miércoles, 28 de febrero de 2018

Cuaresma en la fe y caridad


El Señor es mi Pastor...


Y al final...


Tiene que venir de adentro...


No insistas en...


No atrapa ninguno...


Dios disfruta...


01 de Marzo - Cristóbal de Milán

Cristóbal de Milán, Beato
Presbítero Dominico, 01 de Marzo

Martirologio Romano: En Taggia, en la Liguria, conmemoración del beato Cristóbal de Milán, presbítero de la Orden de Predicadores, entregado al culto de Dios y a la doctrina sagrada (1484). 
Fecha de beatificación: Culto confirmado en 1875 por el Papa Pío IX.

Se llama al Beato Cristóbal “el apóstol de Liguria”, por el éxito con que evangelizó esa región de Italia. 
Cristóbal tomó el hábito de Santo Domingo a principios del siglo XV. Después de su ordenación, su fama de predicador se propagó rápidamente. 
Sus biógrafos hacen notar que los sermones del beato, que obraban grandes conversiones y mejoraban las costumbres del pueblo, se basaban siempre en la Biblia, los escritos de los Padres y la teología de Santo Tomás. 
Por su parte, el Beato Cristóbal clamaba contra los predicadores que lanzaban ideas nuevas en vez de comentar el Evangelio, con el objeto de ganar popularidad y estar a la moda. 
El beato predijo también la destrucción de Trioria por los ejércitos franceses y anunció a los habitantes de Taggia que deberían huir sin ser perseguidos y que el río se desbordaría y acabaría con los huertos. Dichas profecías se cumplieron hasta en sus menores detalles. 
El beato se hallaba predicando la cuaresma en Pigna, cuando le sorprendió su última enfermedad. Pidió que le transportasen a Taggia y expiró en su amada ciudad.

¿De qué tengo yo que arrepentirme?

