¿Has sentido impulsos por comer algo que no es sano
cuando estás triste o ansioso?
La relación entre lo que comemos y nuestro estado de
ánimo, emociones y comportamiento no es nueva, y cada vez ocupa un lugar más
importante en el radar de las investigaciones científicas.
Para comprende esta conexión, es necesario entender lo
que se denomina como ‘eje intestino-cerebro’, una compleja red de comunicación
bidireccional que conecta nuestro sistema digestivo con el cerebro.
A través de esta ruta de información, el intestino y
el cerebro intercambian mensajes constantemente, influenciando no solo la
digestión y la absorción de nutrientes, sino también nuestro estado anímico y
emocional.
La relación entre lo que comemos y cómo nos sentimos
está determinada por diferentes factores. Uno de ellos es la microbiota o
flora intestinal, esa comunidad de millones de microorganismos que se albergan
en el intestino. La microbiota cumple un rol clave en la salud digestiva, pero
también en la producción de neurotransmisores como la serotonina y la dopamina,
neuroquímicos esenciales para el bienestar emocional.
Otro factor que interviene en este vínculo son los
mensajes a través del nervio vago, principal canal de comunicación entre el
intestino y el cerebro. Este nervio transmite información sobre el estado de la
microbiota intestinal, la digestión y la absorción de nutrientes, influyendo en
las emociones, el estrés e incluso la respuesta al dolor.
También cumplen un rol importante diferentes hormonas
y moléculas secretadas por el intestino, como leptina, grelina y péptidos, que
participan en la comunicación con el cerebro, regulando el apetito, el estado
de ánimo y el comportamiento alimentario.
Distintas investigaciones han encontrado que un
desequilibrio en la microbiota intestinal o una alteración en la comunicación
entre el intestino y el cerebro puede contribuir a diferentes problemas, como depresión,
ansiedad e incluso enfermedades neurodegenerativas.
Un trabajo, publicado en Foods, analizó
los aspectos emocionales del consumo de alimentos de más de 9.000 encuestados
que vivían en 12 países diferentes. Concluyeron que “las emociones pueden
provocar una conducta alimentaria emocional, lo que puede contribuir al riesgo
de desarrollar enfermedades crónicas, como obesidad, enfermedades
cardiovasculares y otras consecuencias adversas para la salud”.
Y agregaron “Es necesario concienciar a la población
sobre formas de afrontar los estados emocionales. En estados desbordados por
las emociones es necesario pensar en formas saludables de afrontar el estrés,
la depresión u otros estados emocionales. En lugar de un comportamiento
alimentario emocional y el consumo de alimentos poco saludables, se debe hacer
hincapié en hábitos de vida saludables, como el ejercicio físico y los hábitos
alimentarios saludables”.
Qué
alimentos SÍ y qué alimentos NO
Los expertos coinciden en que una alimentación rica en
nutrientes esenciales, como vitaminas, ácidos grasos omega-3, magnesio y zinc,
puede contribuir a un mejor estado mental. Estos pueden obtenerse a través de
dietas ricas en frutas, verduras, cereales integrales, pescados y
carnes magras, legumbres y ciertos lácteos, como yogur y kéfir.
Por el contrario, el consumo excesivo de azúcar
refinada, harinas blancas y alimentos procesados puede aumentar la
inflamación, alterar el equilibrio hormonal y empeorar los síntomas de ansiedad
y depresión.
Otras
recomendaciones
Si bien la alimentación es un factor clave para
mantener el eje intestino-cerebro saludable, existen otras estrategias para
tener en cuenta:
·
Reducir el estrés: el estrés crónico puede alterar la microbiota
intestinal y empeorar los síntomas de ansiedad y depresión. Practicar técnicas
de relajación como la meditación o el yoga puede ser beneficioso.
·
Dormir lo suficiente: muchas veces se pasa por alto, pero sueño adecuado
es esencial para la salud intestinal y cerebral. Se recomienda dormir entre 7 y
8 horas por noche.
·
Realizar actividad física: el ejercicio físico regular ayuda a mejorar la salud
intestinal, reduce el estrés y promueve la producción de neurotransmisores
relacionados con el bienestar emocional. HD
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