La falta crónica de sueño puede aumentar la
resistencia a la insulina en mujeres sanas, con efectos más marcados en
las mujeres que ya han pasado por su menopausia.
El mal dormir y su vínculo con la diabetes se ha
estado estudiando desde hace tiempo, pero en este último año nuevos estudios
han comprobado que este problema es generalizado, y debe enfrentarse para minimizar el riesgo de diabetes tipo 2.
La diabetes tipo 2 puede desarrollarse cuando el
cuerpo no utiliza eficazmente una hormona clave, la insulina, para mantener
niveles saludables de azúcar en sangre.
Estudios anteriores han demostrado que la restricción
del sueño puede elevar el riesgo de afecciones cardiovasculares, hipertensión y
trastornos del metabolismo de la glucosa, que pueden provocar resistencia a la
insulina y diabetes tipo 2. Sin embargo, muchas de esas investigaciones se
realizaron sólo en hombres o se centraron en la restricción severa del sueño a
corto plazo.
En enero de 2024, un ensayo aleatorio publicado
en Diabetes Care, y realizado exclusivamente con mujeres, encontró que la
deficiencia crónica del sueño puede afectar la sensibilidad a la insulina en
las mujeres, especialmente en las posmenopáusicas.
El estudio encontró que restringir el sueño a 6,2
horas o menos por noche durante seis semanas aumentaba la resistencia a la
insulina en un 14,8% tanto en mujeres premenopáusicas como posmenopáusicas,
pero los efectos eran más graves en las mujeres posmenopáusicas, hasta un 20,1%.
“Las mujeres reportan dormir menos que los hombres,
por lo que comprender cómo los trastornos del sueño afectan su salud a lo largo
de la vida es fundamental, especialmente para las mujeres posmenopáusicas”,
dijo Marishka Brown, directora del Centro Nacional de Investigación de los
Trastornos del Sueño en el Instituto Nacional de Corazón, Sangre y Pulmón,
parte de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
El estudio actual inscribió sólo a mujeres y buscó
determinar si una restricción leve y prolongada del sueño (una reducción de solo 1,5 horas cada noche) aumentaba los niveles
de glucosa e insulina en sangre de las mujeres.
La insulina ayuda a regular la glucosa en el cuerpo, y
cuando las células del cuerpo desarrollan resistencia a la insulina, se vuelven
menos capaces de usarla de manera efectiva y pueden causar que el riesgo de una
persona de prediabetes y diabetes tipo 2 aumente dramáticamente.
Para el estudio, los investigadores reclutaron a 40
mujeres, de entre 20 y 75 años, que tenían patrones de sueño saludables (al menos de 7 a 9 horas por noche),
niveles normales de glucosa en ayunas, pero que tenían riesgos elevados de
enfermedad cardiometabólica debido a tener sobrepeso u obesidad o antecedentes
familiares de diabetes tipo 2, aumento de lípidos en la sangre o enfermedad
cardiovascular.
Para establecer una base para el estudio, las mujeres
usaron un sensor en sus muñecas para registrar su sueño y determinar sus
patrones de sueño típicos durante dos semanas y mantuvieron registros de sueño
nocturno.
En las mujeres premenopáusicas, encontraron que los
niveles de insulina en ayunas aumentaban en respuesta a la restricción del
sueño, mientras que los niveles tanto de insulina como de glucosa en ayunas
tendían a aumentar en las mujeres posmenopáusicas.
“Lo que estamos viendo es que se necesita más insulina
para normalizar los niveles de glucosa en las mujeres bajo condiciones de
restricción del sueño, e incluso entonces, la insulina puede no haber hecho lo
suficiente para contrarrestar el aumento de los niveles de glucosa en sangre de
las mujeres posmenopáusicas”, dijo Marie Pierre St-Onge, profesora asociada de
medicina nutricional y directora del Centro de Excelencia para la Investigación
Circadiana y del Sueño de la Universidad de Columbia, en Nueva York, y autora
principal del estudio.
“Si esto se mantiene en el tiempo, es posible que un
sueño insuficiente y prolongado entre las personas con prediabetes pueda
acelerar la progresión a la diabetes tipo 2”, dijo.
Los investigadores también observaron si los cambios
en el peso corporal explicaban los cambios que observaron en los niveles de
insulina y glucosa, ya que las personas tienden a comer más en estados de sueño
restringido. Sin embargo, descubrieron que los efectos sobre la resistencia a
la insulina eran en gran medida independientes de los cambios en el peso
corporal, y una vez que las mujeres comenzaron a dormir nuevamente sus típicas
7 a 9 horas por noche, los niveles de insulina y glucosa volvieron a la normalidad.
Los autores del estudio señalaron que la falta de
sueño podría ser un factor de riesgo modificable que podría abordarse para
prevenir la diabetes en las mujeres. HD
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