La cuaresma es tiempo de arrepentimiento. Quizá a nosotros la llamada al arrepentimiento que es la Cuaresma, podría parecernos un poco extraña, un poco particular, porque podríamos pensar: ¿de qué tengo yo que arrepentirme? Arrepentirse significa tener conciencia del propio pecado. La conversión del corazón es el tema que debería de recorrer nuestra Cuaresma, tener conciencia de que algo he hecho mal, y podría ser que en nuestras vidas hubiéramos dejado un poco de lado la conciencia de lo que es fallar. Fallar no solamente uno mismo o a alguien a quien queremos, también la conciencia de lo que es fallarme a mí.
Pudiera ser también que en nuestra vida hubiéramos perdido el sentido de lo que significa encontrarnos con Dios, y quizá por eso tenemos problemas para entender verdaderamente lo que es el pecado, porque tenemos problemas para entender quién es Dios. Solamente cuando tenemos un auténtico concepto de Dios, también podemos empezar a tener un auténtico concepto de lo que es el pecado, de lo que es el mal.
La cuaresma es todo un camino de cuarenta días hasta la Pascua, y en este camino, la Iglesia nos va a estar recordando constantemente la necesidad de purificarnos, la necesidad de limpiar nuestro corazón, la necesidad de quitar de nuestro corazón todo aquello que lo aparte de Dios N. S. La Cuaresma es un período que nos va a obligar a cuestionarnos para saber si en nuestro corazón hay algo que nos está apartando de Dios Nuestro Señor. Esto podría ser un problema muy serio para nosotros, porque es como quien tiene una enfermedad y no sabe que la tiene. Es malo tener una enfermedad, pero es peor no saber que la tenemos, sobre todo cuando puede ser curada, sobre todo cuando esta enfermedad puede ser quitada del alma.
Qué tremendo problema es estar conviviendo con una dificultad en el corazón y tenerla perfectamente tapada para no verla. Es una inquietud que sin embargo la Iglesia nos invita a considerar y lo hace a través de la Cuaresma. Durante estos cuarenta días, cuando leemos el Evangelio de cada día o cuando vayamos a Misa los domingos, nos daremos cuenta de cómo la Biblia está constantemente insistiendo sobre este tema: Purificar el corazón, examinar el alma, acercarse a Dios, estar más pegado a Él. Todo esto, en el fondo, es darse cuenta de quién es Dios y quién somos nosotros.
Por otro lado, el hecho de que el sacerdote nos ponga la ceniza, no es simplemente una especie de rito mágico para empezar la Cuaresma. La ceniza tiene un sentido: significa una vida que ya no existe, una vida muerta. También tiene un sentido penitencial, quizá en nuestra época mucho menos, pero en la antigüedad, cuando se quería indicar que alguien estaba haciendo penitencia, se cubría de ceniza para indicar una mayor tristeza, una mayor precariedad en la propia forma de existir.
Preguntémonos, si hay en nuestra alma algo que nos aparte de Dios. ¿Qué es lo que no nos permite estar cerca de Dios y que todavía no descubrimos? ¿Qué es lo que hay en nosotros que nos impide darnos totalmente a Dios Nuestro Señor, no solamente como una especie de interés purificatorio personal, sino sobre todo por la tremenda repercusión que nuestra cercanía a Dios tiene en todos los que nos rodean? Solamente cuando nos damos cuenta de lo que significa estar cerca de Dios, empezaremos a pensar lo que significa estar cerca de Dios para los que están con nosotros, para los que viven con nosotros. ¿Cómo queremos hacer felices a los que más cerca tenemos si no nos acercamos a la fuente de la felicidad? ¿Cómo queremos hacer felices a aquellos que están más cerca de nuestro corazón si no los traemos y los ayudamos a encontrarse con lo que es la auténtica felicidad?
Qué difícil es beber donde no hay agua, qué difícil es ver donde no hay luz. Si a mí, Dios me da la posibilidad de tener agua y tener luz, ¿solamente yo voy a beber? ¿Solamente yo voy a disfrutar de la luz? Sería un tremendo egoísmo de mi parte. Por eso en este camino de Cuaresma vamos a empezar a preguntarnos: ¿Qué es lo que Dios quiere de mí? ¿Qué es lo qué Dios exige de mí? ¿Qué es lo que Dios quiere darme? ¿Cómo me quiere amar Dios?, para que en este camino nos convirtamos, para aquellas personas que nos rodean, en fuente de luz y también puedan llegar a encontrarse con Dios Nuestro Señor.
Ojalá que hagamos de esta Cuaresma una especie de viaje a nuestro corazón para irnos encontrando con nosotros mismos, para irnos descubriendo nosotros mismos, para ir depositando esa ceniza espiritual sobre nuestro corazón de manera que con ella vayamos nosotros cubriéndonos interiormente y podamos ver qué es lo que nos aparta de Dios.
La ceniza que nos habla de la caducidad, que nos habla de que todo se acaba, nos enseña a dar valor auténtico a las cosas. Cuando uno empieza a carecer de algunas cosas, empieza a valorar lo que son los amigos, lo que es la familia, lo que significa la cercanía de alguien que nos quiere. Así también tenemos que hacer nosotros, vamos a ir en ese viaje a nuestro corazón para que, valorando lo que tenemos dentro, nos demos cuenta de cuánto podemos dar a los que están con nosotros.
Este es el sentido de ponerse ceniza sobre nuestras cabezas: el inicio de un preguntarnos, a través de toda la Cuaresma, qué es lo que quiere Dios para nosotros; el inicio de un preguntarnos qué es lo que el Señor nos va a pedir y sobre todo, lo más importante, qué es lo que nosotros vamos a poder dar a los demás. De esta manera, vamos a encontrarnos verdaderamente con lo más maravilloso que una persona puede encontrar en su interior: la capacidad de darse.
Recorramos así el camino de nuestra Cuaresma, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestra sociedad, en nuestro trabajo, en nuestras conversaciones. Buscar el interior para que en todo momento podamos encontrarnos en el corazón, no con nosotros mismos, porque sería una especie de egoísmo personal, sino con Nuestro Padre Dios; con Aquél que nos ama en el corazón, en lo más intimo, en lo más profundo de nosotros.

Que el bajar al corazón en esta Cuaresma sea el inicio de un camino que todos nosotros hagamos, no solamente en este tiempo, sino todos los días de nuestra vida para irnos encontrando cada día con el Único que da explicación a todo.
Que la Eucaristía sea para nosotros ayuda, fortaleza, luz, consuelo porque posiblemente cuando entremos en nuestro corazón, vamos a encontrar cosas que no nos gusten y podríamos desanimarnos. Hay que recordar que no estamos solos. Que no vamos solos en este viaje al corazón sino que Dios viene con nosotros. Más aún, Dios se ofrece por nosotros, en la Eucaristía, para nuestra salvación, para manifestarnos su amor y para darse en su Cuerpo y en su Sangre por todos nosotros. CS

Evangelio del Jueves 01 de Marzo

Día litúrgico: Jueves II (B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Lc 16,19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’. 
»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

«Si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite»

Comentario: Rev. D. Xavier SOBREVÍA i Vidal (Castelldefels, España)

