viernes, 11 de octubre de 2024

Tú estás llamado a la santidad…

Dejarse cambiar es convertirse. Dejarse transformar es santidad.
¿Quién está llamado a la santidad?
Todo hombre, toda mujer y todo niño de toda época, en todo estado de vida, condición, grado de talento y profesión.
Tú estás llamado a la santidad.
Sed santos en toda vuestra conducta como dice la Escritura: “Seréis santos, porque santo soy yo” (1 Pedro 1,15).
¿Por qué?
¡Porque Dios te ama! Tú eres precioso para Él. Tú le perteneces a Él. Él te amó antes de que existiera el tiempo. Él es tu Padre. Tú lo necesitas.
Él desea que tú seas como Él: Santo. “En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos” (Efesios 2,10).
¿Cuándo?
¡Ahora! Hoy, en este momento.
Su gracia te basta 
“En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. ¡Mirad!, ahora es el tiempo favorable; ahora el día de salvación” (2 Corintios 6,2).
¿Dónde puedo practicar la Santidad?
En el hogar. En el trabajo, En el descanso. En la escuela, en una multitud, sólo, en tu familia, en la prisión, en el ghetto.
Tú puedes ser Santo en todas partes
“Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Corintios 10,31).
¿Es esto posible?
Sí, Jesús dará frutos en ti si tú cooperas con Su gracia. La gracia se recibe con el arrepentimiento, la Confesión, la Comunión, la oración, los sacramentos, la Escritura, las buenas obras—amor, fe y esperanza.
“Pero llevamos este tesoro en vasos de barro para que aparezca que la extraordinaria grandeza del poder es de Dios y que no viene de nosotros” (2 Corintios 4,7).
¿Es verdaderamente para mí?
Sí, la santidad es para ti. No es para personas especialmente elegidas. La santidad es para la gente común y corriente que realizan, con gozo, la voluntad de Dios, en fe y en verdad. “El santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario” (1 Corintios 3,17).
¿Qué debo hacer?
Sé fiel a tu estado de vida—casado, soltero, religioso o estudiante. Sé fiel a la Santa Madre Iglesia—a los preceptos, los sacramentos, los mandamientos, la doctrina, la enseñanza. Lee la palabra de Dios y otras lecturas espirituales. Observa las bienaventuranzas—compendio de la santidad. Ama e interésate. Permite que Jesús resplandezca a través de ti. Ora.
“Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de amable, de puro, todo esto tenedlo en cuenta” (Filipenses 4,8).
¿Cuáles son algunas de las sugerencias prácticas?
1. Mira a Cristo en el momento presente.
2. Cambia toda situación desagradable para bien de tu alma.
3. Adáptate al temperamento de tu prójimo.
4. Permanece unido a la voluntad de Dios.
5. Elige a Dios por encima de ti.
6. Imita a Jesús.
7. Visita a Jesús frecuentemente en el Santísimo Sacramento.
8. Practica la virtud.
9. Recibe los sacramentos con frecuencia.
10. Trata de estar consciente de Su presencia.
“Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación” (Romanos 15, 2).
¿Dónde está mi fortaleza?
En la misericordia del Padre. En la Preciosa Sangre de Jesús. En el poder del Espíritu. En la intercesión de María, nuestra Madre. En la protección de los ángeles. En la Eucaristía. En Su cruz.
“Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena” (2 Tesalonicenses 2,16).
¿Veré los resultados?
Sí, verás más armonía en el hogar. Más paciencia con tu prójimo. Más fortaleza para vencer la debilidad. Más compasión con otros. Más misericordia. Más gozo. Paz en medio de la confusión.
“El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5,22-24).
¿Dónde está la fuente constante de la Santidad?
En Su amor—Su gracia—Su Iglesia. Su palabra—Su Espíritu—Su poder. Sus sacramentos—Su presencia. Su cruz—Su resurrección.
“Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Juan 6,55).
¿Cuánto tiempo tomará esto?
De momento a momento, de oración en oración, de día en día. “No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago, olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante” (Filipenses 3,12-14).
Metas
Ser como prójimo. Amar a mi prójimo como Jesús lo ama. Ser fiel a Su Iglesia. Proclamar la Buena Nueva. Ser Santo.
“Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra” (Hechos 13,47). JL

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