Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
martes, 31 de diciembre de 2024
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Comunicación entre padres e hijos…
Hay
muchos valores que nos pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, con el
clima de confianza adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación,
pero yo destacaría dos: la sinceridad y la discreción.
1.-
La palabra sinceridad deriva del latino ‘sine cera’ (sin cera) refiriéndose a
los ungüentos que utilizaban las mujeres romanas para disimular sus arrugas. ‘Sinceridad
es decir siempre con claridad lo que se hace, lo que se piensa, lo que se vive’.
Nuestros hijos tienen de ver que nosotros somos sinceros siempre. Por esto
debemos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuántas veces hemos dejado incompleta una
promesa o una reprimenda que habíamos anunciado a nuestros hijos? o ¿cuántas
veces hemos asustado a los pequeños diciendo ‘que viene el hombre del saco’ y lógicamente
aún lo esperan?... O otras medias verdades, que no dejan de ser mentiras que
malogran la confianza.
Nuestra
sinceridad debe ser ejemplar, la verdad tiene que ser objetiva, clara. Por
ejemplo, si nos equivocamos, pedimos perdón y lo reconocemos; esto es más
educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos. A veces los
hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros por no quedar mal o porque
tienen miedo de que tengamos una reacción desmesuradamente enfadada con lo que
nos dicen.
Sobre
todo en la adolescencia tenemos que ser pacientes y estar preparados para que
nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios. Lo que es más
importante siempre es que los hijos nos digan la verdad, aunque del susto
recibido nos quedáramos sin aliento. Con todos los datos reales del problema,
no nos equivocaremos a la hora de buscar soluciones y reforzaremos la confianza
mutua.
2.-Vivir
la discreción es fundamental. Los padres debemos profundizar en esta virtud,
que no es frecuente en el ambiente actual. La discreción está definida como: ‘reserva
en las acciones y en las palabras, reserva del que no hace sino aquello que
conviene hacer, de quien no dice sino aquello que conviene decir, que sabe
callar aquello que le ha estado confiado’.
Muchos
hijos se quejan de que sus padres, o bien para vanagloriarse, o bien para
quejarse explican las confidencias que ellos les han hecho. Ya se ve que este
sería un defecto que influiría en la confianza que nos habrían dado los hijos,
nada más y nada menos sería ‘ventilar’ sus emociones.
Con
la virtud de la discreción nace el discernimiento, para saber cuándo es
prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo, puesto que hace
falta respetar la intimidad del hijo y tener paciencia para recibir la confidencia.
También distinguir el momento en que es conveniente dar el consejo oportuno.
Pienso que cuando un niño pequeño tiene una pataleta, ¿verdad que es muy
difícil corregirlo sí nos ponemos a gritar como él y perdemos los nervios? Con
los hijos mayores tenemos que hacer lo mismo, es sencillamente pasar por alto
el momento de ofuscación y buscar el tiempo para dialogar con calma y
serenidad. Una persona discreta no impone, no coacciona sino que observa y
ayuda a mejorar reconociendo que ella también tiene defectos; por lo tanto, no
se sobresalta por nada, y, con esta comprensión anima a su hijo a la
sinceridad.
Al
mismo tiempo los hijos no comprenden ni las ironías ni las bromas sobre sus
‘cosas’, les hemos de saber atender con todo respeto y cariño, comprendiendo
que para lo que les sucede tiene importancia para ellos, por lo tanto no
conviene burlarse de nada de lo que nos explican.
Para
concluir, podríamos decir que el objetivo de procurar fijarnos en la sinceridad
y la discreción, es ayudar a que haya el clima de confianza adecuada que haga
de los padres buenos amigos de los hijos, a quienes los hijos pueden explicar
sus ideales, sus problemas, sus alegrías. Empecemos a interesarnos por lo que
les preocupa cuando son pequeños y así fundamentaremos la sinceridad y la
confianza en su adolescencia, etapa que habrá de prever. VC
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domingo, 29 de diciembre de 2024
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De la tragedia a la comedia - Reflexión sobre el día de los santos inocentes…
La
evolución de la memoria colectiva
En
la antigüedad, las culturas han sabido transformar el peso de sus historias en
algo más liviano y accesible. En este caso, la transición del luto a la risa en
el día de los santos inocentes está influenciada por tradiciones que van más
allá del cristianismo. Las ‘Saturnales’ romanas, celebradas en diciembre, eran
festivales de inversión social y desenfreno donde los roles se intercambiaban y
las bromas estaban permitidas. Estas festividades precristianas, caracterizadas
por su espíritu lúdico, probablemente influyeron en cómo se vivió esta fecha en
los primeros siglos.
Más
adelante, durante la Edad Media, Europa fue testigo de celebraciones como la ‘Fiesta
de los Locos’, en las que el orden social se suspendía momentáneamente, y las
bromas y travesuras se convertían en la norma. Con el tiempo, estas tradiciones
se mezclaron con el cristianismo, adaptándose al calendario litúrgico y
transformando la manera en que se marcaban fechas solemnes como el 28 de
diciembre.
De
la solemnidad al juego
En
los países de habla hispana, el Día de los Santos Inocentes se reinventó como
un día de humor. La conmemoración de las vidas perdidas en un acto de crueldad
fue desplazada por la costumbre de gastar ‘inocentadas’. Las bromas, disfrazadas
de ingenio o simpleza, buscan sorprender a los desprevenidos, o ‘inocentes’,
que caen en ellas. Si bien el significado original de la fecha no ha
desaparecido por completo, su peso ha sido eclipsado por el deseo colectivo de
encontrar un respiro en la rutina, un espacio para el humor en medio de las
adversidades de la vida.
Un
día para reflexionar
Esta
evolución cultural nos invita a reflexionar sobre cómo reinterpretamos nuestra
historia y tradiciones. ¿Qué nos dice sobre la humanidad esta transición de la
tragedia al juego? Por un lado, podemos verlo como un intento colectivo de
sobrellevar el dolor, un mecanismo para transformar el sufrimiento en algo más
manejable. Por otro lado, podríamos cuestionarnos si este cambio no implica
también una desconexión de la memoria y la seriedad que merece el pasado.
La
risa, después de todo, no es incompatible con la reflexión. El día de los
santos inocentes puede ser una oportunidad para mirar más allá de las bromas y
recordar la esencia del día: un recordatorio de la vulnerabilidad de los
inocentes y el abuso del poder. Mientras jugamos con la idea de la inocencia en
nuestras bromas, quizás podríamos pensar también en cómo proteger y valorar la
inocencia en un mundo que a menudo la pone en peligro.
Tragedia
y comedia, dos caras de la vida
El
día de los santos inocentes, tal como lo conocemos hoy, es un espejo de la
complejidad de la experiencia humana. En él conviven el recuerdo de una
tragedia con la necesidad de humor y alivio. Nos recuerda que, como sociedad, elegimos
cómo honrar nuestro pasado y qué valores queremos transmitir en el presente. Al
gastar bromas este 28 de diciembre, quizás podríamos detenernos un momento para
reflexionar sobre los significados más profundos que se esconden tras las
risas, y recordar que incluso en los actos más simples de juego hay espacio
para la memoria y la compasión. Cn