Hoy, el Evangelio es una parábola que nos descubre las realidades del hombre después de la muerte. Jesús nos habla del premio o del castigo que tendremos según cómo nos hayamos comportado.
El contraste entre el rico y el pobre es muy fuerte. El lujo y la indiferencia del rico; la situación patética de Lázaro, con los perros que le lamen las úlceras (cf. Lc 16,19-21). Todo tiene un gran realismo que hace que entremos en escena.
Podemos pensar, ¿dónde estaría yo si fuera uno de los dos protagonistas de la parábola? Nuestra sociedad, constantemente, nos recuerda que hemos de vivir bien, con confort y bienestar, gozando y sin preocupaciones. Vivir para uno mismo, sin ocuparse de los demás, o preocupándonos justo lo necesario para que la conciencia quede tranquila, pero no por un sentido de justicia, amor o solidaridad.
Hoy se nos presenta la necesidad de escuchar a Dios en esta vida, de convertirnos en ella y aprovechar el tiempo que Él nos concede. Dios pide cuentas. En esta vida nos jugamos la vida.
Jesús deja clara la existencia del infierno y describe algunas de sus características: la pena que sufren los sentidos —«que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama» (Lc 16,24)— y su eternidad —«entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo» (Lc 16,26).
San Gregorio Magno nos dice que «todas estas cosas se dicen para que nadie pueda excusarse a causa de su ignorancia». Hay que despojarse del hombre viejo y ser libre para poder amar al prójimo. Hay que responder al sufrimiento de los pobres, de los enfermos, o de los abandonados. Sería bueno que recordáramos esta parábola con frecuencia para que nos haga más responsables de nuestra vida. A todos nos llega el momento de la muerte. Y hay que estar siempre preparados, porque un día seremos juzgados.

martes, 27 de febrero de 2018

Acné: Qué es, síntomas, causas, diagnóstico y tratamiento

¿Qué es?
El acné es una afección común de la piel. Produce protuberancias en la piel conocidas como granos. Los granos se forman cuando los pequeños folículos pilosos de la piel son bloqueados por la piel muerta y la grasa de la piel. Esto hace que las bacterias crezcan e irriten la piel. Los granos aparecen comúnmente en la cara. Sin embargo, pueden aparecer en la espalda, el pecho, los brazos y el cuello. Por lo general, el acné comienza en los años de la adolescencia. Puede durar hasta la edad adulta o comenzar en ese momento. Tanto los chicos como las chicas pueden tener acné. 

Síntomas
  • Puntos rojos pequeños e hinchados
  • Puntas blancas llenas de líquido en los puntos
  • Puntos negros (parece que hubiese pimienta en sus poros)
  • Bultos sólidos y sensibles bajo la piel
 Causas
El acné es causado por bacterias que bloquean los folículos pilosos en la piel. Las bacterias se generan a partir de la piel muerta y la grasa de la piel. 
Existen varios tipos de acné:
  • Puntos blancos: Los pequeños folículos pilosos de la piel se bloquean con grasa y piel muerta. Se forma un “punto blanco” en la punta de cada grano.
  • Puntos negros: El folículo piloso se bloquea cerca de la superficie de la piel. Se vuelve negro cuando se expone al aire.
  • Acné cístico: Esto ocurre cuando se forman quistes profundos en la piel alrededor del folículo piloso.
Los antecedentes familiares contribuyen al acné. Si sus padres tuvieron mucho acné, puede que usted también lo tenga. Su sistema inmunológico también juega un papel importante. Algunas personas son más sensibles a las bacterias que quedan atrapadas en sus folículos pilosos. 

Diagnóstico
La mayoría de las veces, el médico puede diagnosticar el acné examinando la irritación en su piel. Él o ella también tendrán en cuenta su edad, estilo de vida o circunstancias. Por ejemplo, algunas mujeres sufren de acné cuando están embarazadas. Algunos adolescentes y adultos sufren de acné por consumir ciertos alimentos. 

