Fumar no solo afecta de forma directa a la salud de
diversos órganos del cuerpo. También impacta en la defensa frente a los agentes
patógenos y otras amenazas y este efecto se prolonga hasta años después de
decir adiós a los cigarrillos.
El sistema inmunitario es la mejor herramienta con la
que cuenta el organismo para defenderse de las distintas amenazas externas e
internas. El buen funcionamiento de este engranaje depende de diversos
factores: algunos no se pueden cambiar (como la genética o la edad de cada
persona), los hay parcialmente alterables (como la exposición a la
contaminación ambiental) y otros son claramente modificables y, generalmente,
están relacionados con el estilo de vida. Entre estos últimos se encuentra el
tabaco, cuyos efectos sobre el sistema de defensas son muy duraderos; hasta tal
punto, que persisten mucho tiempo después de dejar de fumar, según un estudio
publicado en la revista Nature.
Los hallazgos de esta investigación arrojan luz sobre
los factores que subyacen al riesgo de desarrollar infecciones y diversas
patologías relacionadas con el sistema inmunológico, como el cáncer o las
enfermedades autoinmunes. Los investigadores responsables, encabezados por
Darragh Duffy, del Instituto Pasteur de París, evaluaron cómo influyen 136
factores ambientales en la variabilidad de las respuestas inmunes en 1.000
individuos. En concreto, utilizaron como parámetro de medida la secreción de
unas sustancias denominadas citoquinas, que son proteínas que libera el
organismo cuando se enfrenta a un patógeno e intervienen en la coordinación de
la respuesta inmune necesaria para combatir la amenaza que representa ese
agente.
Entre todos los factores ambientales estudiados, fumar
fue el que mostró un mayor impacto en la respuesta inmune. Al parecer, el
tabaco ejerce una poderosa influencia tanto en la inmunidad innata como en la
adaptativa. La primera constituye una respuesta general, mientras que la
segunda es más especializada y específica de cada patógeno. Si bien los efectos
sobre la respuesta innata (como el aumento de las respuestas inflamatorias)
eran transitorios y desaparecían al abandonar el tabaquismo, los efectos sobre
la respuesta inmune adaptativa persistían durante muchos años, alterando los
niveles de citoquinas liberadas tras una infección u otros desafíos
inmunológicos.
Una
razón más para dejar de fumar
Los resultados de este estudio proporcionan un
argumento adicional para promover un estilo de vida saludable en el que
abandonar el tabaquismo sea uno de los pilares fundamentales. Lo que se infiere
es que dejar el tabaco no solo evita el daño directo que ejerce en órganos como
los pulmones o las arterias del corazón, sino que también puede contribuir a
mejorar las defensas. Pero, puesto que los efectos se prolongan incluso después
de dejar de fumar, también es importante prevenir el comienzo del tabaquismo,
especialmente en los segmentos de población más vulnerables, como los jóvenes.
En este sentido, en declaraciones a SMC España, África
González-Fernández, catedrática de Inmunología e investigadora del Centro de
Investigaciones Biomédicas de la Universidade de Vigo (Cinbio), indica que este
trabajo muestra “que ser fumador modifica el sistema inmunitario”. Pero lo
verdaderamente importante es que lo hace “de forma persistente y que incluso al
dejar de fumar sus efectos perduran”. Si una persona deja de fumar “recupera
bien la parte de la inmunidad innata, pero no la inmunidad adaptativa (mediada
por los linfocitos)”. Esto indicaría que habría en el sistema inmunitario “una
memoria de haber fumado de forma persistente, lo que tiene una importante
implicación, ya que las personas fumadoras pueden desarrollar otras
enfermedades como cáncer, autoinmunidad o alergias, o responder de forma anómala
frente a las infecciones”.
Según expone esta inmunóloga, “ya la investigadora
Polly Matzinger propuso a finales de los años 90 que el sistema inmunitario es
un sistema de control interno del organismo y que se activa en situaciones no
solo de infección, sino también de daño y peligro”. Es por este motivo por el
que analizar “qué elementos pueden modular al sistema inmunitario es muy
importante, ya que no solo los patógenos pueden hacerlo, y uno de ellos puede
ser el tabaco”.
Implicaciones
en las enfermedades asociadas al tabaquismo
En opinión de Marcos López Hoyos, presidente de la
Sociedad Española de Inmunología (SEI), director científico del Instituto de
Investigación Sanitaria Valdecilla (Idival) y profesor de Inmunología de la
Universidad Cantabria, tal y como recoge SMC España, se trata de “un trabajo
muy bien dirigido y abordado” porque, para empezar, “usa un número de
voluntarios muy bueno: 1.000 voluntarios con 200 por década (100 y 100 por
género)” y, además, se “recogen muestras y un número de más de 100 variables
sociodemográficas y ambientales”.
Asimismo, el inmunólogo valora que la investigación “ayuda
a explicar posibles alteraciones en la respuesta inmunitaria que vemos
frecuentemente en la clínica de los fumadores (y habitualmente con sobrepeso)
que llegan al entorno de los 60 años con sospecha de inmunodeficiencia
secundaria al tabaquismo en el contexto de una enfermedad pulmonar obstructiva
crónica (EPOC) y donde se ve con relativa frecuencia una hipogammaglobulinemia
[baja concentración de anticuerpos]”.
Por lo tanto, considera que los resultados obtenidos
tienen una “traslación clínica clara en un problema prevalente como la EPOC,
que cursa con exacerbaciones e infecciones de repetición y que hacen muchas
veces sospechar de una alteración inmunológica”. El tabaquismo constituye la
principal causa de la EPOC.
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