¿Sabía
san Lucas que el Evangelio llegaría con la velocidad de un reguero de pólvora a
todo el mundo conocido? ¿Sabía que esa locura en la que él había creído
conquistaría miles de millones de vidas?
Sabemos,
ciertamente que Lucas creyó, y creyó con tal fuerza que nos quiso escribir los
avances incontenibles de la fe por la que había apostado en la vida y por la
que había dado todo lo que tenía. Desde el cielo, Lucas nos mira continuamente
y -estoy seguro- arde en deseos de gritarnos que creamos, que confiemos, que
estemos seguros de que todo esfuerzo por transmitir la fe tiene a Dios por
garantía infalible y que, por lo tanto, dará su fruto. Pero sin perder de vista
que nuestra primera misión somos nosotros mismos.
Cristo,
lo fundamental que hizo fue obedecer al Padre respecto a la voluntad que Éste
tenía para Él, y así consiguió para nosotros la salvación. Pues nosotros, como
empresa apostólica primera tenemos la salvación de nuestra alma, y el
cumplimiento de la Voluntad de Dios sobre nosotros. No suceda, como dice san
Pablo, que habiendo predicado a otros, yo vaya a ser reprobado. JF
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