Prevención
El acné no puede prevenirse ni evitarse. Sin embargo, algunas personas pueden reducir la gravedad del acné conociendo qué desencadena la irritación. El acné es peor en los chicos. Ellos tienen más grasa en la piel. Para muchas personas, el acné desaparece a los 25 años. Sin embargo, puede continuar hasta bien avanzada la edad adulta. 
Ciertas cosas pueden desencadenar o empeorar el acné:
  • Los cambios hormonales. Esto ocurre durante la pubertad, antes de la menstruación (ciclo menstrual) o durante el embarazo.
  • Ciertos medicamentos. Estos incluyen suplementos o esteroides que aumentan la testosterona.
  • Maquillaje (cosméticos), especialmente los productos a base de aceite, las lociones bronceadoras y los productos para el cabello.
  • El estrés.
  • Tocar o exprimir los granos existentes.
  • Fregarse la piel con demasiada dureza.
  • El chocolate, el polvo y la actividad sexual no causan acné.
 Tratamiento
El acné puede ser tratado con medicamentos de venta libre y con receta. Su médico determinará cuál es la mejor opción para usted. 
Los tratamientos de venta libre incluyen:
  • Peróxido de benzoilo y ácido salicílico. Este es el tratamiento más común. Se vende en forma de loción, gel, jabón o almohadilla de limpieza. Mata a las bacterias y seca la grasa. Puede tomar hasta 8 semanas ver una mejora. Los efectos secundarios incluyen irritación adicional de la piel, ardor y enrojecimiento.
Los medicamentos recetados incluyen:
  • Cremas o geles retinoides. Estos se aplican sobre los granos. Las mujeres embarazadas no deben utilizar ciertos productos con retinoides. Pueden causar defectos de nacimiento. Informe a su médico si está embarazada. La exposición al sol puede irritar el acné tratado con crema con retinoides.
  • Antibióticos. Se pueden utilizar ciertos tipos de antibióticos con otros tratamientos para el acné.
  • Isotretinoína. Este es un medicamento fuerte disponibles bajo ciertas marcas. Puede causar efectos secundarios graves. Hable con su médico acerca de los efectos secundarios.
  • Píldoras anticonceptivas. A menudo son eficaces para las mujeres con diagnóstico de acné.
Existen tratamientos adicionales disponibles en el consultorio de su médico. Estos incluyen exfoliación de la piel, abrasión de la piel y tratamientos con láser o luz. Estos tratamientos pueden reducir las cicatrices causadas por el acné. Pequeñas inyecciones de medicamentos esteroides pueden ayudar a tratar quistes de acné grandes. Por último, ciertos cambios en el estilo de vida también pueden ayudar. Esto incluye una dieta saludable y ejercicio regular. 

Vivir con acné
Tener acné puede causar vergüenza y ansiedad. Algunas personas pueden sentirse abrumadas por el tiempo y el esfuerzo adicionales que esto suma a su rutina de higiene diaria. Y puede requerir cambios en su dieta y estilo de vida.

Una persona es...


Ser feliz... 06


Virgen Madre... 02


Una de las mejores sensaciones...


Aprende a valorar...


28 de Febrero - Pablo Uchibori y 15 compañeros

Pablo Uchibori y 15 compañeros, Beatos
Mártires, 28 de Febrero

En el monte Unzen, en Nagasaki, beatos mártires Pablo Uchibori Sakuemon, quien junto a sus compañeros ofrecieron con alegría su vida por mantener su fe. (1627) 
Nombres de los mártires: Pablo Uchibori Sakuemon, Samurai, Gaspar Kisayemon, María Màe, Gaspar Nagai, Luis Shàzaburo, Dionisio Saiki Zenka, Luis Saiki Kizo, Damiin Lchiyata, Leo Nakayama Sokan, Pablo Nakayama, Juan Kisaki Kyuhachi, Juan Heisaku, Tomás Shàgo-ro, Alexio Shohachi, Tomás Kando Heie-mon, y Juan Araki Kenshichi.
Fecha de beatificación: 24 de noviembre de 2008 en el pontificado del Papa Benedicto XVI, junto a otros 172 mártires de Japón.

