Texto
del Evangelio (Mc 7,31-37): En
aquel tiempo, Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón,
al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además,
hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole
de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó
la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá»,
que quiere decir: ¡’Ábrete!’.
Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la
atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo
contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se
maravillaban sobremanera y decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los
sordos y hablar a los mudos».
Comentario del Evangelio
Hoy nos alegra ver que Jesús fue a predicar hasta las
‘fronteras’ y más allá de las fronteras de Israel. En nuestros tiempos, a
través de la Iglesia y en la Eucaristía, Cristo se hace presente en todas las
fronteras.
—¡Por cierto!, hay un truco que funciona muy bien ante
Dios: reza por ti; pero sobre todo ruega por las necesidades de los otros. Por
ahí ‘le vences’ seguro.
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