Hay rechazos
por motivos diferentes. Un prejuicio lleva a rechazar a alguien que habla otro
idioma. Un miedo lleva a rechazar a alguien que viste de modo descuidado. Una
mala experiencia lleva a rechazar a ciertas categorías profesionales.
Hay acogidas
por motivos diferentes. Una actitud de simpatía lleva a acoger a quien se
acerca en la estación de tren. Un problema económico lleva a acoger a un
familiar que tiene fama de generoso. Una fiebre extraña lleva a acoger el
consejo de un médico desconocido.
La lista podría
ser mucho más larga. Incluso una misma persona que hoy rechazó a aquel vendedor
insistente, mañana lo acogerá porque ha empezado a comprender que incluso quien
molesta tiene una humanidad digna de respeto.
Los rechazos
pueden llevar a actitudes de desprecio, o de indiferencia, o de alejamiento, o
de miedo, o de huida, o de agresividad.
Las acogidas
pueden llevar a actitudes de simpatía, de solidaridad, de escucha, de respeto,
de perdón, de afecto sincero por el otro y sus circunstancias.
En un mundo
donde hay tantos rechazos (basta con leer algunos comentarios en redes
sociales), se hace urgente promover acogidas capaces de superar muros, de
dinamitar prejuicios, de construir puentes entre barrios donde antes reinaba el
odio.
Puede parecer
una utopía, pero es posible. Cristo, que supo acoger a los pecadores (que
muchas veces eran despreciados, señalados, rechazados) nos da un ejemplo del
camino, incluso nos invita a recorrerlo.
“Más bien, amad
a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y
vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno
con los ingratos y los perversos” (Lc
6,35).
Dios nos enseña
el camino de la acogida, del perdón, de la entrega, de la paciencia, del
servicio. Porque es bueno, “hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover
sobre justos e injustos” (Mt 5,45).
Si los
cristianos vivimos realmente el Evangelio, será posible dejar a un lado
rechazos que generan tanto dolor y lágrimas, y promover acogidas buenas que
permitan a muchos recibir un bálsamo de amor que cura, que rescata, que salva. FP
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