Son un grupo de veintinueve, todos ellos indicados con sus nombres y datos concretos. Destacan el samurái Pablo Uchibori, con sus tres hijos, y el anciano señor (“tono”) de la aldea Hachirao, Pablo Onizuka, padre del mártir beato Pedro Onizuka, s.j., quemado vivo en 1622. Pero los veintinueve mártires se distribuyen en tres grupos, según la fecha del martirio: 21 de febrero, 28 de febrero y 17 de mayo de 1627.
Casi todos habían sufrido anteriormente cárcel y torturas. Algunos son descendientes o familiares de mártires. Otros mueren con su esposa e hijos. Algunos eran catequistas o jefes de aldeas, o habían hospedado a los misioneros ocultos, arriesgando su propia vida.
A los tres hijos de Pablo Uchibori, antes de matarlos y arrojarlos al mar (21 de febrero de 1627), les cortaron los dedos de las manos, ante su padre y ante un gran grupo de condenados al martirio, para presionarlos a apostatar. El niño Ignacio Uchibori, de cinco años, sufrió la mutilación con gran serenidad, levantando sus dedos y mano mutilada y sangrienta, con la admiración de todos los presentes. Con ellos murió del mismo modo, con los dedos mutilados y arrojada al mar, Gracia, esposa de Tomás Soxin, porque no quiso renegar de la fe; también mataron allí mismo, arrojándolos al mar, a otros doce.
Cinco de los veintiséis mártires de la presente lista, martirizados en los sulfatos del monte Unzen
en dos grupos y fecha distinta: 28 de febrero y 17 de mayo son firmantes, entre otros doce, de la carta dirigida anteriormente a Pablo V (18 de octubre de 1620), expresando su disponibilidad de “ofrecer nuestras vidas en testimonio de Cristo y de la santa Iglesia romana... Nada tenemos tan grabado en el corazón como el padecer el martirio, cuando la ocasión se ofrezca, con la gracia de Dios”.
El samurái Pablo Uchibori, ya desde las torturas en la cárcel y durante los tormentos de los sulfatos, animaba a todos sus compañeros a perseverar en la fe, mientras él y otros eran torturados y mutilados en rostro y manos. Murió diciendo: “Alabado sea el Santísimo Sacramento”. De él se conserva una carta escrita desde la cárcel, en la que explica el martirio de otros mártires anteriores y su propia disponibilidad martirial por amor a Cristo: “Deseo padecer por su amor”.
Todos murieron orando, fuertes en la fe y con alegría, a veces dejando escritas, durante el trayecto hacia el martirio, expresiones poéticas de despedida, como hicieron los mártires Joaquín Mine y Bartolomé Baba con esta afirmación: “Hasta ahora creía que el cielo estaba muy lejos; ahora, viéndolo tan cerca, me llena de alegría”. El samurái Juan Marsutake murió orando: “¡Señor Jesús, no me dejéis de vuestra mano!”. Los testigos han dejado constancia de la actitud martirial de todos.

El gusto de creer

Durante muchos siglos, el miedo ha sido uno de los factores que con más fuerza ha motivado y sostenido la religiosidad de bastantes personas. Más de uno aceptaba la doctrina de la Iglesia solo por temor a condenarse eternamente.
Hoy, sin embargo, en el contexto sociológico actual se ha hecho cada vez más difícil creer solo por temor, por obediencia a la Iglesia o por seguir la tradición. Para sentirse creyente y vivir la fe con verdadera convicción es necesario tener la experiencia de que la fe hace bien. De lo contrario, tarde o temprano uno prescinde de la religión y lo abandona todo.
Y es normal que sea así. Para una persona solo es vital aquello que le hace vivir. Lo mismo sucede con la fe. Es algo vital cuando el creyente puede experimentar que esa fe le hace vivir de manera más sana, acertada y gozosa.
En realidad, nos vamos haciendo creyentes en la medida en que vamos experimentando que la adhesión a Cristo nos hace vivir con una confianza más plena, que nos da luz y fuerza para enfrentarnos a nuestro vivir diario, que hace crecer nuestra capacidad de amar y de alimentar una esperanza última.
Esta experiencia personal no puede ser comunicada a otros con razonamientos y demostraciones, ni será fácilmente admitida por quienes no la han vivido. Pero es la que sostiene secretamente la fe del creyente incluso cuando, en los momentos de oscuridad, ha de caminar «sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía» (san Juan de la Cruz).
En el relato de la transfiguración se nos recuerda la reacción espontánea de Pedro, que, al experimentar a Jesús de manera nueva, exclama: «¡Qué bien se está aquí!». No es extraño que, años más tarde, la primera carta de Pedro invite a sus lectores a crecer en la fe si «habéis gustado que el Señor es bueno» (i Pedro 2,3).
Bernard ha llamado la atención sobre la escasa consideración que la teología contemporánea ha prestado al «afecto» y al «gusto de creer en Dios», ignorando así una antigua y rica tradición que llega hasta san Buenaventura. Sin embargo, no hemos de olvidar que cada uno se adhiere a aquello que experimenta como bueno y verdadero, y se inclina a vivir de acuerdo con aquello que le hace sentirse a gusto en la vida.
Tal vez una de las tareas más urgentes de la Iglesia sea hoy despertar «el gusto de creer». Deberíamos cuidar de manera más cálida las celebraciones litúrgicas, saborear mejor la Palabra de Dios, gustar con más hondura la Eucaristía, comulgar gozosamente con Cristo, alimentar nuestra paz interior en el silencio y la comunicación amorosa con Dios. Aprenderíamos a sentirnos a gusto con Dios. JAP

Evangelio del Miércoles 28 de Febrero

Día litúrgico: Miércoles II (B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Mt 20,17-28): En aquel tiempo, cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará».
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

«El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor»

Comentario: Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona, España)

