificaron un cordero y con su sangre pintaron los dinteles de las puertas de
sus casas y el ángel exterminador pasó de largo sin herir a los primogénitos (cf Ex 11, 2-14); por mandato del Señor deberán
de conmemorar el hecho de su libertad con la cena del cordero pascual (cf Ex 12, 1-10); es el cordero que les
señala los pasos de la libertad.
El profeta Jeremías lleva la imagen
del cordero a su propia experiencia personal ‘es como un manso cordero llevado al
matadero’ (Jr 11,
19).
En el Segundo o Deútero Isaías
presenta al Siervo de Yahvéh como Cordero: ‘Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y
quebrantado por nuestros crímenes. Sobre él recayó el castigo que nos trae la
paz y por sus llagas fuimos curados. Todos andábamos errantes como ovejas, cada
cual, por su camino, y el Señor hizo caer sobre él toda nuestra iniquidad.
Oprimido y humillado, se mantenía en silencio. Como cordero llevado al
matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca’ (Is 53, 5-7).
El encuentro de Felipe y el Etíope es
significativo en este sentido del pasaje de Isaías; Felipe le explica quien es
el Cordero a la luz del Evangelio, y se hace bautizar (cf Hech 8, 36-40).
Juan el Bautista refiriéndose a
Jesús, lo señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’;
el pecado que tiene el alcance de oponerse a Dios (Jn 1, 29).
La Tradición y la Liturgia católicas,
identifican al verdadero Cordero de Dios, al Cordero pascual, con Cristo Jesús
inmolado y glorificado.
Por citar un ejemplo del Nuevo
Testamento, san Pablo exhorta a los fieles cristianos de Corinto a vivir como
panes ázimos, ‘en
pureza y en verdad’ puesto que ‘nuestra pascua, Cristo, se
ha inmolado’ (1 Cor 5,7).
El Apocalipsis tiene como personaje
central en el capítulo 5 al Cordero sacrificado que está de pie. Nos ofrece un
contraste entre la debilidad del Cordero inmolado y el poder victorioso por su
exaltación en la gloria. Cristo en su muerte redentora, al mismo tiempo es el
León vencedor de la tribu de Judá: su triunfo libera al Pueblo de Dios cautivo
por los poderes del mal; comparte el trono de Dios; los 4 seres celestiales y
los 24 Ancianos, 12 Patriarcas y 12 Apóstoles, lo adoran; es el Cordero digno
de abrir el libro y romper los sellos, quien da sentido y valor a la Historia
de la Salvación. El Cordero es quien emprende la lucha escatológica contra los
poderes del mal, de los que tienen en la frente y en la mano, la marca de la
bestia por el poder político y el dinero. Es el Rey de Reyes y Señor de Señores
(cf Ap 17, 14). Este Cordero tendrá sus Nupcias
celestiales con su Novia, la Iglesia, es decir, la Jerusalén del Cielo.
Cordero que se hará Pastor para
conducir a los fieles hacia las fuentes del agua viva de la bienaventuranza
celestial (cf Ap 7, 17).
Una de las claves hermenéuticas del
Evangelio de San Juan y del Apocalipsis, contemplados en profundidad es el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y el Cordero sacrificado y
vencedor.
Qué importante es seguir a este
Cordero Dios, que es Jesús, como lo hicieron sus
primeros discípulos ante el señalamiento de Juan el Bautista (cf Jn 1, 35-42) Más allá de
informaciones y teorías se trata de convivir con él; no se sigue ‘algo’ se
sigue a ‘Alguien’. Se trata de tener una sintonía de corazón a corazón; vivir
como Él, pensar como Él, sentir como Él, mirar como Él, confiar en el Padre
como Él, orar como Él, amar como Él.
Seguirlo significa que es el
Cordero indefenso que un día será crucificado. Por eso
su invitación no oculta lo que esto implica: ‘el que quiera venir en pos de mí
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’. Así indefensos como Él y en espera
de la crucifixión como Él.
Por eso es necesaria una experiencia
viva y profunda con Él.
No se puede llevar una vida
anodina, sin rumbo, vegetando y como pasotas. Él nos abre horizontes nuevos
para vivir diferente y como personas elevadas por la gracia, por el Amor de
Dios.
Qué importante es sentirnos en
Jesús verdaderamente acogidos y amados por el Padre Dios. Saber que guiados por
Él, no se sufre en vano.
El seguimiento y la relación
con el Cordero de Dios, debe de ser una experiencia de su presencia en nosotros
y con nosotros.
El seguimiento de este Cordero que es
Jesús, nos exige la lectura orante de los Evangelios y de la propia vida.
Guardar sus palabras en lo más íntimo de nuestro corazón, al estilo de la
Santísima Virgen María, quien guardaba los hechos y las palabras de su Hijo, en
su corazón tierno y sensible.
En Cristo Jesús se puede vivir
la verdadera libertad y la alegría interior.
Este es el Cordero que hemos de seguir
para liberarnos de los egoísmos esclavizantes; seguir sus pasos, su Pascua, es
caminar en libertad hacia su Reino compartido en el tiempo y después en la
eternidad. PHCh
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