martes, 29 de octubre de 2024

Cuando perdemos y cuando ganamos…

Perdemos un reloj. Perdemos una aguja. Perdemos tiempo. Perdemos un amigo.

Ganamos un premio en la oficina. Ganamos tiempo. Ganamos un nuevo amigo.

La vida está llena de realidades y momentos que vemos como pérdidas, y otras realidades y momentos que consideramos ganancia.

A veces descubrimos que una pérdida se convirtió en una ganancia: perder el tren permitió que tuviéramos tiempo para hacer una llamada importante.

Otras veces vemos cómo una ganancia se transforma en pérdida: vencer aquel premio nos hizo egoístas y perdimos la armonía en la familia.

La vida está llena de misterios. Lo que al inicio beneficiaba puede al final ser dañino. Y lo que empezó como un fracaso al final llega a producir beneficios insospechados.

Lo importante, cuando perdemos o cuando ganamos, es descifrar el sentido de lo que ocurre, y acogerlo en el propio camino como parte de la vida.

Porque la salud (que podemos perder o recuperar), o el dinero, o cualquier objeto más o menos valioso, adquieren un sentido pleno cuando nos ayudan a amar y nos permiten caminar con esperanza.

Entonces una pérdida no se convertirá en desgracia irremediable, porque Dios es capaz de sacar bienes incluso de los males (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 312).

La vida sigue su marcha, con relojes perdidos y con amigos encontrados. En medio de tantas vicisitudes, hay una luz interior que nos acompaña.

Con esa luz descubrimos que Dios está siempre a nuestro lado, y que con su ayuda podremos avanzar siempre hacia el encuentro eterno con su Amor. FP

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