Hoy, la Iglesia —inspirada por el Espíritu Santo— nos propone en este tiempo de Cuaresma un texto en el que Jesús plantea a sus discípulos —y, por lo tanto, también a nosotros— un cambio de mentalidad. Jesús hoy voltea las visiones humanas y terrenales de sus discípulos y les abre un nuevo horizonte de comprensión sobre cuál ha de ser el estilo de vida de sus seguidores.
Nuestras inclinaciones naturales nos mueven al deseo de dominar las cosas y a las personas, mandar y dar órdenes, que se haga lo que a nosotros nos gusta, que la gente nos reconozca un status, una posición. Pues bien, el camino que Jesús nos propone es el opuesto: «El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo» (Mt 20,26-27). “Servidor”, “esclavo”: ¡no podemos quedarnos en el enunciado de las palabras!; las hemos escuchado cientos de veces, hemos de ser capaces de entrar en contacto con la realidad que significan, y confrontar dicha realidad con nuestras actitudes y comportamientos.
El Concilio Vaticano II ha afirmado que «el hombre adquiere su plenitud a través del servicio y la entrega a los demás». En este caso, nos parece que damos la vida, cuando realmente la estamos encontrando. El hombre que no vive para servir no sirve para vivir. Y en esta actitud, nuestro modelo es el mismo Cristo —el hombre plenamente hombre— pues «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28).
Ser servidor, ser esclavo, tal y como nos lo pide Jesús es imposible para nosotros. Queda fuera del alcance de nuestra pobre voluntad: hemos de implorar, esperar y desear intensamente que se nos concedan esos dones. La Cuaresma y sus prácticas cuaresmales —ayuno, limosna y oración— nos recuerdan que para recibir esos dones nos debemos disponer adecuadamente.

Juan Pablo II y el aborto


lunes, 26 de febrero de 2018

Enfoque osteopático de las hernias lumbares

Cuando una persona padece una lumbalgia aguda que no cede de manera espontánea consulta al médico. Suele indicarse estudios de imágenes, donde puede observarse el estado de los discos intervertebrales lumbares. 
Los discos están formados por un núcleo central y un anillo periférico fibroso. Ambos contienen un gran porcentaje de agua, en especial el núcleo, que asume el rol de amortiguar y equilibrar las presiones que recibe la columna lumbar. 
Si bien hay discos intervertebrales a lo largo de la columna vertebral, su comportamiento varía en cada región. 
Los estudios pueden revelar la presencia de una o varias hernias o protusiones. La diferencia entre ambas es que en las hernias el anillo fibroso sufre una rotura y en las protusiones solo hay un abombamiento del mismo. 
Los pacientes suelen referir que hicieron un movimiento y se “herniaron”. Es importante explicar entonces que la hernia es probable que ya se hubiera producido, en un lento deterioro del disco, de acuerdo con la actividad y el biotipo del paciente.
La aparición del dolor puede deberse a la inflamación de los tejidos discales y circundantes. 
Cuando el paciente conoce el diagnóstico, asociado a que está atravesando un dolor, piensa que algo ha cambiado a partir de ese momento y suele atravesar un cuadro de angustia que no ayuda a su recuperación. 
Por eso lo primero que explico es que mi tratamiento no va a hacer desaparecer la hernia o protusión. Mi objetivo es ayudarlo a recuperar y mejorar las condiciones en que estaban esas estructuras, hoy inflamadas, antes de que comenzara el dolor, aunque el deterioro discal ya se había producido. 
Los niveles vertebrales en donde suelen producirse las hernias son en general sitio sobre exigidos por antecedentes traumáticos, posturales o laborales. 
Mi abordaje terapéutico radica en reconocer y restaurar la movilidad en estructuras que han perdido movilidad y contribuyen a que estos discos lesionados deban absorber mayores presiones y torsiones. 
Esto permitirá que la región se desinflame poco a poco aliviando el dolor. A largo plazo el tratamiento pretende evitar los cuadros agudos que dejan a su paso más deterioro de los tejidos. 
Alcanzado este objetivo comienza el control postural y muscular mediante ejercicios de rehabilitación, luego elegir junto al paciente una actividad física que permita mantener los logros obtenidos. Lic. Olga Garay

Valiente discurso


Lo que no se soluciona...


Ser feliz... 05


Cada uno... 03


A punto...


