Deseo
transformarme en tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que
este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a
través de mi corazón y mi alma al prójimo.
Ayúdame Señor,
a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según
las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a
ayudarle.
Ayúdame Señor,
a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de
mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame Señor,
a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo sino
que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame Señor,
a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que
sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles
y penosas.
Ayúdame Señor,
a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a
mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está
en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame Señor,
a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos
de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincero incluso con
aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo mismo me encerraré en
el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en
silencio. Que tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.
Jesús mío,
transfórmame en Ti porque tú lo puedes todo. Amén – Cn
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