Decididamente,
el Papa es un ‘aguafiestas’. ¿Cómo se le ocurre en estos tiempos del consumo y
del ‘relax’ pedirnos que nos ocupemos de los asuntos de los demás y de las
exigencias de Jesús? Sí, claro, celebramos su Nacimiento, pero lo celebramos en
grande. ¿O qué, el Papa no entiende que llevamos dos años de pandemia; que ya
estuvo bueno de encierros, tapabocas, distancia social y semáforos?
Por
fortuna, Francisco no se anda por las ramas. Y nos interpela. ¿Qué debemos
hacer? En múltiples ocasiones nos lo ha dicho: dejar de mirarnos al espejo. El
que se mira a sí mismo termina haciendo su mundo tan pequeñito que solamente
cabe él. Hay que escuchar, acompañar, integrar al otro. Al otro que tiene más
necesidad que yo de ser escuchado, acompañado, integrado.
Una
Navidad distinta se inspira en la sencillez del pesebre. Y en la conversión del
corazón. Solamente yendo más allá de nuestro metro cuadrado, el Niño Jesús
tendrá una posada digna y un refugio contra el frío del olvido. JS
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