27 de Febrero - María de la Caridad del Espíritu Santo Brader

María de la Caridad del Espíritu Santo Brader, Beata
Virgen y Fundadora de la Congregación de Franciscanas Hijas de María Inmaculada, 27 de Febrero

Martirologio Romano: En la ciudad de Pasto, en Colombia, beata María de la Caridad del Espíritu Santo (Carolina) Brader, virgen, que supo conjugar admirablemente la vida contemplativa con la actividad misionera y, para promover la formación cristiana, fundó las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada (1943)
Fecha de beatificación: 23 de marzo de 2003 por el Papa Juan Pablo II

Caridad Brader, hija de Joseph Sebastián Brader y de María Carolina Zahner, nació el 14 de agosto de 1860 en Kaltbrunn, St. Gallen (Suiza). Fue bautizada al día siguiente con el nombre de María Josefa Carolina.
Dotada de una inteligencia poco común y guiada por las sendas del saber y la virtud por una madre tierna y solícita, la pequeña Carolina moldeaba su corazón mediante una sólida formación cristiana, un intenso amor a Jesucristo y una tierna devoción a la Virgen María. 
Conocedora del talento y aptitudes de su hija, su madre procuró darle una esmerada educación. En la escuela de Kaltbrunn hizo, con gran aprovechamiento, los estudios de la enseñanza primaria; y en el instituto de María Hilf de Altstätten, dirigido por una comunidad de religiosas de la Tercera Orden Regular de san Francisco, los de enseñanza media.
Cuando el mundo se abría ante ella atrayéndola con todos sus halagos, la voz de Cristo empezó a hacer eco en su corazón y decidió abrazar la vida consagrada. Esta elección de vida, como era previsible, provocó en primera instancia la oposición de su madre, dado que ésta era viuda y Carolina su única hija. 
El 1 de octubre de 1880 ingresó en el convento franciscano de clausura «María Hilf», en Altstätten, que regentaba un colegio como servicio necesario a la Iglesia católica de Suiza.
El primero de marzo de 1881 vistió el hábito de Franciscana, recibiendo el nombre de María Caridad del Amor del Espíritu Santo. El 22 de agosto del siguiente año emitió los votos religiosos. Dada su preparación pedagógica, fue destinada a la enseñanza en el colegio adosado al monasterio. 
Abierta la posibilidad para que las religiosas de clausura pudieran dejar el monasterio y colaborar en la extensión del Reino de Dios, los obispos misioneros, a finales del siglo XIX, se acercaron a los conventos en busca de monjas dispuestas a trabajar en los territorios de misión. 
Monseñor Pedro Schumacher, celoso misionero de san Vicente de Paúl y Obispo de Portoviejo (Ecuador) escribió una carta a las religiosas de María Hilf, pidiendo voluntarias para trabajar como misioneras en su diócesis.
Las religiosas respondieron con entusiasmo a esta invitación. Una de las más entusiastas para marchar a las misiones era la Madre Caridad Brader. La beata María Bernarda Bütler, superiora del convento que encabezará el grupo de las seis misioneras, la eligió entre las voluntarias diciendo: «A la fundación misionera va la madre Caridad, generosa en sumo grado, que no retrocede ante ningún sacrificio y, con su extraordinario don de gentes y su pedagogía podrá prestar a la misión grandes servicios».
El 19 de junio de 1888 la Madre Caridad y sus compañeras emprendieron el viaje hacia Chone, Ecuador. En 1893, después de duro trabajo en Chone y de haber catequizado a innumerables grupos de niños, la Madre Caridad fue destinada para una fundación en Túquerres, Colombia.
Allí desplegó su ardor misionero: amaba a los indígenas y no escatimaba esfuerzo alguno para llegar hasta ellos, desafiando las embravecidas olas del océano, las intrincadas selvas y el frío intenso de los páramos. Su celo no conocía descanso. Le preocupaban sobre todo los más pobres, los marginados, los que no conocían todavía el evangelio. 
Ante la urgente necesidad de encontrar más misioneras para tan vasto campo de apostolado, apoyada por el padre alemán Reinaldo Herbrand, fundó en 1894 la Congregación de Franciscanas de María Inmaculada. La Congregación se surtió al inicio de jóvenes suizas que, llevadas por el celo misionero, seguían el ejemplo de la Madre Caridad. A ellas se unieron pronto las vocaciones autóctonas, sobre todo de Colombia, que engrosaron las filas de la naciente Congregación y se extendieron por varios países. 
La Madre Caridad, en su actividad apostólica, supo compaginar muy bien la contemplación y la acción. Exhortaba a sus hijas a una preparación académica eficiente pero «sin que se apague el espíritu de la santa oración y devoción». «No olviden les decía que cuanto más instrucción y capacidad tenga la educadora, tanto más podrá hacer a favor de la santa religión y gloria de Dios, sobre todo cuando la virtud va por delante del saber. Cuanto más intensa y visible es la actividad externa, más profunda y fervorosa debe ser la vida interior».
