Reconocimiento
entre tus iguales, hacer notar los estudios académicos, sumar renglones al
Curriculum… ¿O qué?
La
invitación que es a examinarse: ¿Le estamos dando la gloria a Dios o estamos
motivados en hacer las cosas por una mayor valoración de nosotros mismos?
¿Buscamos la aprobación de Dios o del hombre?
Pablo,
el mayor perseguidor de los cristianos, afirmaba que en tiempos pasados, él
buscaba agradar a los hombres bajo una convicción equivocada de Jesús de
Nazaret; más tarde su propósito cambiaría.
¿Con quién tratamos
de conciliarnos?: ¿con los hombres o con Dios? ¿Acaso tenemos que agradar a los
hombres? Si tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo
(Gálatas 1,10).
Así
también, el profeta más piadoso y consagrado a Dios en su tiempo permanecía
bajo un enfoque distinto que el de Dios.
Cuando entraron,
Samuel divisó a Eliab y pensó: «Seguramente ese será el que Yavé va a
consagrar». Pero Yavé dijo a Samuel: «Olvídate de su apariencia y de su
gran altura, lo he descartado. Porque Dios no ve las cosas como los hombres: el
hombre se fija en las apariencias pero Dios ve el corazón» (1 Samuel 16,6-7).
Un
servidor de Cristo hará las cosas correctas con la motivación correcta que es
la de honrar el nombre de Dios consagrando nuestras obras a Él con el deseo
intenso de conseguir su beneplácito.
Un
servidor de Cristo, no sólo buscará hacer la voluntad del Padre, sino también
vivir y pensar como Cristo a través de su testimonio. Buscar la santidad por
medio de sus obras y hacer notar la presencia de Dios en su comportamiento,
relaciones y acciones con los demás.
Un
servidor de Cristo, sabrá menospreciar las banalidades del mundo para agradarle
sólo a Dios, no se dejará caer por la crítica, ni se abatirá cuando los hombres
no reconozcan sus obras. Dios, que pesa los corazones, tiene el conocimiento
perfecto de nuestras intenciones y sabrá recompensar el bien que hagamos para
santificar su nombre.
Sirvamos
entonces, con la mentalidad del salmista y demos fielmente la gloria a Dios:
“¡No a nosotros,
Señor, nos des la gloria, no a nosotros, sino a tu nombre, llevado por tu amor,
tu lealtad!” (Salmo 115,1). MYB
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