Dejarse cambiar
es convertirse. Dejarse transformar es santidad.
¿Quién está
llamado a la santidad?
Todo hombre,
toda mujer y todo niño de toda época, en todo estado de vida, condición, grado
de talento y profesión.
Tú estás llamado a la santidad.
Sed santos en
toda vuestra conducta como dice la Escritura: “Seréis santos, porque santo soy
yo” (1 Pedro 1,15).
¿Por qué?
¡Porque Dios te
ama! Tú eres precioso para Él. Tú le perteneces a Él. Él te amó antes de que
existiera el tiempo. Él es tu Padre. Tú lo necesitas.
Él desea que tú
seas como Él: Santo. “En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús,
en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos” (Efesios 2,10).
¿Cuándo?
¡Ahora! Hoy, en
este momento.
Su gracia te basta
“En el tiempo
favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. ¡Mirad!, ahora es el
tiempo favorable; ahora el día de salvación” (2 Corintios 6,2).
¿Dónde puedo
practicar la Santidad?
En el hogar. En
el trabajo, En el descanso. En la escuela, en una multitud, sólo, en tu
familia, en la prisión, en el ghetto.
Tú puedes ser Santo en todas
partes
“Por tanto, ya
comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de
Dios” (1 Corintios 10,31).
¿Es esto posible?
Sí, Jesús dará
frutos en ti si tú cooperas con Su gracia. La gracia se recibe con el
arrepentimiento, la Confesión, la Comunión, la oración, los sacramentos, la
Escritura, las buenas obras—amor, fe y esperanza.
“Pero llevamos
este tesoro en vasos de barro para que aparezca que la extraordinaria grandeza
del poder es de Dios y que no viene de nosotros” (2 Corintios 4,7).
¿Es verdaderamente para mí?
Sí, la santidad
es para ti. No es para personas especialmente elegidas. La santidad es para la
gente común y corriente que realizan, con gozo, la voluntad de Dios, en fe y en
verdad. “El santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario” (1 Corintios 3,17).
¿Qué debo hacer?
Sé fiel a tu
estado de vida—casado, soltero, religioso o estudiante. Sé fiel a la Santa
Madre Iglesia—a los preceptos, los sacramentos, los mandamientos, la doctrina,
la enseñanza. Lee la palabra de Dios y otras lecturas espirituales. Observa las
bienaventuranzas—compendio de la santidad. Ama e interésate. Permite que Jesús
resplandezca a través de ti. Ora.
“Todo cuanto
hay de verdadero, de noble, de amable, de puro, todo esto tenedlo en cuenta” (Filipenses 4,8).
¿Cuáles son algunas de las
sugerencias prácticas?
1. Mira a
Cristo en el momento presente.
2. Cambia toda
situación desagradable para bien de tu alma.
3. Adáptate al
temperamento de tu prójimo.
4. Permanece
unido a la voluntad de Dios.
5. Elige a Dios
por encima de ti.
6. Imita a
Jesús.
7. Visita a
Jesús frecuentemente en el Santísimo Sacramento.
8. Practica la
virtud.
9. Recibe los
sacramentos con frecuencia.
10. Trata de
estar consciente de Su presencia.
“Que cada uno
de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su
edificación” (Romanos 15, 2).
¿Dónde está mi fortaleza?
En la
misericordia del Padre. En la Preciosa Sangre de Jesús. En el poder del
Espíritu. En la intercesión de María, nuestra Madre. En la protección de los
ángeles. En la Eucaristía. En Su cruz.
“Que el mismo
Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha
dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele
vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena” (2 Tesalonicenses 2,16).
¿Veré los resultados?
Sí, verás más
armonía en el hogar. Más paciencia con tu prójimo. Más fortaleza para vencer la
debilidad. Más compasión con otros. Más misericordia. Más gozo. Paz en medio de
la confusión.
“El fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, templanza” (Gálatas
5,22-24).
¿Dónde está la fuente constante
de la Santidad?
En Su amor—Su
gracia—Su Iglesia. Su palabra—Su Espíritu—Su poder. Sus sacramentos—Su
presencia. Su cruz—Su resurrección.
“Porque mi
carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y
bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Juan
6,55).
¿Cuánto tiempo tomará esto?
De momento a
momento, de oración en oración, de día en día. “No que lo tenga ya conseguido o
que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo,
habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Yo, hermanos, no creo
haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago, olvido lo que dejé atrás y me
lanzo a lo que está por delante” (Filipenses
3,12-14).
Metas
Ser como
prójimo. Amar a mi prójimo como Jesús lo ama. Ser fiel a Su Iglesia. Proclamar
la Buena Nueva. Ser Santo.
“Te he puesto
como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la
tierra” (Hechos 13,47). JL
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