Encauzó su apostolado principalmente hacia la educación, sobre todo en ambientes pobres y marginados. Las fundaciones se sucedían donde quiera que la necesidad lo requería. Cuando se trataba de cubrir una necesidad o de sembrar la semilla de la Buena Nueva, no existían para ella fronteras ni obstáculo alguno.
Alma eucarística por excelencia, halló en Jesús Sacramentado los valores espirituales que dieron calor y sentido a su vida. Llevada por ese amor a Jesús Eucaristía, puso todo su empeño en obtener el privilegio de la Adoración Perpetua diurna y nocturna, que dejó como el patrimonio más estimado a su comunidad, junto con el amor y veneración a los sacerdotes como ministro de Dios.
Amante de la vida interior, vivía en continua presencia de Dios. Por eso veía en todos los acontecimientos su mano providente y misericordiosa y exhortaba a los demás a «Ver en todo la permisión de Dios, y por amor a Él, cumplir gustosamente su voluntad». De ahí su lema: «Él lo quiere», que fue el programa de su vida.
Como superiora general, fue la guía espiritual de su Congregación desde 1893 hasta el 1919 y de 1928 hasta el 1940, año en el que manifestó, en forma irrevocable, su decisión de no aceptar una nueva reelección. A la superiora general elegida le prometió filial obediencia y veneración. En 1933 tuvo la alegría de recibir la aprobación pontificia de su Congregación.
A los 82 años de vida, presintiendo su muerte, exhortaba a sus hijas: «Me voy; no dejen las buenas obras que tiene entre manos la Congregación, la limosna y mucha caridad con los pobres, grandísima caridad entre las Hermanas, la adhesión a los obispos y sacerdotes».
El 27 de febrero de 1943, sin que se sospechara que era el último día de su vida, dijo a la enfermera: «Jesús, ...Me muero». Fueron las últimas palabras con las que entregó su alma al Señor. 
Apenas se divulgó la noticia de su fallecimiento, comenzó a pasar ante sus restos mortales una interminable procesión de devotos que pedían reliquias y se encomendaban a su intercesión.
Los funerales tuvieron lugar el 2 de marzo de 1943, con la asistencia de autoridades eclesiásticas y civiles y de una gran multitud de fieles, que decían: «ha muerto una santa».
Después de su muerte, su tumba ha sido meta constante de devotos que la invocan en sus necesidades.
Las virtudes que practicó se conjugan admirablemente con las características que su Santidad Juan Pablo II destaca en su Encíclica «Redemptoris Missio» y que deben identificar al auténtico misionero. Entre ellas, como decía Jesús a sus apóstoles: «la pobreza, la mansedumbre y la aceptación de los sufrimientos».
La Madre Caridad practicó la pobreza según el espíritu de san Francisco y mantuvo durante toda la vida un desprendimiento total. Como misionera en Chone, experimentó el consuelo de sentirse auténticamente pobre, al nivel de la gente que había ido a instruir y evangelizar. Entre los valores evangélicos que como fundadora se esforzó por mantener en la Congregación, la pobreza ocupaba un lugar destacado.
La aceptación de los sufrimientos, según el Papa, son un distintivo del verdadero misionero. ¡Qué bien encontramos realizado este aspecto en la vida espiritual de la Madre Caridad! Su vida se deslizó día tras día bajo la austera sombra de la cruz. El sufrimiento fue su inseparable compañero y lo soportó con admirable paciencia hasta la muerte.
Otro aspecto de la vida misionera que destaca el Papa es la alegría interior que nace de la fe. También la Madre Caridad vivió intensamente esa alegría en medio de su vida austera. Era alegre de ánimo y quería que todas sus hijas estuvieran contentas y confiaran en el Señor.
Estas y muchas otras virtudes fueron reconocidas por la Congregación de las Causas de los Santos y aprobadas como primer paso para llegar a la Beatificación. 
Se diría que Dios ha querido ratificar la santidad de la Madre Caridad con un admirable milagro concedido por su intercesión en favor de la niña Johana Mercedes Melo Díaz. Una encefalitis aguda había producido un daño cerebral que le impedía el habla y la deambulación. Al término de una novena que hizo su madre con fe viva y profunda devoción, la niña pronunció las primeras palabras llamando a su madre y comenzó a caminar espontáneamente, adquiriendo en poco tiempo la normalidad. Ella estuvo presente para agradecer a la Madre Caridad en la solemne Beatificación realizada por S.S. Juan Pablo II el 23 de Marzo de 2003.