lunes, 26 de mayo de 2014

26 de Mayo - Desiderio de Vienne

Desiderio de Vienne, Santo
Obispo y Mártir, 26 de Mayo

Martirologio Romano: En el territorio de Lyon, en Francia, martirio de san Desiderio, obispo de Vienne, que primero fue enviado al exilio por la reina Brunequilda, a la que había recriminado sus relaciones incestuosas y otras depravaciones, y más tarde coronado con el martirio por lapidación, por mandato de la misma reina. († c.606)
Etimológicamente: Desiderio = "deseoso de Dios". Viene de la lengua latina.

Este joven obispo murió en el año 606 tal día como hoy. Dados sus méritos, sus virtudes y su entrega sin condiciones a los demás, aceptó ser obispo muy joven.
Cuando su apostolado era brillante y todo el mundo le profesaba un gran cariño, se le presentó la terrible Brunequilda (Brunehaut), la mujer que gobernaba Austrasia en nombre de su nieto Thierry II que contaba tan sólo con quince años.
Desiderio no tenía pelillos en la lengua. Por eso no le quedó más remedio que atacar con dureza los vicios de la corte, sobre todo los estupros y todos otros escándalos por el estilo.
Brunequilda, por su cuenta, convocó un concilio en Chalón con la única intención de que este hombre de Dios se callara. Era el año 602.
El santo obispo se encontró frente a una mujer llamada Justa – que de su nombre sólo tiene las letras – que se quejaba ante todos de que Desiderio la había violado.
Para confirmar su afirmación, se llevó a un empleado de Thierry, para decir que él fue testigo de la violación.
Hablasen lo que hablasen los obispos de Lyon y otras ciudades, la sentencia ya estaba predeterminada.
A su término, Desiderio fue condenado al exilio. Pero resulta que la mujer y su cómplice murieron a los tres años de su falsa acusación. La reina vio en ello un castigo del cielo. Temiendo igual suerte para ella, hizo que Desiderio volviera a su sede episcopal.
De nuevo volvió a condenar a la reina por sus intrigas y malas intenciones.
Cansada y enfurecida, mandó a los soldados para que no hablara. Entraron en la catedral, lo cogieron y lo mataron a pedradas fuera del pueblo que lleva su nombre. Dos años más tarde, el rey Clotario II arrastró a Brunequilda por los cabellos atados a un caballo.

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